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lunes, 25 de mayo de 2015

LOS ÚLTIMOS DÍAS DE NUESTROS PADRES. El nacimiento de un genio literario.


Resulta extraño  descubrir, en una novela, las pistas de otra obra literaria  casi por casualidad. Y resulta que en "Los últimos días de nuestros padres". Podemos descubrir a un Joel Dicker haciendo sus pininos en la literatura. Unos meses después, termina por construir ese monstruo de la literatura veintiunonómica: La verdad sobre el caso Harry Quebert. Y me explico.

¿De qué trata la novela? En esencia, es la historia de un grupo de voluntarios que se preparan para pertenecer al SOE. Nos referimos el Servicio de Operaciones Especiales, un organismo creado por la gran Bretaña para sabotear a los ocupacionistas alemanes, mientras se lucha por ganar la II Guerra Mundial.

Dicho grupo, aparece con Palo a la cabeza. Palo (Jean Paul) es el iniciador de la trama, pues aparece despidiéndose de su padre, sin informarle que en realidad se enrolará en las filas de la resistencia. En medio de una Francia ocupada, su padre es lo único que posee. Y el padre entrará en un juego de extrañar y recordar a su hijo, de manera obsesiva y hasta lacónica, en la espera de su retorno.

Palo se enrola con muchos otros voluntarios: Rana, Claude, Faron, Gordo y Laura. Reciben un entrenamiento propio de ese tipo de equipos, donde se prueba la voluntad y el cuerpo se tonifica. Poco a poco, lo que era una masa informe de voluntarios se convierte en algo parecido a un equipo. Aunque sepan que serán asignados a operaciones diferentes, en lugares remotos del país galo, sienten la necesidad de reunirse cada vez que estén de permiso, o cada vez que pueden.

La narrativa es ágil, y el lenguaje es sencillo. Es un libro mucho más rústico en su estilo que La verdad sobre el caso Harry Quebert. Sin embargo, ya está la germinación de su estilo, al realizar contrapunto con tres personajes. Y su estilo de capítulos cortos, muy cortos.

A su favor, es que aquí siempre la cronología es lineal. Se entiende que pueda realizar el entramado con solvencia. En el caso Harri Quebert, la cronología es, por decirlo brevemente, sumamente irregular. Hay momentos en que se apunta al pasado, otras al presente en otro escenario. No cabe duda que Joel aprendió a jugar con los tiempos.

Al principio, la novela no parece aportar nada original. Nada lejano de Band of Brothers, por ejemplo. El grupo madura, ejerce su profesión con suma eficacia en el entorno francés de la ocupación, y abundan en camaradería cada vez que se pueden reunir. De la amistad entre Laura y Palo, surge un verdadero noviazgo, se juran amor eterno y la muchacha queda embarazada.

Sin embargo, justo después del segundo tercio de la novela, surge el nudo: Jean Paul quiere sacar a su padre de París, ante la inminencia de la invasión aliada. Un agente de la inteligencia alemana lo descubre, y consigue su confesión, a cambio de que dicho agente respete la vida de su padre. El padre nunca se enterará de lo anterior.

En ese ataque de fidelidad -o de cobardía, para otros- Jean Paul se lleva entre las patas a Faron, a una casa de seguridad, y a punto estuvo de llevarse a Laura. El personaje principal se nos muere, casi a mitad de la novela. Y el autor posee la pericia suficiente para llevar a buen puerto la obra literaria, pues sigue su narrativa con los demás personajes. De cualquier manera, todos quedan afectados con las muertes prematuras.

Palo está muerto. Deja una novia y un hijo. La guerra está por terminar, y el equipo del SOE decide que es justo decir al padre lo que en verdad ocurrió a su hijo. Cosa extraña: el agente alemán que atrapó a Palo, siente un deber moral de cumplir con el deseo de que su padre no sufra daño. Lo visita con frecuencia, se hace pasar por un colega de Palo, e incluso falsifica postales para hacer que la esperanza en el progenitor siga vigente.

¿Cómo termina la novela? Con la triste realidad. No es una película Disney. No es Spielberg. En la guerra hay muertes, hay fracasos, hay ganadores y perdedores. Y también los santos cometen actos de violencia y de cobardía.

Definitivamente: "Los últimos días de nuestros padres", es una buena novela. Pero buena, a secas. Tiene un lapso de lasitud en la mitad del escrito, pero tiene en general buen ritmo. Y están incubadas las habilidades de quien creemos será uno de los mejores escritores de principios de siglo.