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jueves, 10 de diciembre de 2015

CAMINARÁS CON EL SOL. Un personaje que merece más.


¿Quién es Gonzalo Guerrero? Definitivamente, un personaje de la historia que merece más, mucho más. Más libros, más biografías, más polémica, más interpretaciones acerca de sus hechos, sus motivaciones, su circunstancia extraordinariamente personal, en un mundo que fue víctima de un acontecimiento transcontinental tan disruptor como lo fue la conquista de América.

Este mismo pensamiento, que aflora en mi mente de manera inequívoca tan solo evocar el nombre del personaje, imagino que fue recurrente también en el cerebro de Alfonso Mateo, autor de “Caminarás con el Sol”.

Y ahora que hablamos del autor, es bueno presentar sus credenciales: Licenciado en Geografía e Historia, especializado en Historia Antigua y Medieval. Por su parte, fuere aficionado a la arqueología, la antropología y la escritura.

Tiene varias novelas en su haber, y ésta es la primera que llega a mis manos. Desde hacía tiempo que quería obtenerla, pero cuestiones de disponibilidad y costos impedían la adquisición y el traslado. Dios bendiga a Jeff Bezos, je.

Vayamos a la novela. Está narrada en primera persona. Desde mi punto de vista, esta postura limita mucho la capacidad de descripción de todos los escenarios. Hay que pasar por el filtro del protagonista, lo que impide una extensión amplia de todos los lugares.

Por otro lado, la novela en realidad no implica la vida completa del protagonista. Está sumergida en los recuerdos de Gonzalo (dando a entender que estaba pensada una secuela) a partir de sus primeros años de vida. Y no termina con su muerte por un cañonazo de los españoles mientras los combatía en la expedición de Honduras. Este libro se queda en el primer avistamiento de las tierras mexicanas, por Hernández de Córdova. Y se presume que la causa de la hostilidad que presentaron todos los indios en relación a sus contactos con los españoles de esta primera expedición, se debió al convencimiento de proceder de esa manera por parte de un Gonzalo Guerrero ya tatuado, perforado, a la vestimenta indígena y hablando en un perfecto dialecto derivado del maya.

¿Sorprendente? Pareciera un espacio poco socorrido de nuestras crónicas oficiales. Sobre todo, en esas épocas en que se defendía el indigenismo a ultranza y se mostraba a los españoles como crueles conquistadores, sedientos de sangre y de oro. Se nos muestra el mestizaje como un proceso indígena que demeritó la riqueza cultural autóctona, en favor de la propuesta cultural vencedora.

No es tan simple. Y es lo interesante del libro. ¿Qué puede llevar a un español, capturado como esclavo por parte de los mayas, a asumirse como parte de ese nuevo pueblo, al grado de engendrar hijos mestizos y morir por su patria adoptiva?  Simplemente, circunstancias históricas y personales excepcionales.

El libro nos narra, de manera un tanto breve, su infancia y adolescencia. Su nacimiento en Palos, la muerte de su hermano mayor, la abnegación de su madre y un padre permanentemente ausente. Tendrá dos fórmulas para salir de la miseria de su contexto local: como soldado de los reyes, o como navegante.

En su juventud, prueba ambas. Navega en el barco de su tío, y participa en las campañas del rey de Aragón contra los franceses, por la posesión del reino de Nápoles.

Luego vendrá su viaje al nuevo mundo: territorios de lo que hoy son Colombia, Panamá y República Dominicana. Los españoles, frustrados por no encontrar el tan ansiado oro, se dedicaban a la explotación de caña de azúcar. Los indígenas morían como moscas, por lo que era necesario realizar expediciones para esclavizar a los nativos.

Esta primera parte del libro, me resulto un tanto monótona, sin tanta capacidad para despertar el interés del lector. A partir del segundo tercio de la novela, encontramos el tan famoso nudo de la historia. Su barco de regreso a La Española (República Dominicana), sufre una serie de tormentas y fenómenos climatológicos que los llevan a naufragar frente a las costas de Quintana Roo. Doce sobrevivientes (dos mujeres) serán apresados por los indios Tutul. Y poco a poco, el número irá disminuyendo. Algunos serán sacrificados, otros repartidos y vendidos como esclavos.

Gonzalo Guerrero, en su calidad de esclavo, sorprenderá a los nativos con sus capacidades bélicas en una emboscada a una expedición comercial. Y allí comenzará su ascenso social: de esclavo a hombre libre, a emparentarse con personajes de la alta nobleza maya, a consejero militar. Adoptará por necesidad primero y por gusto después, los hábitos de vestimenta mesoamericanos, las perforaciones y horadaciones, los tatuajes. Sus hijos son los primeros mestizos del continente que no sean producto de sometimiento o de abuso.

En esta segunda y tercera parte, el libro fluye con una habilidad envidiable. Como buen antropólogo e historiador, Mateo-Sagasta narra de sentida manera las costumbres mayas de la época: su cuidado de la milpa, sus celebraciones religiosas, la gran mezcla inseparable entre la espiritualidad y la vida misma. Me resulta sorprendente leer que, en pleno terremoto, los mayas no se escondían ni acudían a calmar a sus seres queridos: acudían a sus milpas, para hablarles, tranquilizarlas, susurrarles “al oído” que esa temblorina pasará, y que no sufrirán daño. Tanta ternura hacia la naturaleza me resulta conmovedora.

¿Es un libro que recomiende? Por supuesto. Vale la pena. Peor se puede mejorar la interpretación de la historia. Insisto, Gonzalo Guerrero merece un ladrillo de libro, o una serie de televisión. Un Dicaprio o un Mattew  Mc Conaughey que lo representen, con narigueras y todo.

El libro empieza un poco lento y soso, desde mi percepción. Pero se toma vuelo a la mitad, y te quedas con ganas de conocer a fondo la vida de este personaje. Sobre todo, conocer y simpatizar con su decisión de “traicionar” a sus paisanos, a juicio de una historia mal interpretada.