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sábado, 20 de abril de 2019

ESCUELAS CREATIVAS. ¿Acaso no hay algo más urgente?




La propuesta personal de leer este libro partió de dos premisas un tanto diferentes: una primera y natural curiosidad por saber qué complementos serían ideales para la propuesta educativa en la cual ahora me desempeño profesionalmente, y una segunda y retadora idea acerca de lo que podríamos hacer mal en nuestras escuelas.





Bueno, pues la lectura de Robinson y Aronica literalmente pusieron mi mente y mi intelecto en un proceso de pasteurización. Pasar de la autocomplacencia a la insolencia de admitir que quizás estamos haciendo todo mal. Como sea, rescato una de las frases incluidas en su epílogo para adelantar la conclusión y tranquilizar un poco las conciencias:

" La educación es siempre un equilibrio entre rigor y libertad, tradición e innovación, el individuo y el grupo, la teoría y la práctica, el mundo interior y el mundo que nos rodea."

De alli que cada maestro, cada padre de familia, cada político o incluso cada dueño de escuela sabe si lo que piensa, dice y hace respecto de la educación, la política educativa, o las acciones concretas dentro del aula, pueden ser adecuadas o no para cumplir con los fines más elementales y necesarios de la educación. y quizás también es un buen termómetro para darnos cuenta de en qué medida estamos haciendo las cosas bien al respecto, sin tantos Consejos Técnicos o cambios ideológicos.

En el mundo educativo, no se puede soslayar el prestigio y expertise de Ken Robinson. Su charla en TED Talks sigue siendo de las más vistas en youtube a lo largo de la historia. Y personalmente, comparto su premisa principal de que una educación industrial y bancaria -exclusivamente bancaria e industrializada- ya no es respuesta a los retos de este mundo veintiunonómico. Claro que es más fácil decirlo que hacerlo, pues nuestro sistema educativo nacional pareciera no haberse dado cuenta de que la cresta de esa ola ya se fue, y ahora nos peleamos por la posesión de los extremos del péndulo: métodos innovadores que convierten a las escuelas en auténticas guarderías, creadoras de buenos para nada. O bien, aquellos que lograron los cambios cosméticos necesarios para fingir las nuevas teorías, pero siguen aplicando la doble MM: madrazo y machete.

El libro es muy claro en presentar la impronta de Robinson respecto de la educación que necesitamos. Y realmente, considero que la creatividad y la innovación son competencias absolutamente necesarias en el mundo actual. Por ende, deben de vivirse y hacerse en las empresas, pero también en las escuelas. No dije aprenderse o propiciarse: literalmente, hacerse y vivirse.

Lo curioso es que el desglose de los temas abarca toda nuestra realidad educativa actual, sin que por ello queme en una hoguera lo que imaginaríamos que tendría que quemar. Queda claro que Robinson no es el Savonarola del conductismo, o de la educación tradicional. De hecho, los cambios que propone muchas veces son una serie de - pocas o muchas- mejoras continuas que podrían insertarse o integrarse, casi de manera orgánica y poco traumática, en los esquemas vigentes en nuestros respectivos países.

Resultaría un tanto aburrido bajar al detalle de sus propuestas, mismas que están cimentadas en una variedad de casos exitosos que él recopila a lo largo del mundo educativo actual.  Me quedo, a vuelo de pájaro, con las siguientes.

+ Ser maestro es un arte. Los corporativos y los gobiernos están un tanto obsecionados con la tecnificación de la educación, que de pronto quieren un monigote que haga lo mismo que su contraparte en otro campus, en otro lugar del país, en otro sexto de primaria. No. Gran error. Lo comparto y lo vivo en la angustia que como maestos tenemos al llenar cada vez más reportes y "seguimientos" que solo significan papeles para que nuestros superiores se sientan satisfechos. Y eso implica dejer menos tiempo para pensar en el alumno, en su problemática, en su individualidad y en cómo ayudar a poner un entorno para que aprenda.

+ El dilema de las asignaturas. Nos ha resultado muy cómodo dividir un día educativo en momentos de clase. Hemos analizado la realidad para enseñarla, pero sin volver a sintetizarla. Y cuando la vida le presenta un problema al alumno, se lo presenta integrado, en conjunto, de golpe. Hasta pagamos por hora de clase, y hemos tratado - no logrado- de adaptar los obejtivos de aprendizaje a sesiones discontinuas de 50 minutos, por ejemplo. Los grandes logros de la humanidad han requerido de personas que literalmente se sumergieron y obsecionaron con el problema, y daban las pausas cuando lo consideraban necesario, no cuando sonaba el timbre.

+ Campos disciplinares. Me parece una mejor forma de organizar la educación que las asignaturas. E implica eliminar las rivalidades que existen actualmente entre las academias: los de ciencias versus los de humanidades, los de artísticas versus tecnológicas.

+ Exámenes. Es la forma más comoda como maestro de demostrar eficacia en el aprendizaje, aunque no es realmente la mejor. Incluso con las rúbricas hemos caído en el mínimo aceptable, para lograr así una generación casi completa de estudiantes mediocres sin que nadie se de cuenta del por qué. La propuesta de las listas de desempeño en vez de las calificaciones numéricas me parece, sencillamente genial.

+ Las competencias fundamentales. La famosas 8 C. Me permito transcribirlas, pues me parecen esenciales para cualquier propuesta educativa a nivel macro o micro:
CURIOSIDAD: La capacidad de hacer preguntas y de explorar cómo funciona el mundo.
CREATIVIDAD: La capacidad de generar nuevas ideas y ponerlas en práctica.
CRÍTICA: La capacidad de analizar información e ideas y elaborar argumentos y juicios razonados.
COMUNICACIÓN: La capacidad de expresar pensamientos y sentimientos con claridad y confianza en una diversidad de medios y formas.
COLABORACIÓN: La capacidad de colaborar constructivamente con otras personas.
COMPASIÓN: La capacidad de ponerse en la piel de otras personas y actuar en consecuencia.
CALMA: La capacidad de conectar con la vida emocional interior y desarrollar un sentido de armonía y equilibrio personal.
CIVISMO: La capacidad de implicarse constructivamente en la sociedad y participar en los procesos que la sustentan.

Son demasiadas, ideas, y el libro me parece realmente útil. Tanto para los que trabajamos en el entorno educativo, como para aquellos a los que la educación les interesa, aunque sea un poco. Definitvamente recomiendo su lectura. Y sigo declarándome fan de Ken Robinson.


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