“La caída de los Gigantes”
Ken Follet vuelve a deslumbrar.
Todos los aficionados a la historia medieval, estamos profundamente agradecidos con las virtudes literarias de Ken. Particularmente “Los pilares de la tierra” me parece una obra elaborada magistralmente, la cual muestra con maestría dos mundos: el mundo de la alta nobleza y sus luchas maquiavélicas por el poder, junto con el mundo del pueblo llano que sufre las consecuencias de las disputas dinásticas. En medio de esa lucha, hay personas que hacen hasta lo indecible por lograr la consecución de su proyecto de vida. Cito de manera obvia al albañil que tiene como sueño construir una catedral. De tan interesante narrativa ya hubo quienes consideraron dicho argumento digno de ser enviado a la pantalla grande. Recordemos que Ridley Scott tuvo a bien realizar una adaptación de la primera novela que colocó a Follet en el candelero. La miniserie de Scott resulta, con tales precedentes, muy disfrutable. Nunca como el libro, pero disfrutable.
En esta ocasión, el autor anglosajón retrocede en el tiempo, pero no tanto. Le ha robado tanta visibilidad la Segunda Guerra Mundial a la Primera, que a muchos de escasa cultura les parece que el primer conflicto global fue apenas un calentamiento para la masacre espantosa que constituyó la Segunda Guerra Mundial. Claro, personajes como Hitler, Stalin, Mussolini, Roosevelt y Churchill venden más que…..¿quiénes? ¿Cómo se llamaba el archiduque? ¿Quiénes fueron los protagonistas del conflicto previo?
Ken Follet viene a hacerle justicia a la Primera Guerra Mundial, colocándola en el candelero y dimensionando el trauma que significo para buena parte del mundo. Resulta curioso que, al momento que hacer estas líneas, otra novela es hecha imagen para mostrar otra parte de esta guerra que fue objeto de crueles tratos y mortandad espantosa: me refiero a “Caballo de guerra”. Efectivamente, señores. La Primera Guerra Mundial tiene mucha tela de dónde cortar.
Vayamos al tema: el autor nos presenta el devenir de cinco familias, de distintos países, en los años previos y los meses terribles de la Primera Guerra Mundial. Los citaré fuera de párrafo, para facilitar la memorización que nos será muy útil en el desarrollo de esta reseña.
Familia Fitzherbert, de origen Inglés. Nobles y ricos, conservadores. Sus principales personajes son el Conde “Fitz” y su hermana Maud, de ideas más avanzadas. Fitz está casado con una princesa rusa.
Familia Dewar, de origen estadounidense. Gus Dewar es diplomático y asesor de su gobierno.
Famila Von Ulrich, alemanes y austriacos. Walter es prusiano, y se enamorará de la hermana del inglés Fitz. Menudo lío. Robert es primo de Walter, y cumple un papel secundario en la historia.
Familia Peshkov, rusos de nacimiento. Grigory y Lev son hermanos. Curiosamente, al final de esta guerra serán de ideologías completamente opuestas.
Familia Williams, de origen Galés. David Williams es sindicalista y jefe de familia. Su hijo Billy será minero y soldado británico. Su hermana Ethel tendrá un affaire con el Conde Fitz y terminará como activista, feminista y laborista al terminar esta conflagración mundial.
¿Cómo se relacionan todas estas familias, de lugares tan distintos y distantes? En eso consiste la maestría de Ken Follet. Es un experto en entrelazar historias, de manera natural y con lógica argumentativa, incluso histórica. Las familias inglesas, estadounidenses y alemanas se relacionarán por medio de la diplomacia y las funciones militares, una vez iniciada la guerra. Las familias galesa y rusa, desde su condición de proletarios, con algunos escarceos desafortunados en su relación con la nobleza nativa de su país.
En todos los casos, sorprende la manera como el autor describe las infrahumanas condiciones en que laboraban los mineros galeses y los obreros metalúrgicos rusos. Cruel y abrumadora es su narración sobre las injusticias de las que son víctimas los rusos a cuentas del zar. Y tremendamente interesante la manera como los diplomáticos ingleses y alemanes especulan sobre la guerra que viene. Una guerra que fue consecuencia más de las alianzas previas entre los países participantes.
En lo personal, no me queda duda que Ken Follet es un excelente narrador de historias. No es un autor para débiles lectores. Sus libros podrán parecer ladrillos, pero encienden la imaginación y emocionan al lector. Te quedas atrapado con la trama y descubres, no sin un dejo de emoción permanente, como las piezas del rompecabezas encajan de manera lógica en esta construcción de relaciones entre diplomáticos, princesas, obreros, feministas y comunistas.
La historia, obviamente, ya la conocemos. Sabemos las consecuencias del desarrollo de esta guerra mundial, y la semilla de violencia que quedó implantada en los tratados de Versalles. Curiosamente, el presidente Wilson promovió un reparto territorial y político que evitara, en lo futuro, conflictos de escala mundial. Sus buenas intenciones se convirtieron en un caldo de cultivo que, veinte años después, desataría la más vergonzante de las guerras en la historia de la humanidad.
El libro de Ken Follet es un canto a la libertad, a la dignidad humana, a la igualdad del género humano. Los países hierven en todos sus estratos con las ideologías en boga, y el comunismo surge en Rusia como amenaza o como esperanza, dependiendo del punto de vista. Su novela también es una constatación del sufrimiento humano ante un conflicto bélico. Ricos y pobres, aristócratas y plebeyos, todos sufren cuando los acontecimientos militares se desencadenan y nos envuelven a todos con sus terribles consecuencias. Familia que no sufre la pérdida de uno o más seres queridos, se divide. No les voy a contar los avatares de cada una de las cinco familias. Realmente, vale la pena que lean el libro.
P.D. El archiduque austriaco se llamaba Francisco José, y su hijo asesinado Francisco Fernando. Que no se diga que no sabía.
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