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lunes, 11 de noviembre de 2013

LOS REYES MALDITOS III: Los venenos de la Corona.


Es un dicho muy sabio: en la guerra y en el amor, todo se vale. Y los claroscuros que representan los pasillos reales de la residencia de Luis el Obstinado son el mejor ejemplo de ello. En un consejo real, todos los integrantes terminarán por apoyar aquella causa que convenga a sus intereses personales. Y si dicha causa coincide con la visión del mundo y del poder que tenemos, mucho mejor.

Luis X el obstinado es el nuevo rey de Francia, desde hace un año. Su salud es débil, su inteligencia poca. Su visión de estado es apenas una sombra de lo que prefiguraba su padre Felipe el Hermoso. Se acabó la visión centralista, con el fin de evitar derroche y administrar mejor los recursos del reino. El administrador real de Felipe el Hermoso (Enguerrando de Marigny) observa cómo en cuestión de días su partido se reduce a porciones simbólicas. Ahora el consejo está dominado por Carlos de Valois, tío del nuevo rey.

Bajo esa nueva tutela, se busca regresar al tipo de sociedad que prevalecía en la alta Edad Media: señores feudales fuertes y reyes débiles. La posibilidad de pelear entre señores casi por cualquier motivo. La libertad de acuñar moneda para cualquier señorío, con el consecuente desorden económico. Y un relajamiento entre el orden y la disciplina de las instituciones reales.

Nuestro nuevo rey, Luis X, solo tiene una obsesión: asegurar su descendencia mediante un primogénito varón.  Resuelto el problema de la esposa infiel, aparecida muerta de manera conveniente en el castillo donde se encontraba prisionera, su majestad ahora tiene la vía libre para casarse con la princesa Clemencia de Hungría. Se envía una embajada de nuevo a Nápoles, para acompañar a la princesa. El antiguo Chambelán del rey (Bouville) y el hijo del comerciante lombardo (Guccio), serán los encargados de acompañar a la dama en este periplo.

Nuestro libro no tiene solamente una línea argumental. Mientras Luis el Obstinado cuenta los días para estar con Clemencia, Robert de Artois alborota el gallinero en su anterior feudo, a fin de desacreditar a la Condesa Mahaut. Esta señora es muy poderosa: su yerno es el príncipe Felipe. Sería muy conveniente que el rey muriera, pues así como están las cosas –sin la descendencia asegurada- el reino pasaría por derecho de sangre al segundo hermano.

En ese compás de espera, el Conde de Flandes no rinde el homenaje al rey y se rebela, con todos sus ciudadanos flamencos. Luis X convoca a sus ejércitos para luchar contra los insurrectos. La pelea nunca se lleva a cabo, aunque los ejércitos estuvieron a una milla de distancia. En un verano húmedo como pocas veces, las tormentas y el fango impidieron la celebración de la hecatombe bélica. La crecida de un río pondría en riesgo la existencia misma del ejército.

Con el pretexto de recibir a la reina Clemencia, recién llegada de Nápoles, el rey Luis desarma a su ejército y regresa a Reims para la coronación. Ese ejercicio militar infructuoso pasará a la historia con el nombre del “ejército embarrado”. La coronación y la boda se llevarán a cabo de manera un tanto apresurada, casi sobre el camino. Será la primera de muchas decepciones que llevarán a la reina Clemencia a un estado de inutilidad posterior.

Producto de la rebelión en el Artois, se ordena un arbitraje sobre la zona. Roberto maquinalmente provocó dicha rebelión para desacreditar a la condesa y lograr que se le quite el condado de sus manos. Los juicios se hacen lentos y tortuosos. La condesa, al no aceptar el arbitraje ordenado por Luis, lo conduce a que éste ordene poner al condado bajo administración real.

Esta medida, devastadora, provoca que la condesa busque la muerte de Luis bajo cualquier medio. Su dama de compañía es especialista en conseguir venenos y pócimas para toda ocasión. Ya logró una pócima de amor que volvió a enamorar a Felipe de su hija. Ya consiguió que Nogaret muriera por contaminación de una vela. Ahora intentará envenenar a su rey Luis mediante una almendra garampiñada.

La reina Clemencia toma plena conciencia de que es reina gracias al asesinato. Al confrontar al rey Luis al respecto, lo conmina a pagar dicho pecado con una vida de bondad. Y al desgraciado sujeto le da por dar amnistía y perdonar a cuanto preso existiere en el reino, provocando el desorden y el caos. Incluso, prepara una peregrinación a manera de absolución oculta. Poco le durará el gusto, pues la condesa Mahaut logra ingresar a su habitación real, dejando la almendra envenenada a disposición del rey.

Por algo se llama “Venenos de la Corona”. Estamos saliendo de la época medieval en la que los asesinatos por envenenamiento dejaban de ser comunes. Los personajes nos hacen ver que dicha costumbre está muy lejos de abandonarse. El rey cae en su lecho, herido de muerte por la vía menos pensada. Deja a su esposa con un embarazo de cuatro meses. A unas cuantas millas de París, el lombardo se ha enamorado de una noble pobretona, a la cual también ha embarazado. ¿Quién diría que esta casualidad, constituirá uno de los puntos de inflexión de la historia real de Francia? No se pierdan el próximo capítulo.