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jueves, 25 de abril de 2013

VENGANZA DE SANGRE. Sebastián Roa.


 
La lectura de autores un tanto noveles, puede ser motivo de satisfacción o decepción.  Sebastián Roa es, ante todo, un historiador. Se ha introducido al mundo de la novela con resultados un tanto dispares. Me decidí a leer una novela de dicho autor, relativo a la historia de España en las postrimerías de la Edad Media.

Hablo de VENGANZA DE SANGRE, ganadora al Premio Hibris. El título nos permitiría explicar la trama de esta historia, sin demasiada imaginación. El autor aprovecha la invención de sus personajes ficticios para darnos toda una cátedra de historia y filología. Dicho esto, podrán darse cuenta de que su obra puede resultar muy culta para algunos, o pedante para otro tipo de lectores. Vayamos al grano.

Estamos en el mar mediterráneo, en los albores del Siglo XIX. La parte occidental del Mare Nostrum está en pugna entre genoveses, musulmanes, aragoneses y franceses. Para apoderarse de una lengua de tierra, hay que pedir el consentimiento del Papa, otra potencia imperial de mediana categoría que hace uso de sus atributos espirituales para maniobrar políticamente.

Entre las luchas perpetradas con la participación de angevinos y aragoneses, existe una víctima circunstancial. Allain de Avesnes, caballero al servicio de los angevinos, deja a su esposa e hijo pequeño en su residencia maltesa. Acude a la defensa del puerto, atacado por aragoneses. Finalmente, el noble francés muere y el puerto es tomado por los invasores.

¿Qué sigue? Un episodio singular, al más trágico estilo de Dexter:  un grupo de mercenarios entran a la residencia de Allain, vejan a la sirvienta y a la esposa (ahora viuda) y terminan por asesinarlas. Los cuidadores de las nobles mujeres les dan la espalda al final, para salvar el pellejo. Un italiano y un gascón. En un charco de sangre, el niño está inerme, a mecerd de los instintos de estas bestias salvajes, que a punto están de arrojarlo al despeñadero del castillo.

Digo bien que a punto están, porque en ese punto entra a la residencia el noble caballero aragonés Artal de Exea. Como todo noble caballero, el no tiene los bajos instintos de sus compañeros de conquista. Impide la muerte del niño, y lo toma en adopción. Se hace la promesa de educarlo bajo los más puros principios de la caballería medieval, sin omitir su pasado tormentoso, a fin de que el imberbe muñeco tome venganza en un futuro por dilucidar, si es el deseo del mozalbete.

De aquí en adelante, dicho niño será llamado Blasco de Exea, en honor a su padre adoptivo. El crecimiento y desarrollo del protagonista principal se ve intercalado por episodios de la historia de Aragón. Concretamente, de las ambiciones del rey Jaime II por conquistar Cerdeña.

De aquí en adelante, tenemos un contrapunto que se entreteje entre dos tramas interesantes: la lucha de Blasco por consumar su venganza, y la lucha de Jaime II de Aragón por conquistar su isla. La historia nos dice cómo termina esta historia, a grandes rasgos. Y la lógica narrativa nos indica cómo termina la vida de Blasco. Digo, si la novela se llama “Venganza de sangre”…..pues obviamente que tenemos venganza. Y al estilo Kill Bill.

Pero no se anticipen tanto. El autor hace gala de sus dotes de erudición y desparramamiento literario. Para llegar a los dos finales deseados, no hay una línea recta, haciendo honor a la matemática. El camino se torna tortuoso, advenedizo, retador y desconsolante. Blasco tendrá que crecer, enamorarse, frustrar su amor, volverse templario, participar en misiones misteriosas, enamorarse, frustrar su amor, huir, luchar en países ajenos, rescatar a sus hermanos caídos en desgracia, enamorarse otra vez, frustrar su amor. Y juntar su destino con el de la conquista de la isla.

Toda la verborrea vertida en el párrafo anterior es simplemente una muestra de lo que le espera al lector. Un ladrillo de 750 páginas para consumar un final ciertamente anticipado. Les recuerdo que lo divertido del viaje no es llegar al destino. De vez en cuando, el viaje mismo es parte de las vacaciones. Eso mismo pasa con este libro.

El estilo de redacción del libro es muy formal, con un lenguaje bastante técnico, si se me permite el adjetivo. Encontrarán un acervo de términos relativos a las vestimentas medievales que no siempre son comprensibles para el lector promedio. El autor propone un glosario al final, el cual puede ser de utilidad. Honestamente, cuando su servidor entiende por contexto que Blasco trae su armadura, se da por bien servido. ¿Importa si trae bien puesto el almófar, si se rasparon las brafoneras? ¿Si se quitó la brigantina para sacudirse la crespina? Y la garnacha no es comida mexicana en este contexto: es una especie de chaleco o abrigo de usanza aragonesa. A veces no percibo la diferencia entre cultura y pedantería.

Si eres amigo de la historia, éste puede ser tu libro. Pero es una historia muy particular, la de Aragón. Seguramente el escritor tenía en su mente como público primario a sus paisanos, lo que hace que en el ámbito internacional el libro pierda atractivo. Si te gustan las historias medievales, este libro es perfecto. No solo aparece Jaime II, sino que sale también Robert de Escocia, y hasta José de Arimatea. El autor cae en algunos excesos al final del libro que bien pueden resultar divertido. Solo te pido que le tengas paciencia al libro. Te puede cansar al principio, pero si le eres fiel, te corresponderá con buenos ratos al final.