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miércoles, 13 de junio de 2018

UN ELEFANTE PARA CARLOMAGNO. Literatura de nicho.

Hay dos fuentes o "abrevaderos" de donde la literatura novelística se ha surtido de manera privilegiada, a partir de los últimos 100 años. De los historiadores o de los periodistas.
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Del lado de los historiadores, está el rigor de la investigación, la capacidad de profundizar y de reflexionar de forma lateral con gran habilidad, sin soltar el foco de su asunto. Sin embargo, la naturaleza de su escritura es más bien ensayística y eso puede resultar de difícil digestión para muchos lectores. La línea entre al relato de fácil divulgación y el escrito culterano, de alto nivel comprensivo, a veces es inexistente para ellos.

En la otra cara de la moneda, tenemos a los educados en las artes del periodismo. Están acostumbrados a describir y narrar, saben acotar sus juicios y reflexiones so riesgo de editorializar, y saben redactar bajo la prescripción de un número determinado de palabras. He visto más intentos exitosos de periodistas vueltos novelistas (García Márquez, Pérez Reverté), que en los casos de sus contrapartes (Ben Kane). Otros, como Ken Follet y Santiago Posteguillo,  creo que ejercieron el arte de la novela al mismo tiempo que desarrollaron sus intuiciones investigadoras de manera ordenada y adecuada.

Pues bien, tengo en mis manos la primer novela de un historiador europeo - Dirk Husemann- y creo que el resultado es una novela que no alcanzo a describir como buena, pero que tampoco me dejó un sabor amargo en su lectura. Lo curioso es que el autor es a la vez periodista e historiador, aunque la naturaleza de su periodismo era más bien cultural que social. Allí radica la diferencia.

¿De qué trata UN ELEFANTE PARA CARLOMAGNO? De novelar y completar con verosimilitud un acontecimiento real, histórico: el regalo de un elefante de parte del Califa de Bagdad, con destinatario al flamante Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico de Occidente. En ese momento, había tres grandes imperios que controlaban Medio Oriente y Europa: Aquistrán, Bizancio y Bagdad. La alianza entre dos de ellos podría suponer la aniquilación del tercero.

El autor juega con el tablero político y social que constituía la Europa de la alta edad media: una cristianización incipiente, pueblos recién sometidos, incoherencias en todas las religiones y un fanatismo exacerbado que siempre hace de las suyas entre el pueblo bueno. Y como personajes fundamentales una mezcla variopinta de razas y pueblos: Sajones conversos, francos regordetes, musulmanes soberbios y un judío que es el único que parece tener una visión equilibrada de las cosas.

Todo comienza con la conquista de las tierras sajonas de parte de Carlomagno. Y el regalo, varios lustros después, de unos perros de razas especiales y paños frigios al Califa de Bagdad. Isaac de Colona es el encargado de liderar la expedición con los regalos. Sobreviven a duras penas, pero cumplen con el cometido.

En contestación, Harun al Rashid envía otros regalos diplomáticos: un reloj de clepsidra y un elefante. ¿Cómo llevar el elefante de Bagdad a la Capital del reino franco? De eso trata la novela.

En el camino, Isaac comprará a Thankmar, un esclavo sajón cojo que será e principal domador del elefante. Hay unos musulmanes que complican la travesía, y se descubre un complot del Obispo Hildebrando de Arlés con el fin de destronar a Carlomagno. Isaac tiene un amor platónico, una guerrera sajona que fue cristianizada tras la derrota de su pueblo y ahora es monja en un convento del suroeste francés. Todos serán parte fundamental del equipo que sin darse cuenta se colude para tratar de evitar la derrota y muerte del Emperador. Disculpe usted el spoiler.

El libro tiene ratos buenos, tiene ratos demasiado inverosímiles, y de repente extiende demasiado los tiempos y los lugares para tratar de mantener el equilibrio descripción-acción. No me logró atrapar, aunque por lo general las novelas que parten de acontecimientos históricos son de mi gusto particular. Creo que el autor puede pulir todavía más su estilo narrativo, y mejorar sus giros inesperados. Hay un par de acontecimientos dignos de una secuela de "Rapido y Furioso", que le vitan verosimilitud antes que agregarla. Ahora resulta que el emperador le debe la vida al elefante. Históricamente, lo más probable es que dicho paquidermo muriera dentro del zoológico particular del potentado.

Como sea, la mejor opinión siempre la tendrán ustedes.