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martes, 30 de diciembre de 2014

EL UMBRAL DE LA ETERNIDAD. Fin de la trilogía.


Creo que en un tiempo bastante aceptable, Ken Follett ha logrado compilar el siglo más complejo de la historia, a través de cinco familias que representan las vivencias fundamentales de los habitantes de países claves. Un buen epílogo de dicho esfuerzo de compilación lo constituye el tercer volumen de la trilogía: EL UMBRAL DE LA ETERNIDAD.

La visión es la visión de cuatro países: Rusia (URSS), Estados Unidos, Inglaterra y Alemania. Ahora resultaría interesante que el autor se propusiera contar esa misma historia, pero desde el punto de vista de otros países, menos involucrados en las causas pero igual de victimados en las consecuencias: El reparto mundial y el neocolonialismo, la Primera Guerra Mundial, la llegada de los totalitarismos facistas, la Segunda Guerra Mundial, la tensión permanente de la Guerra Fría, y la caída del Muro de Berlín.

Me resultó un libro muy atractivo, pues a mi edad, tuve la fortuna de comparar la visión de autor con la mía propia, sobre todo en lo que concierne a los acontecimientos de la década de los 80's. Crecí en mi más tierna infancia con las noticias del terrorismo en Beirut, el atentado a Ronald Reagan (que, extrañamente, el autor no cita), la lucha contra el comunismo y el papa polaco (cuyo atentado tampoco cita, extrañamente.

Las cinco familias (Dewar, Peshkov, Williams, Murray y Franck) dan paso a las terceras generaciones, si nos remitimos a los orígenes de la trilogía. En este caso, ya hay mezclas de apellidos que, por la naturaleza de la globalización nos parecen verosímiles, aunque poco probables. ¿El general ruso tiene un nieto afroamericano que es luchador por los derechos civiles? Creo que en estos casos, el autor pretende demostrarnos la realidad del mundo anterior al nuestro: no hay ideologías fuertes. El capitalismo obtendrá una victoria temporal, ante la caída estrepitosa del comunismo. Sin embargo, lo que más urge a los seres humanos es su deseo innato a la libertad, acompañada de los Derechos Humanos.

La narrativa sigue siendo tejida con maestría, al estilo de Ken. Es un libro que tomas y puedes leer por varias horas, con la mezcla perfecta de descripción, acción y diálogos. Magistral en la manera como nos relata la crisis de los misiles de Cuba. También, digna de atención, la narrativa relacionada con la creación del sindicato Solidaridad, en Polonia; y la represión armada que vino después.

En medio de tales acontecimientos, podemos descubrir su juicio ante ciertos acontecimientos históricos. Socialdemócrata por adopción, está en contra de los totalitarismos soviéticos. Hace patente el fracaso de comunismo como un medio de producción. Considera una aberración la guerra de Vietnam, y las campañas negras que la CIA lleva en países tercermundistas, con numerosos daños colaterales.

Si empezaste con la lectura de la trilogía, entonces debes terminarlas. Entiendo que, entre tantos acontecimientos, Follett debe de optar por unos y omitir otros. No se trata de dar un reporte histórico sobre la segunda mitad del siglo XX. Se trata de describir cómo vivían personas que nacieron, sufrieron y murieron en dicho mundo. Igual me parece entraño omitir, incluso indirectamente, los atentados  Juan Pablo II y a Reagan.

Es un libro bastante largo, más de 1150 páginas. Y abarca más años que los volúmenes anteriores: de 1961 a 1988. Igual, resulta imprescindibles para aquellos que nos gusta la novela histórica. No es necesario el planteamiento de todos los personajes, pues está de alguna manera dado con los volúmenes anteriores. Eso sí, este libro esta bastante más "sexualizado" que los tomos anteriores. ¿Reflejo de la revolución sexual que ha vivido la humanidad los últimos 60 años? Puede ser, aunque de repente me parece innecesario. Eso no le queta maestría al desarrollo de los personajes.

Dentro de los descendientes tenemos políticos, artistas de rock, evadidos de la Alemania Oriental. También tenemos espías de la CIA, actrices de cine y teatro, y funcionarios del Partido Comunista de la URSS. Una buena compilación histórica, que nos permite ponernos en lugar de los actores de la historia. Porque, en este caso, los actores de la historia somos también nosotros.