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martes, 21 de junio de 2011

Atila, el azote de Dios. Una mirada al enigmático personaje desde la óptica adecuada.



Se dice que la historia de la humanidad queda escrita de primera mano por los vencedores. Por ello resaltan en las crónicas de nuestros libros las hazañas de Alejandro Magno, Julio César, Carlos V, Napoleón y tantos personajes que lograron momentos culminantes de éxito militar y político. Hubo otros cuyo éxito fue tan fulgurante como efímero: Anibal, Hitler…y a veces dudamos en dedicarles al altar central de nuestra adoración histórica; la mayoría de las veces se quedan en un pequeño pedestal lateral.
El caso de Atila es un caso de difícil ubicación. Si bien consiguió establecer un vasto imperio a lo largo de Europa Central, los relatos antiguos acerca de sus métodos de batalla y los correspondientes saqueos provocan una mirada de espanto y hasta cierto horror justificado. El juicio respectivo de la historia se hace más complicado si consideramos que dos momentos importantes de su vida militar podrían considerarse fracasos: la batalla de Campus Mariacus contra el romano Aecio y sus aliados bárbaros, y su decisión de no entrar a saquear Roma, aparentemente convencido por el Papa León.
¿Atila debe de estar del lado de los ganadores de la historia? ¿O simplemente fue un notable general que ganaba las batallas pero perdía las guerras?
Pareciera que éste es el dilema central al que se enfrenta cualquier lector que tenga en sus manos algún relato biográfico del famoso tirano. Sin embargo, William Dietrich está dispuesto a complicarnos más la existencia cuando redacta una interesante novela histórica dedicada al bárbaro personaje.
La historia se cuenta desde la óptica de Jonás Alabanda, un joven griego que recibe el papel de cronista de una embajada griega dirigida al jefe de los Hunos. Recordemos que en esta parte crucial de la historia, el Imperio Romano ya se encontraba dividido en Oriente y Occidente. Roma caería en cuestión de unas décadas, mientras que Constantinopla sobreviviría un milenio. Ambas sufren las consecuencias de los embates de Atila. Mientras el Imperio Constantinopolitano sufre saqueos y mermas en sus fronteras por parte de las hordas hunas, el Imperio Romano sufre problemas de estabilidad política y ha sido vencido de manera virtual por varios grupos germanos que se han instalado en su territorio. Jonás, el personaje principal de esta novela, recorrerá ambos imperios y nos permitirá acceso a los personajes claves de la historia, y por ende, de la novela.
La premisa se basa en una carta que la hermana de Valentiniano (emperador de Roma) envía a Atila, solicitándole su protección. Valentiniano ha humillado a su hermana asesinando a su amante, y esa carta de venganza y despecho pone a temblar a un imperio. Atila interpreta dicha carta como un deseo de Honoria (la bendita hermana) de contraer matrimonio con el bárbaro, lo que lo convertiría en un emperador. ¿Dónde cabe Jonás en esta trama?
Aquí está lo artificioso del asunto: el escritor logra que Jonás se traslade de Constantinopla a Hungría, que sea prisionero de los Hunos, se enamora de una esclava griega, escape a las fronteras galas,  conozca a Flavio Aecio (respiro) , que participe en la gran batalla de Campus Mariacus, que rescate a su amada (la esclava griega que conoció en el cautiverio de Hunuguri) y que establezca un duelo personal por su amor platónico con un joven huno llamado Skila.
El desarrollo novelístico toma una doble vertiente: nos permite conocer las intenciones, aspiraciones, costumbres y estilos sociales de los pueblos implicados, y al mismo tiempo se esfuerza por desglosar una historia de amor, estilo triángulo de pasiones entre Jonás, la esclava griega y Skila. No digo triángulo amoroso porque nunca hay escenas de las que se están imaginando; todo es platónico por el momento.
La capacidad descriptiva del autor es bastante aceptable, la rigidez histórica del relato también está garantizada, y la narración de la batalla entre Aecio y Atila deja un buen sabor de boca por ser detallista sin llegar a lo quisquilloso, estilo Santiago Posteguillo. Lo único que parece quedarse corto es el tipo de soluciones que plantea en torno al triángulo pasional entre Jonás, Skilla y la mujer, manzana de la discordia. No les platico más, deberían de juzgar ustedes al leer.
Finalmente, me parece que “ATILA, EL AZOTE DE DIOS” es, sumando y restando al final, una buena opción para aquellos que gustan de los relatos históricos y de grandes personajes. Una buena película de acción podría salir de una adaptación de esta novela…aunque el final sería estilo Disney. ¡Hasta pronto!