Yo no sé si Porfirio Díaz
sea uno de los personajes más polémicos de la historia de nuestro país. De lo
que sí estoy seguro, es de que es el personaje de nuestra historia patria que
ha logrado sobrevolar todos los círculos que Dante nos relata en su Divina
Comedia. De lo más alto de las esferas celestiales, al séptimo círculo del
infierno. Así lo hemos catalogado, en base a la ideología política del partido
en turno.
Carlos Tello sabía que
dedicarse a escribir sobre Don Porfirio – nótese que hasta le digo “Don”- era
lo más parecido a reptar sobre un campo minado. En cualquier momento una bomba
puede explotarte no solo entre las manos, sino en ese tortuoso sendero por
donde se decidió reptar, a fin de lograr
atravesar el terreno.
La investigación
histórica en México es un terreno oscuro, maloliente, escabroso. Los mexicanos
necesitamos buenos y malos para sobrevivir. La construcción ideológica
subyacente siempre se ha compuesto de conquistadores y conquistados. Nuestras
pastorelas nunca omiten a los ángeles y a los diablos. Y si en la historia de
nuestra nación, alguien logra hechos atribuibles como heroicos, debe de ser
porque el maligno enemigo, el masiosare, impedía con sus plantas la erección de
nuestros respetables derechos. Faltaba más.
De esta manera, la mayor
parte del último siglo ha sido para considerar oficialmente a Porfirio Días,
como uno de los “cocos” oficiales del país. Si bien hay intentos
reivindicadores los últimos lustros, corremos el riesgo de no hacer las sumas y
rectas exactas y terminar por reivindicar sin condiciones a un personaje que
merece mejores análisis.
Sin embargo, creo que el
intento de Carlos Tello Díaz, en el primer tomo de su trilogía sobre Porfirio,
cumple como intento equilibrado de poner orden en nuestra casa común (la
historia nacional). Ignoro si él tiene una suerte de parentesco por
descendencia con el Prócer de la nación. Su apellido materno aparece
maquiavélicamente sugerente, en la portada de los libros. Una vez que leemos
sus reflexiones al respecto, creo que aparece la tranquilidad respecto de la
fidelidad del autor a la historia. No a las ideologías: a la historia en sí.
Cuando comencé a leer este
primer libro de Carlos Tello, inmediatamente me remití a mis años mozos, cuando
era asiduo lector de muchas producciones del Colegio de México. El estilo es
muy académico, aunque trata de atosigar lo menos posible con citas literales o
al pie da la página. No por ello el autor dejó de ser exhaustivo: de 550
páginas que componen el libro, más de 100 son puras referencias. Agradezco que
las incluya en el final, como un texto completamente separable.
En resumidas cuentas, el
autor no realiza necesariamente una biografía, o siquiera una biografía
novelada. Resuelve sus propios conflictos internos realizando un ensayo
histórico, en el que el contexto es tan importante como el personaje.
En este primer tomo,
resume los primeros 37 años de su vida. Y no es poco actuar. Escudriña
suficiente en el pasado de su padre y madre, en la excesiva religiosidad de la
época, en la estabilidad provinciana de las ciudades medias de la época -Oaxaca
incluido- y en el devenir ideológico que se generó con la proclamación de la Independencia
de México.
Toca los temas que,
obviamente, la mayoría de historiadores tratan en referencia al Porfirio de
infancia y juventud: Su infancia en el mesón de la soledad, sus estudios en el
seminario, sus inicios como soldado en la guardia civil de Oaxaca, durante la
guerra contra Estados Unidos. Y lo más importante: la forja de la leyenda, en
su lucha contra los conservadores y también contra los franceses.
Eso no es nada nuevo.
Recuerdo haber leído una biografía de Porfirio Díaz, obra de Nemesio García
Naranjo. Un libro sumamente entretenido, dada la sencillez de su estilo. Sin
embargo, más que una biografía, era una apología del personaje. Claro que
agradezco la oportunidad de esa lectura, cuando todavía el Nacionalismo
Revolucionario (PRI) era omnipotente en el país. De cualquier manera, agradezco
el clima actual de incertidumbre ideológica, que permite que florezcan trabajos
como los de Carlos Tello.
Personalmente, me
encantaron las relatorías que elabora sobre la vida ordinaria en Oaxaca,
basándose en los escritos de turistas extranjeros y habitantes locales de la
época. Eso de levantarse a las 4:30 horas, rezar el Rosario, acudir a misa de
5:00, y salpicar el día con montones de oraciones y otro rosario por las
noches, no lo hacen ni los talibanes en la actualidad. Y yo que creía (lo digo
con cariño) que mi padre, de raíces alteñas, era un poco exagerado al respecto.
Igual de interesantes
resultan las narraciones de las fiestas populares, las ferias del pueblo. Las
especificaciones sobre el rancho de los soldados y la forma de transitar por
los caminos de herradura. Si alguna persona es nueva en eso de leer a Porfirio,
también le resultará interesante la descripción sobre la estrategia militar que
empleó en cada una de sus batallas. El autor abarca todo el contexto posible,
para ponderar mejor al personaje de marras. Los apodos locales de conservadores
y liberales, constituyen la cereza del pastel.
Si bien hablamos de la
parte más “positiva” de su biografía, hay que reconocer que el autor también
explica con solvencia una parte oscura de la vida militar del Sr. Díaz. Previo
a la ocupación francesa del sur mexicano, Porfirio fue jefe político de toda la
zona. Sin recursos, sin presupuesto, con un país atorado económicamente, sus soldados
fueron más bien una especie de chusma que cometía numerosas atrocidades en
Oaxaca, lo cual provocó que los oaxaqueños imploraran la llegada de los
franceses. Nadie es completamente blanco o negro.
¿Recomiendo la lectura
del libro? Sinceramente. Pero tengo que aclarar que no es una novela, y que no
pretende entretener. Realmente pretende exponer más luces sobre un personaje
aparentemente muy “visto”, pero del que realmente faltan detalles por aclarar.
Y el subgénero de ensayo histórico puede que no sea digerible para cualquiera. Hay que leerlo sin deseo de terminarlo, de a
poco. Y corroborar el documento con el monumento, como diría mi maestro de
historia.