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lunes, 5 de enero de 2015

DESGRACIA. La fragilidad humana según Coetzee.



Dentro de mi santuario interior,  digamos que tengo en un "altar" a una determinada categoría de escritores. La mayoría de los que he experimentado. Luego, hay una escalinata, con otros autores que no son de culto, pero por allí van. En esas escaleras, colocaría a Ken Follett, por ser un autor que, con todo y sus pequeños defectos, me parece imprescindible de leer. Finalmente, hay un altar mayor, con los libros de Italo Calvino y José Saramago.

Pues bien, estimados lectores, les comunico que a partir de este momento, ingreso al santoral mayor al sudafricano John Mazwell Coetzee. Si algún día, logro volver mi fantasía sueño, y luego proyecto, me gustaría ser un escritor con el mismo tono y naturaleza que JM Coetzee. No encentro con facilidad autores que, con una asombrosa facilidad, te pongan a pensar sobre la naturaleza humana como lo hace él.

Su lenguaje dista de ser elitista o complicado. Sin embargo, al final de cada frase, te obliga a pensar que hay algo más que la simple denotación de las palabras. Experto en el lenguaje simbólico, durísimo cuando lo tomas como un par, en esto de la humanidad errante, y descubres que no eres tan diferente a cualquiera de los protagonistas de sus obras. No es un autor optimista, puede resultar un tanto desesperanzado. Sin embargo, parece que su premisa de vida (compartida al mundo entero) es: no importa cuánto te joden, tienes que luchar por algo mejor. Y si no hay algo mejor, tienes que seguir.

No, no estoy siendo moralizante. Él tampoco lo es. Sus personajes pueden ser tremendamente falibles. Insulsos, inclusive. Así somos todos. Y así como somos, tenemos nuestra buena dosis de miedo, nuestro corazón lleno de insatisfacciones, nuestra vida que pende de la ansiedad de saber si realmente estamos dejando un legado, o todo es un castillo de naipes, que puede desaparecer al menor ventarrón.

Creo que muy pocos autores, pueden como Maxwell, hacer más que una descripción, una adecuada simbolización sobre la fragilidad de la naturaleza humana. Lo descubrí con su último libro "La infancia de Jesús". Y lo compruebo con este libro: "Desgracia". Ojalá y escribiera más seguido. La mayor parte de su obra, está escrita en décadas anteriores. Contrario a otros autores que están en la cúspide de su producción, JM está en la declinación de su estela.

Pasemos a lo que nos trae. ¿Cuál es la trama de la novela? David Lurie es un profesor de literatura universitario. Tiene 52 años, y una existencia por demás anodina. Divorciado dos veces, su mayor placer ocurre los jueves, cuando va a una casa de citas, a disfrutar de los placeres de Soraya, una prostituta malaya.

En su primer matrimonio, se casó con una holandesa. Tiene una hija, Lucy, que vive actualmente en una granja. Con la esposa de su segundo matrimonio, Rosalind, sigue teniendo una comunicación cordial, por lo menos.

Su vida no es perfecta, ni mucho menos; pero se conforma con ella. Maestro universitario de literatura, ha escrito un par de libros, y está en preparación de un tercero. Más bien, está en preparación de redactar una ópera. Consciente de que, en estos días, á la gran mayoría de los estudiantes universitarios les importa un pepino la literatura y lo que tenga que ver con ella, ejerce su profesión con responsabilidad, pero sin pasión.

La única parte de su vida que tiene verdaderamente pasión, es su cita los jueves con Soraya. No quiere a otra prostituta, siempre a Soraya. Ella o ninguna. El típico lenguaje seductor y condescendiente de la pécora constituye un bálsamo en su vida. Incluso, él sueña un poco con la posibilidad de redimir a Soraya, para vivir juntos y alejarla del mal camino. Dicho en pocas palabras: no la quiere compartir.

El verdadero detonante del nudo (ojo, estimados lectores, no se confundan con las críticas leves que encontrarán en portales de internet) se da cuando Soraya se enferma, y un par de jueves le dicen a David Lurie que ella no le puede ofrecer sus servicios. Paciente, espera la recuperación. Regresa, y la "Madame" le comenta que Soraya ya no trabaja con su agencia, que hay un montón de prostitutas para escoger, que sacie su libido con cualquier otra mercancía de los anaqueles. Pero David solo quiere a Soraya.

Pasamos a la etapa de desasosiego. Lo intenta con otra "Soraya", pero no queda satisfecho del todo. Anda por la vida como barco sin timón. Incluso, llega a ver por la calle a la original Soraya, con la cabeza tapada como buena musulmana, y con un par de hijos agarrados de la mano. David la intercepta, y quiere conversar con ella. Ella lo repele y huye despavorida.

Ahora, tiene que probar. Esa parte de su vida (sexual y afectiva) tiene que ser resuelta. Con otra prostituta, ya no funciona. Con alguna señora de su edad, no le cuadra. Al viejo rabo verde se le ocurre, una tarde en el campus universitario, que podría tener una aventura con alguna alumna. Total, ya son mayores de edad y son cancha reglamentaria. No hay impedimentos legales; si acaso, morales.

Cae en la cuenta de la existencia de Melanie, un viernes por la noche al salir de la universidad. Una alumna de su clase. La saluda, la invita a llevarla a su casa en una noche lluviosa. Y poco a poco, llegan a tener una relación romántica. O al menos, eso parecía. Él, de 53, ella, de 21. Él, profesor universitario y aspirante a escritor de ópera. Ella, alumna regular y aspirante a actriz de teatro.

La relación termina mal. Se frecuentan otras veces, llegan a tener relaciones íntimas. El círculo de alrededor de Melanie explota. Su novio amenaza a David. Ella se ausenta de la clase. Todos se enteran del enredo y él aparece como un depredador sexual, aunque la relación fue siempre consensuada. Se abre un expediente disciplinario. David se porta con arrogancia ante el jurado de pares, y eso consigue su expulsión del cuerpo colegiado de maestros de la universidad.

¿Qué va a hacer en este momento? No lo sabe. Se le cierra la opción del magisterio. Para aclararse un poco de mente, decide pasar un tiempo con su hija Lucy. Vive en una granja cercana a la ciudad de Salem, en Cabo Oriental. Y aquí conoce un mundo completamente distinto al suyo: la vida de campo, las labores agrícolas, los usos y costumbres rurales.

Lucy tiene una granja de unas 5 hectáreas. Siembra hortalizas y flores. Y cuida de perros por encargo. Sus vecinos son el matrimonio Shaw, dedicados a la veterinaria y a la eutanasia de perros abandonados. Y, por otro lado, Petrus. Un ranchero de raza negra que tiene tierras a un lado de Lucy, con dos esposas. Ocasionalmente ayuda a Lucy con las labores del campo.

David es tremendamente sarcástico con este nuevo mundo. Su calificación de todo lo que ve es negativo, pero se aguanta. Acompaña a Lucy en sus labores y lucha por ser amable con los que están a su alrededor, pues ninguno le cae bien, en realidad. En esa lucha interna viene el acontecimiento más dramático, más llamativo. Aunque el detonante de toda esta trama fue la ausencia de Soraya, recuérdenlo bien.

Una tarde, al regresar de pasear a unos perros, se encuentran a tres negros afuera de la propiedad. Malencarados, solicitan el uso del  teléfono para reportar el trabajo de parto de la esposa del jefe. Ante un argumento razonable, Lucy pasa con él a la casa. Y sobreviene lo peor. Golpean a David, lo encierran en un baño. No escucha nada, pero se imagina que si hija es violada por los tres. Después de gritar e intentar salir del baño, uno de los asaltantes lo golpea de nuevo, lo rocía con alcohol y le prende fuego. Mientras lucha desesperadamente por no ser consumido por las llamas, escucha las detonaciones del rifle que tenían en la casa, y las ejecuciones de los perros en custodia.

A partir de esta tragedia, viene una tremenda lucha interior y exterior de todos los participantes. Curarse las heridas, denunciar el hecho, deconstruirse y juntar las partes de la personalidad. David luchará por poner orden en sus pensamientos, y por convencer a su hija de denunciar el hecho completo. Sabe que ella ha sido violada, pero ella prefiere guardar silencio. Sabe que Petrus, el vecino, es cómplice directo o indirecto, pero nada puede hacer. Sabe que tiene que resolver las partes de la vida en la que se siente todavía culpable pero eso encara dificultades adicionales.

"Desgracia" es una obra maestra de nuestra humanidad insatisfecha. Ninguna de las obras de Coetzee que he leído, tienen final feliz. Y eso me gusta. Por eso quiero agregar a JM en el altar de los escritores que, a mi humilde juicio, son los mejores analistas de la realidad humana. ¿Cuántas veces en nuestra vida, hemos tenido que recoger las partes de lo que queda de nosotros? ¿Cuántas veces, hay caminos a seguir, pero que no son los mejores, ni siquiera los favorables? Esta novela cumple con eso, y nos hace pensar bien.

Hay una adaptación de la novela al cine, interpretada por John Malkovich. Huelga decir que omite muchos de los detalles que encuentran en la lectura directa.

Ahora, voy a experimentar con Jo Nesbo, a ver qué tal están los taquilleros. No se pierdan la
siguiente entrega.