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martes, 25 de diciembre de 2012

El día que Nietzsche lloró. Vitalismo y psicoanálisis en pequeñas dosis.


Una de las asignaturas pendientes que su servidor tenía dentro de su lista, era precisamente esta novela de Irving D. Yalom. Para los que somos afectos a la filosofía (decir que somos Filósofos es algo realmente muy pretencioso), nos puede resultar tentador. La sola naturaleza del título puede servir para confirmar nuestra predisposición hacia al citado filósofo. Es como meterse en un frente de batalla, en un terreno de tiros. Satanizado o idolatrado, Nietzsche no puede dejarnos indiferente. Honestamente, creo que este  filósofo ha sido más malinterpretado que realmente comprendido.  Y el libro no es una apología de su obra.  Parte de otra premisa mucho más interesante.

¿Se imaginan una plática entre Freud y Nietzsche, entre los postulados del psicoanálisis y del vitalismo/existencialismo? De imaginarlo, no pude resistir comprar el libro, una vez encontrado en “El Sótano”.  Propiamente, los personajes del planteamiento inicial no son ellos. Es el Doctor Joseph Breuer. Veamos.

Joseph Breuer es una eminencia médica de la Viena del XIX tardío. Sus investigaciones sobre las funciones sensoriales y el cerebro en palomas le han otorgado cierta notoriedad en el ámbito académico. Atiende a la crema y nata de su ciudad. Judío en sus raíces, aunque se considera a sí mismo librepensador. Tiene como su protegido al brillante estudiante de medicina Sigmund Freud.

A las manos de Breuer llega una extraña carta, una petición de la rusa Lou Salomé. En esencia, la tal Lou se considera amiga de Nietzsche, y le solicitará al doctor Breuer que atienda al filósofo, presa de síntomas múltiples. Dicha sintomatología conduce a Nietzsche a episodios suicidas y de desesperación total. No es el rubro ni mucho menos la especialidad del Dr. Breuer. Cerebralmente quiere rechazar tal ofrecimiento, pero acepta, cautivado por la personalidad de la dama.

Nietzsche ha visitado a más de una veintena de doctores, y ninguno puede curar su migraña, sus ataques, su foto-sensibilidad, sus mareos, nauseas, para-epilepsia y quién sabe cuántas cosas más.  Lo intrincado del caso es que tiene que idear una cura más bien del tipo mental, no física. La principal enfermedad de Friedrich es su desesperanza. ¿Cómo curaremos a alguien sin que se dé cuenta?

Para el caso, Breuer, platica la situación con Freud. Aunque el novel Médico tiene apenas 26 años, ya bosqueja en su legado interior la teoría del subconsciente, del yo, ello y super yo. Además, le da su debida importancia a la interpretación de los sueños, incluso mediante la hipnosis. Con todo este arsenal preparado, Frau Breuer se dispone a atender al tal Nietzsche en su consultorio.

Es interesante que se pinte al filósofo como lo que era en ese momento: un personaje desconocido para la sociedad imperante. Un profesor universitario que se ha jubilado precozmente, con el fin de liberarse de ataduras y escribir sus pensamientos. Un enfermo permanente en busca de clima y condiciones propicias para vivir su vida. Hiperleído tras su muerte, inexistente en su vida. Filósofo póstumo, como le gustaba llamarse a sí mismo. O palabras de dinamita, para contentillo de sus fans y argumento de sus detractores.

Comienzan las sesiones entre el filósofo y el doctor. El doctor intentará, a través del análisis de sus síntomas, curar su psique, cambiando de tema sin que se note. Pero no puede, Nietzche es el Juan Manuel Márquez de la filosofía modernista. Puedes darle un buen golpe, pero él te noquea en el siguiente round. Breuer, un tipo ilustrado y librepensador, se apasiona en cada diálogo que tiene con el sujeto. Añora las sesiones, pero las plantea como una partida de ajedrez; nunca ganará de esa manera. No puede entrar  a la psique con refutaciones lógicas o disertaciones académicas.

¿Qué recurso le queda? Propone un intercambio de servicios. El curará las migrañas de Nietzsche, y Nietzsche curará la “desesperación” de Breuer. El doctor se finge en crisis existencial, tratando de realizar un efecto espejo, para hacer que Friedrich caiga en la cuenta de que lo que dice que le pasa al doctor, en realidad le pasa a él.

Craso error. Ahora Nietzche es quien hace un psicoanálisis al doctor….y en la medida que profundiza, Breuer descubre que realmente necesitaba el proceso. Le urge una curación a su vida. Tiene notables zonas oscuras, que el filósofo, muy a su estilo, trata de deshollinar. Hay que pasar de atacar los síntomas, a atacar las causas. Un psicoanálisis existencialista, ¿qué tal?

El resto de la novela es un buen toma y daca entre las técnicas psicoanalíticas y la filosofía vertida por el autor alemán. Y sí, Nietzsche llora al final. ¿Quieren saber por qué? Lean la novela.

El autor es sincero: los personajes son reales, e históricamente comprobables en cuanto a su personalidad, fondo físico e intelectual. El encuentro entre ellos es ficticio, pero creo que se respetan las reglas de la verosimilitud con bastante solvencia. Eso hace más interesante el desarrollo.

El estilo de escritura es un tanto solemne, no esconde la vena académica del autor. Pero a su servidor le pareció bastante digerible. Si te gusta pensar de vez en cuando, y salirte de la banalidad, las ideas compradas y la vacuidad imperante en este mundo consumista, reflexiona sobre ti mismo. La gran idea de Sócrates que Nietzsche explota de manera exponencial. Y puede ser un libro que abra la puerta a lecturas más profundas sobre los temas principales. Después de esto, hay que leer a Freud y a Nietzsche, pero sin ideas preconcebidas. Dejemos la idolatría y la satanización a un lado, si me hacen favor.