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jueves, 11 de agosto de 2011

¿De veras estamos tan solos? Resultados de la "lucha" contra la delincuencia.



Efraín Bartolomé es un psicólogo y poeta nacido en Ocosingo, Chiapas, el año de 1950. Vive actualmente en Tlalpan, ciudad de México. Ha ganado el premio Gilberto Owen de Poesía, el Premio Jaime Sabines, y el Premio Aguascalientes. Y aunque no hubiera ganado nada, como simple ciudadano, no se merece lo que le ocurrió el día de hoy, jueves 11 de agosto del 2011.

Para compartir su dolor e indignación, Efraín Bartolomé ha dado a la luz pública un relato en el que narra con una claridad y dramatismo terroríficos, los momentos en los que sufrió un allanamiento al parecer "ilegal" de parte de la PFP o de sujetos vestidos a dicha usanza. Y digo ilegal, porque nunca le mostraron la firma de un juez que autorizara el cateo y el allanamiento. Y no me digan que había flagrancia, si estaban dormidos él y su esposa...regresaron la noche anterior de Bellas Artes, de una magnífica velada cultural.

Constantemente nos piden las autoridades que nos unamos todos en la lucha contra el crimen organizado. Tras leer este relato, me queda muy claro. Están cazando moscas a punta de escobazos, y si hay daños colaterales...ni siquiera dicen "usted disculpe". Se justificaron hasta que vieron que se hizo grande el problema. Dios no quiera que un día de estos todos los mexicanos nos sintamos tan vulnerables, sólo por los huevos de un jefe de la policía o de un procurador.

Compartiendo el dolor y la lucha por la que ahora Efraín será compañero de Javier Sicilia (para muchos ellos no tienen la razón, pero las instituciones se están afanando en otorgársela con hechos), reproducimos el relato lleno de poesía que Efraín Bartolomé redactó para compartir esa noche oscura. Les recuerdo: madrugada de hoy 11 de agosto, apenas unas cuantas horas.

Lo trascendente de todo esto es que los diputados y semadores acaban de aprobar, en lo general (aunque se reservaron en lo particular todos los capítulos) la famosa LEY DE SEGURIDAD NACIONAL, la cual daría facilidades para que ejército y policías realicen estos allanamientos sin orden de un juez. Sólo estas cosas pasan en México: en vez de mejorar las instituciones, queremos leyes blandengues para permitir la acuación discrecional a nuestros investigadores mediocres. "Inteligencia investigadora" "policías profesionales" y "procuración de justicia eficaz" son en nuestro país un oxímoron.

Son las 4:43 de la mañana del día 11 de agosto de 2011.
Hace aproximadamente dos horas un grupo de hombres armados irrumpieron en mi casa ubicada en Conkal 266 (esq. Becal), Col. Torres de Padierna, 14200, México, D. F.
Comenzamos a escuchar golpes violentos como contra una puerta metálica y me extrañó porque se escuchaba demasiado cerca y no hay ninguna puerta así en la casa.

Prendí la luz.
Los golpes arreciaban ahora como contra nuestras puertas de madera.
Quité la tranca que protege la puerta de nuestra recámara y me asomé al pasillo: hacia el comedor veía luces (¿verdosas? ¿azulosas? ¿intermitentes?) acompañando los golpes violentos contra el cristal que da al sur.

Mi mujer me gritó que me metiera.
Así lo hice apresuradamente y alcancé a poner la tranca de nuevo.
Oí cristales rompiéndose y pasos violentos hacia nuestra recámara: rápidos y fuertes.
"¡Abran la puerta!" era el grito que se repetía antes de que empezaran a golpear con violencia mayor nuestra puerta con tranca.
Nos encerramos en el baño y busqué a tientas un silbato que cuelga de un muro sin repellar: comencé a soplarlo con desesperación, unas diez veces, quizá.

Mi mujer está llamando a la policía.
Les dice que están entrando a la casa, que vengan pronto por favor, que nos auxilien.
Yo sigo soplando el silbato con desesperación.
En la oscuridad, mi mujer se ubicó tras de mí mientras oíamos que la tranca de la puerta se quebraba y los hombres entraban.

¿Tres, cuatro, cinco?
Quise cerrar la puerta del baño pero ya no alcancé a hacerlo.
Empujé unas cajas hacia dicha puerta y en algo estorbó los empujones.
"¡Abran la puerta! ¡Abran la puerta, hijos de la chingada...!" gritaban mientras empujaban y metían sus rifles negros hacia el interior.
Quise detener la puerta con mis manos pero no tenía sentido: vencieron mi mínima resistencia y entraron.
Policías vestidos de negro, con pasamontañas y lo que supongo que serían "rifles de alto poder".
"¡Al suelo! ¡Al suelo! ¡Al suelo, hijos de la chingada! ¡Al suelo y no se muevan!"

Uno de los hombres me da un manazo en la cabeza y me tira los lentes.
Alcanzo a pescarlos antes de que toquen el suelo.
Me quita el silbato.
-¡No golpee a mi esposo! -grita mi mujer.
-¡El teléfono! ¡Déme el teléfono! -le responde y pregunta si no tenemos otro teléfono o un celular.
Ella y yo nos arrodillamos primero y después nos medio sentamos en el suelo de cemento de este baño sin terminar.
Policías jorobados y nocturnos, como en el romance de García Lorca.
Quién lo diría: aquí, en nuestra amada casa donde cultivamos y enseñamos la armonía.
Aquí...
Justo aquí estos hombres de negro, con pasamontañas, con guantes, con rifles de asalto, con chalecos o chamaras que tienen inscritas las siglas blancas PFP, nos apuntan con sus armas a la cabeza.
Uno de ellos, siempre amenazante, nos interroga.
Dos más permanecen en la puerta.
- ¡Las armas! ¡Dónde están las armas!
- Aquí no hay armas, señor, somos gente de trabajo.
- ¡A qué se dedica!"
-Soy psicoterapeuta y escribo libros.
-¿Desde cuándo vive aquí?
- Desde hace treinta años...
-Cómo se llama.
-Efraín Bartolomé.
-Cuántos años tiene.
-60.
-A qué se dedica.
-Ya se lo dije, señor, soy psicólogo y escribo libros.
-Usted cómo se llama... -se dirige a mi mujer.
-Guadalupe Belmontes de Bartolomé.
-A qué se dedica.
-Soy arqueóloga y ama de casa.
-Cuántos años tiene.
-54.
-Tranquilos. Respiren profundo... Voy a verificar los datos.

El hombre sale.
Oigo ruidos en toda la casa.
Están vaciando cajones, abriendo puertas, pisando fuerte sobre la duela de madera.
Oigo ruidos afuera, en el cuarto de huéspedes, en la torre, en el estudio de abajo.
Nos cambiamos de posición.
Mi mujer pone algo sobre el frío piso de cemento.
Cinco o siete minutos después regresa el hombre y repite su interrogatorio.
Si recibimos gente en la casa, con qué frecuencia, cada cuánto salimos de viaje, quién cuida entonces.
Respondemos a todo brevemente.
Dice nuevamente que va a verificar los datos y que volverá a decirnos porqué están aquí.

El tiempo pasa.
Oímos que abren nuestro carro en el garage.
Voces ininteligibles en el patio del norte.
Más tiempo.
Varios minutos después se oyen motores que se prenden y carros que arrancan.
Mi mujer y yo seguimos en la oscuridad.
Comenzamos a movernos.

Sólo silencio.
Nos incorporamos con cierto temor.
Salimos del baño hacia la recámara iluminada.
Desorden.
Cajones abiertos.
Cosas volcadas en el buró.
La chapa de la puerta en el suelo.
Restos de la tranca destrozada.
La puerta de tambor machacada y rota, pandeada en su parte media.
Salimos al pasillo: un cuadro en el suelo y abiertas las puertas de lo que fueron las recámaras de mis hijos.
Desorden en el interior: maletas y cajas abiertas, cajones vaciados.

Vamos hacia el comedor: uno de los vidrios roto en su ángulo inferior izquierdo, muchos cristales en el piso.
La puerta de la sala está rota de la misma forma en que rompieron la de nuestra recámara: la chapa en el suelo y fragmentos de duela en el piso.
Está abierta la puerta de la torre y prendidas las luces del cuarto de huéspedes.
Salimos por la puerta de la sala y nos asomamos con cierto temor.

Nada.
Mi mujer llama por segunda vez a la policía.
Es en vano: piden los datos una vez más.
Dicen que ya enviaron una unidad.
Llego a la barda y me asomo: no hay carros.
El portón del garage está intacto.

Bajamos las escaleras hasta la puerta de acceso: rota igual que las de adentro.
El estudio de abajo está con las luces prendidas.
De por sí desordenado, ahora lo está más.
Vamos hacia la torre y entramos al cuarto de huéspedes: cajones volcados, revistas en el suelo, cosas sobre la mesa, puertas del clóset colgando, zafadas de su riel inferior.

Subo al tercer piso: una esculturita de alambre volcada pero no se nota demasiado desorden.
Subo a los pisos superiores: no hay daño en la salita de arte.
En el último piso dejaron abierta la puerta a la terraza.
Volvemos al interior: queremos tomar fotos pero no está la cámara de mi mujer que estaba sobre el buró.
"¡Tampoco está la memoria de mi computadora!", grita.
También se la llevaron

Quiero ver la hora y voy al buró por mi reloj: ha desaparecido mi querido Omega Speedmaster Professional que me acompañó por casi cuarenta años.
Tiene mi nombre grabado en la parte posterior: Efraín Bartolomé.
Oímos que un auto se estaciona y nos asomamos.
Mi mujer llama una vez más a la policía: lo mismo.
Ya tienen los datos pero nunca enviaron apoyo.
Indefensión.
Del auto blanco baja un joven y avanza hacia la esquina.
Se asoma y regresa.
Lo saludo y responde.
Le preguntamos qué pasa y responde que viene en atención a una llamada de su amiga que vive a la vuelta y a cuya casa también se metieron.

Mi mujer pregunta de qué familia se trata, cómo se apellida.
Magaña, responde el joven.
¡Es Paty!, dice mi mujer.
Salimos a la calle y voy hacia allá.
Encontramos a Patricia Magaña, bióloga, investigadora universitaria, acompañada de su papá, en la calle.
Entraron a ambas casas la de ella y la de sus padres, con la misma violencia que a la nuestra.
Patricia y su hija estaban solas.
Sus padres octogenarios también estaban solos.
Volvemos a nuestra casa vejada y con la puerta rota.
Atranco la destruida puerta de la calle.
Con todo, mantenemos una sorprendente calma.
"Pudieron habernos matado", dice mi mujer.
Yo imagino por unos segundos nuestros cuerpos ensangrentados en el baño en desorden.
¿Sabe el presidente Calderón esto que pasa en las casas de la ciudad?
¿Lo sabe Marcelo Ebrard?
¿Lo sabe el procurador Mancera?
¿Ordenan Marisela Morales o Genaro García Luna estos operativos?
¿Sabrán quién fue el encargado de este acto en contra de inocentes?

Antenoche volvimos a casa levitando, en la felicidad más plena, tras la amorosa y conmovedora recepción del público ante nuestro libro presentado en Bellas Artes.

Un día después, en la atroz madrugada, la PFP irrumpe violentamente en nuestra casa, quiebra nuestras puertas, destruye los cristales, hurga sin respeto en nuestra más íntima propiedad, nos amenaza con armas poderosas a mi bella mujer y a mí, a la edad que tenemos...

Y pensar que también son humanos los que hacen esto contra su prójimo.
Subo al estudio a escribir esto.
Allá, abajo, la ciudad parece embellecida por la calma.
Arriba la impasible Luna de agosto, casi llena.
Son ya las 6:35 de la mañana.
La luz de oriente comienza a colorear y a inflamar el horizonte.
La policía nunca llegó.
¿De verdad estamos tan solos?

domingo, 7 de agosto de 2011

¿Por qué odian a los judíos? El cementerio de praga.







Un lugar común para todos los que estamos inmersos en el escepticismo clásico de las primeras intenciones que mueven a todas las instituciones que nos rodean, es el pensar que existen agendas ocultas o conspiraciones secretas. "Todo ejto ej un compló" citando a un pejelagarto popular. Nuestro país está actualmente "del nabo", y lo mismo si miramos al vecino país del Norte, a la vieja Europa cristiana, al mundo árabe y sus revoluciones impredecibles.....vaya, hasta China tiene un riesgo de calentamiento económico de catastróficas consecuencias.
Las conspiraciones o los planes por debajo del agua florecen en ambientes como los actuales. Y las especulaciones de los grupos sociales multiplican las verdaderas conspiraciones. El esr humano es proclive a pensar mal, y tiende a pensar en las segundas intenciones de las personas.

No, no estoy elaborando una disertación filosófica sobre la falsedad de la naturaleza humana...trato de encaminarme a describir mi lectura de la más reciente obra de Umberto Eco: EL CEMENTERIO DE PRAGA.

Advierto que, tras haberlo leído, creo que no es un libro para cualquiera. Ni pensarlo en manos de adolescentes, ni de personas que no tengan suficientes bases de historia universal, filosofía, incluso psicología. Parece un libro hecho para el hombre culto europeo (italiano sería mejor), pero creo que en las manos adecuadas, muchos podemos disfrutarlo. Como yo lo hice, después de un rato de confusión tras las lecturas iniciales.

¿De qué trata EL CEMENTERIO DE PRAGA? En resumidas cuentas, es la biografía (o biografías) de un detestable contador y falsificador de documentos con domicilio en los barrios bajos de París: Simonini. Personaje de origen italiano, comienza informándonos de todos sus odios y prejuicios, absurdos en su totalidad, pero que él justifica como muchos lo hacemos con nuestras ideas. Odia a los alemanes, a los frenceses, a los italianos, a los austriacos, a las mujeres, a los masones, a los jesuitas y a los JUDIOS. Las primeras páginas son una retahíla de odios manifiestos a cada uno de estos adjetivos, provocando un escándalo y una risa un tanto nerviosa. Algunos intentarán arrojar el libro a la basura en este momento, si es de pensamiento débil y se sienten amenazados por tal exposición de sofismas. O se sonrojarán si son de mente púdica, pues el libro en ocasiones usa lenguaje fuerte; no por el uso de invectivas, sino por lo hiriente y misógino que en ocasiones resultan sus comentarios.

Esperen! No desechen el libro. La única debilidad del personaje es la comida. El tal Simonini es un perfecto Sibarita que la pasará mencionándonos en toda su vida las recetas que ha probado y los manjares que ha cocinado. Tiene algunos problemas, pues ha descubierto un pasaje secreto aledaño a su casa, y una casa con la que se conecta por medio de ese pasaje. ¿Cómo no se había dado cuenta de ello?
Consulta a algunos investigadores (psiquiatras en ciernes) y evidencia sus teorías, un tanto disparatadas. Finalmente, se decide plativar con un detestable judío de apellido Freüd (la novela se desarrolla a finales del XIX) y, a pesar de que es judío, trata de desarrollar consigo mismo un médodo parecido al psicoanálisis y a la interpretación de los sueños.
Al momento de que Simonini desarrolla un diario de su pasado, descubre que tiene un desdoble de personalidad: un día es Simonini, otro día es el abate Dalla Pícola, un jesuíta de buenas mañas. Un día escribe Simonini profusas páginas en su diario, y otro día el "abate" corrige y aclara puntos oscuros en los escritos del falsificador. ¡Vaya esquizofrénicos asuntos, Batman!

A través de esa visión en retrospectiva, descubriremos un pasado torvo y un desarrollo detestable de la personalidad de Simonini/DallaPícola. Es inculcado desde niño en todos sus odios y misoginias por su abuelo, educado en privado por jesuitas antimasónicos. Influenciado notablemente por un escrito hecho por un pariente suyo donde ataca contundentemente a los judíos y los masones como los mayores conspiradores de la humanidad. Educado en falsificaciones y trampas por el apoderado de su abuelo, finalmente es traicionado por éste pero cobra venganza después. Todo un estuche de monerías.

Una vez que comienza a realizar carrera como contable y falsificador, es tomado en cuenta para misiones secretas y conspiraciones en la guerra de reunificación italiana. Una buena parte del libro narra los acontecimientos de dicha reunificación, por lo que si estamos enterados de este pasaje de la historia estaremos en mejor posición de saborear el escrito. Baste decir que el tal Simonini no tiene escrúpulos y traiciona sin miramientos a quienes consigue ganarles confianza, jugando un doble juego para cumplir con sus superiores inmediatos. Hunde barcos, traiciona amigos y consigue las metas.

Sin embargo, nunca deja contentos a sus superiores. Dados los peligros en los que se ha metido, deciden mandarlo a París en funciones de espionaje y conspiración outsourcing.

Trabaja por su cuenta, aparte de resolver los problemas de otros. Va generando una serie de documentos falsos para afirmar sus odios contra los judíos, principalmente. Participa como espía dobla al servicio de los Imperialistas Franceses, e incluso como doble agente para los prusianos y los rusos. Presta y modifica documentos suyos para apoyar teorías en los otros países. Mata cuando es necesario, y se disfraza para cumplir sus metas.

Su documento más importante sería uno en el que habla de una famosa reunión de los judíos más importantes del mundo en el cementerio de Praga. Supuestamente, en esa reunión se condensaron los PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION, una especie de vademecum sobre la conquista del mundo por los judíos. Es decir, la novela nos presenta ese libro como una obra del odiado Simonini cuya autoría se le fue de las manos por sus mismas funciones de falsificador.

La última parte del libro se va en acercar el contenido del diario a la realidad del esquizo-personaje, y de su último golpe por actuar. Necesita colocar una bomba en los túneles del metro de París, en construcción todavía. No nos dice lo que pasa, pero todos lo suponemos.

¿Cual fue la intención de Umberto Eco al prodigarnos con esta novela? Difícil de interpretar. Prefiero comentarles lo que a mí me dice el documento, el cual me pareció bastante entretenido y con un humor negro y un sarcasmo que a veces divierte y a veces pone los ojos como platos.

Creo que Eco hace una crítica de los grandes sistemas de pensamiento de la actualidad, cuando en el libro hace una crítica de los grandes prejuicios existentes en la era de la modernidad: liberalismo, comunismo, religión y antisemitismo son criticados al por mayor. Una analogía inherente a la lectura del libro propone que me cuestione los grandes paradigmas en la actualidad que vivimos: globalización, neoliberalismo, estado de bienestar, pureza de raza y odio anti-inmigrante. ¿Qué tal? Los judíos de la actualidad son los hispanos en USA, los africanos y árabes en Europa, los filipinos y vietnamitas en Australia y Malasia. Casi en cada país habrá algún advenedizo a quien adjudicarle la culpa de los problemas que causamos con nuestra propia ineptitud. Como los judíos vivieron 1850 años sin tierra propia, eran los perfectos culpables en el siglo XIX y antes de eso.

Nuestros propios sistemas de pensamiento nos ahogan, y nos impiden buscar soluciones a los problemas que nosotros mismos causamos con nuestras creencias. Ya lo dijo Einstein en el plano científico; Eco lo dice en el plano filosófico. Y también tenemos el riesgo de convertirnos en unos auténticos esquizofrénicos de la vida posmoderna. ¿No saludamos instantánemente a alguien con alegría, para hablar mal de él a sus espalda? Traermos la máscara del monje y del contador a la vez, para utilizarlas a nuestra conveniencia.

En resumidas cuentas, me parece un libro bastante disfrutable y cuestionador, pero sólo para ciertas personas. Adolecentes y mujeres cursis, absténgase. Gente de convicciones cerradas, pueden salir dañadas con la criptonita de Umberto Eco. Por el contrario, si te gusta el humor irreverente y del alto contenido, este libro les parecerá una buena opción.