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jueves, 20 de octubre de 2016

DE QUÉ HABLO CUANDO HABLO DE CORRER. Murakami en otro tono.




Quizás no sea conveniente escribir sobre Murakami en estos días. Hace apenas una semana que se seleccionó a Bob Dylan como ganador del Premio Nobel de Literatura en el presente año del 2016. Escribo esta reflexión con sentimientos encontrados: por un lado, me declaro contento de que se entregue un reconocimiento atípico a un personaje que representa parte de los sueños e ilusiones de muchos (yo incluido); por otro lado, también me declaro fan de Murakami.

Quizás el propio estilo del autor sea la esencia de su maldición. Me parece un autor más fácil de leer que de entender. De repente, los privilegiados y sesudos encargados de otorgar el Nobel parece que se esmeran por reconocer a autores de nicho, sumamente complicados, regionales, culteranos. Un best seller es el antídoto para aspirar a tal reconocimiento.

Ese sería el problema con Haruki. Es tremendamente popular en Japón, y sus ventas alcanzan niveles bastante aceptables en el mundo occidental. Para muchos críticos, es un representante de la literatura pop (según se entienda este concepto) o un escritor "chambón", emulando los dichos de Nicolás Alvarado.

Pero leer este libro puede ser la clave para interpretar las razones por las que muchos nos identificamos con él. Desde la medianía de nuestras vidas nos sentimos atrapados por la rutina, encajonados en las obligaciones de los adultos responsables en un mundo cada vez más determinista.

No se trata de un libro con consejos para ser un corredor. De hecho, Murakami no se considera un experto corredor, a pesar de que los maratones que ha corrido ya superan los dedos de las manos. Es un libro que sintetiza su filosofía de la vida, y que demuestra la posibilidad para aquellos que tenemos una crisis de la mediana edad una reinvención absoluta.

Una vena inocultable en cualquier escritor es su impronta manifestada en las letras. Todos los protagonistas principales de sus obras tendrán algunos rasgos autobiográficos, sea de forma directa o alegórica. Por más imaginación que se tenga, de alguna manera la certeza empírica se manifiesta en el relato. Esa es la piedra Rosetta que me permitió entender las causas por las cuales sus protagonistas principales se parecen tanto. Cuanto tomas el último libro de Murakami, de alguna manera ya sabes de qué va.

Este libro se desarrolla como una carrera a tres carriles: su propia vida en general, su vida como corredor y su vida como escritor. El autor suelta los galgos y deja que la liebre imaginaria seduzca de manera libre su intelecto y se recorran los caminos. Podemos ver al autor hablar de su origen como escritor, de las razones por las cuales sigue corriendo y las satisfacciones o adjetivos con los que cataloga cada uno de sus obras.

Indaguemos en su historia. Murakami era un deportista promedio, casi mediocre. A lo mucho, practicaba deporte de conjunto ocasional y algo de natación. Nada sobresaliente a lo que exigen en las escuelas públicas japonesa. Y su vida corre emparejada. Antes de terminar su carrera en la universidad, se convierte en uno de tantos dueños de un bar con música de Jazz en medio de la megaurbe de Tokio.  Una vida perdida en el anonimato.

Algo ocurre en su vida, más sutil de lo que uno se puede imaginar. Aunque estudió literatura y teatro en la universidad, su incipiente emprendedurismo lo hace pedir un préstamo y regentear con su esposa el pequeño bar. El bar se solidifica, justo cuando decide escribir en serio para participar en un concurso. Su primer novela resulta premiada. Y una cosa lleva a la otra. De la rutina de atender un bar, a encerrarse en uno mismo para producir algo que guste a muchos.

Lo mismo pasó con su deseo de correr. El ambiente de un bar no es el más sano, a merced de los restos de las botellas y con la ropa impregnada de cigarro. Decide iniciar a correr, y la salud como motivo de ruta deja lugar a esa capacidad de introspección que se nos da a los que alguna vez hemos practicado este deporte como tal.

El libro está escrito en varias partes. Murakami reflexiona sobre su vida, en la medida que cada capítulo está contado en cada uno de los lugares que residió el autor: Corrió en Japón, en USA, en Reino Unido. Y su capacidad descriptiva de los lugares es un aliciente ante una filosofía personal que puede convertirse, a lo largo de la lectura, en algo repetitivo.

Queremos que nos pase algo extraordinario. Pero lo mejor es que nosotros nos sacudamos la "modorra" y nos atrevamos a provocar lo extraordinario. No somos Mozart para componer sinfonías en la adolescencia. Pero la mitad de la vida es un inmejorable oportunidad para hacer lo que queramos. No le iba mal con el bar, pero ahora está a las puertas de Nobel.

Creo que ese es el valor principal de su libro: más que la complejidad de su filosofía - no hay tal - la capacidad de entender a un autor que surge de las cenizas de lo ordinario para convertirse en uno de los íconos de la escritura contemporánea. También ese factor es el que me hace simpatizar con el libro.

En suma, tengo mis dudas sobre si es un libro que se pueda recomendar en general. Creo que para los bisoños, no es un buen libro para empezar a leer a Murakami. Pero sí es un buen libro para que, una vez leídas dos o tres de sus obras, empezar a entender al autor.