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viernes, 27 de diciembre de 2013

LOS REYES MALDITOS VII. De cómo un rey perdió Francia.

LOS REYES MALDITOS VII:
De cómo un rey perdió Francia. A nivel de opinión general, puedo decir que la saga de Los Reyes Malditos es una serie magníficamente escrita, que respeta dos aspectos fundamentales en su construcción: las leyes de la narrativa y el rigor histórico. La “cama” sobre la que se propone todo el relato obedece a datos objetivos que, en su naturaleza de historiador, Maurice consideró fundamental resaltar.
 Las partes sobre las que no hay una conclusión histórica generalizada, (como el hecho de la sustitución de Juan el Póstumo, o las conexiones hechiceras de la dama Hirson) son las que permiten la narración novelesca de la trama. Llegando a la última parte de su serie, está más que claro el relato en sus tres partes: planteamiento (la maldición de los templarios, en el apogeo del reinado de Felipe el Hermoso), el nudo (la aparentemente anormal sucesión rápida de sus tres hijos, y la implementación de la ley sálica, lo que impide la descendencia por vía femenina) y el desenlace: gobernantes ineptos que sumen a Francia en la decadencia y la casi destrucción total de su territorio e identidad.
En mi opinión personal, el Séptimo Capítulo es el más “flojo” de todos. De hecho, ahora que lo leo por enésima vez, casi me parece que sale sobrando. Está narrado en un tono un tanto epistolar, lo que le adjudica a los hechos un carácter un tanto lejano, casi anecdótico. El narrador de la historia, el Cardenal Tayllerand, visita sus posesiones eclesiales, al tiempo que hace un recuento de los hechos. Para que un relato narrado desde estas coordenadas funcione, es necesario que el narrador despierte simpatía o empatía con el lector. Este cardenal despierta todo lo contrario. ¿En qué los quedamos?
Dejamos atrás los escarceos y los pequeños saqueos de pueblos costeros. Viene la invasión en toda forma. El rey Felipe de Valois es un gran caballero en las justas y en las competencias. Pero es un pésimo estratega de guerra. Eduardo III tiene éxito en hundir a la flota francesa, acantonada en Normandía. Avanza en Aquitania y derrota a la caballería francesa en la batalla de Crécy. En un afán de dominancia, los mismos caballeros franceses arrollarán a su propia infantería, y en medio del caos son blanco fijo de los arqueros ingleses. Francia pierde buena parte del meridiano galés y la parte de Calais.
El rey Felipe queda viudo. Está distanciado de su propio hijo y sucesor, Juan II. Ya es más que sabido el rumor sobre la homosexualidad de Juan. Como todo rabo verde, Felipe el viudo se enamora de la prometida de su hijo. Se desposa con ella y morirá a los seis meses de este nuevo matrimonio. Aceptará una tregua de siete años. Se le conoce como el rey que, tras la batalla de Crécy, anduvo vagando por la campiña solicitando ayuda. En la tregua, la peste asoló Europa. Se llevó a millares de personas, menos al hijo del rey.
Llamado comúnmente Juan el Bueno, será más bien un sujeto vanidoso, veleidoso, cruel, incapaz de gobernar al país en tan tremendas circunstancias. A este rey Juan, le ocurrirá de todo. Se le buscará otra esposa, la cual morirá en la peste. Se le buscará una nueva esposa, pero su favorito es Carlos de la Cerda. Impone modas de un talante un tanto afeminado entre la nobleza de su tiempo. Tiene preso a Carlos de Navarra “llamado el Malo”. Y su reino se debate entre la inflación y las amenazas externas. Los ingleses saquean de manera continua el país. Eduardo III y su hijo “El príncipe Negro” realizan correrías por el norte y el Languedoc.
Se dice que hay dos capitales de Francia: Burdeos, que resuma abundancia, y París, donde todo es al mismo tiempo caos y frívola ostentación. En medio de tales tribulaciones, el cardenal Taillerand será enviado a proponer una paz para ambos reyes. A cambio, les propondrá una cruzada conjunta contra el turco. Las peripecias del momento dificultan un tanto las labores diplomáticas. El rey Carlos de Navarra ha sido liberado de su prisión. Juega a dos manos: promete lealtad tanto al rey de Francia como al rey de Inglaterra. Una conspiración ha logrado asesinar a Carlos de la Cerda, el favorito del rey. Juan se vuelve loco y busca quién se la pague.
En Ruan, el delfín Felipe convoca un gran banquete. Numerosos nobles normandos, incluso el rey Carlos de Navarra, acuden al famoso festín. El rey Juan llega por sorpresa a la ciudad y toma presos a los principales asistentes. Algunos serán ejecutados un par de días después. El rey Carlos será puesto preso, en espera de una sentencia final. Mientras tanto, el Príncipe Negro comete otra de sus correrías en una vasta zona del país. En rey Juan ha convocado a sus nobles y ha tomado la oriflama. Al ser avisado, busca flanquear en su camino al ejército inglés, y aplastarlo. Por una vez en la vida, parece tomar una decisión lógica y atinada desde el punto de vista militar.
Para acelerar su paso, licencia a su infantería. Creen haber aprendido de la batalla de Crécy, donde la misma caballería francesa tuvo que arrollar a su infantería a causa de la lentitud de los pedestres. Al final de cuentas, logran el flanqueo. El príncipe negro está rodeado, con un solo camino de acceso (bastante estrecho) y con 5000 soldados. El rey Juan posee cerca de 25000 soldados. El cardenal Perigord se convierte en un boomerang que pasa de campamento en campamento, negociando una rendición sin sangre, o una tregua inclusive.
Incluso sin combatir, bastaría a los franceses rodear el campamento invasor para hacerlos rendir por falta de pertrecho, unas semanas después. Aquí, ocurre lo inaudito. Justo cuando el príncipe negro renuncia a todo lo que ha ganado en la invasión, la respuesta del rey Juan es NO. Decidirá atacar. Y como en la batalla de Crécy la caballería fue derrotada, ordena a su caballería que desmonten y que suban a la colina así, por su propio pie. De esa forma, con 10 o 15 kilos de peso, los caballeros se mueven como figuras de lego, blancos fáciles para los mortíferos arqueros ingleses. Y ocurre la masacre. Juan el Bueno termina prisionero. Se le trata con todas las consideraciones, la crema y nata de la sociedad francesa será muerta o tomada cautiva, en espera de un cuantioso rescate. Y Francia comienza una de sus etapas más oscuras.

Oh Jerusalén. Un pueblo indómito.

Cuando reflexioné sobre la manera de empezar este comentario sobre el libro "Oh Jerusalén", no Oh, Jerusalénpodía alejar de mi mente el hecho de que quizás profanaría con mi humilde narrativa a dos gigantes de la humanidad. Uno es el pueblo judío, y otro es Dominique Lapierre. Permítanme explicar.


Hablar del pueblo judío es difícil, porque implica querer circunscribir con unos párrafos a los fundadores del monoteísmo, a los iniciadores de uno de los libros más populares del mundo, a los autores indirectos del pensamiento occidental. A un pueblo que permaneció sin territorio más de 2000 años (contando los casi 1900 de la era cristiana, y poco más de cien con el destierro de Babilonia en la era precristiana) y que, a pesar de ello, conservó su esencia cultural y su sentido de identidad y pertenencia. Simplemente la misión supera las fuerzas de cualquier escritor.

Y hablar de Dominique Lapierre es hablar del periodista que mejor supo realizar la transición entre el reporte periodístico y la narrativa convencional. Gabriel García Márquez, intentó lo mismo, pero se perdió en el camino. Su pérdida nos trajo el tan discutido realismo mágico. Hemingway quedó atorado en las ataduras ideológicas con las que simpatizaba. No dudo que hablo de grandes escritores. Pero Dominique Lapierre simplemente nos sabe transmitir el drama humano de cada una de las situaciones que transcribe: ya sea la guerra de independencia de Israel (Oh Jerusalén), la misericordia y la excesiva miseria de los barrios de Calcuta (La ciudad de la alegría) o incluso la esperanza donde hay solo fatalismo para un enfermo de sida en los 80`s (Más grandes que el amor).

El libro "Oh Jerusalén", fue redactado el año de 1972. Es una crónica magnífica de los esfuerzos del gobierno de Israel por sobrevivir como nación, antes y después de la fecha de activación del reparto que sugirieron las naciones unidas en 1948. Recordemos que la ONU dio como fecha límite a los ingleses abandonar el país el 14 de mayo de 1948. Aunque se hizo una propuesta de reparte de territorio para judíos y árabes, los pueblos árabes no lo aceptaron. Juraron desaparecer al estado de Israel a partir del momento de su nacimiento.

Las dos partes del libro nos hablan de los preparativos en ambos lados para cumplir su objetivo primordial: para unos la desaparición, para otros la sobrevivencia. Si resulta dramático ver a los sobrevivientes de los campos de concentración, salir de Guatemala para caer en Guatepeor, podremos imaginarnos el drama final de los residentes palestisnos que, tras la segunda oleada judía que los obliga a abandonar sus casas, terminan por ser los apestados del mundo. Prácticamente ningún país árabe quiso acojerlos en su territorio.

Hablamos de un drama que sigue en la fecha actual: Israel es el rival a modo de los árabes, ante la impotencia de luchar contra Estados Unidos. Israel es una nación mejor organizada, con mayor sentido de solidaridad y acostumbrada a luchar por su supervivencia. Queda claramente demostrado mediante las acciones narradas en el libro. Y los árabes están divididos, por más que usen el micrófono con numerosos tacos de lengua.

Definitivamente es un libro entretenido, A quien le guste la historia contemporánea, le agradará la lectura de esta obra de Lapierre, en colaboración con Collins. NO es su mejor obra, pero vale la pena. Y no caduca, porque las historia es así.

 

lunes, 9 de diciembre de 2013

LOS REYES MALDITOS VI: La flor de lis y el león.


Hemos llegado a la parte culminante de la saga. Las historias de dos países y de tres casas reinantes, colisionarán en este tomo para dar origen a una de las guerras más largas en la historia de los países. Resentimientos que todavía hoy salen a flote entre ingleses y franceses, tienen su origen en dicha conflagración.

Aparentemente, estos años manifiestan la consolidación de ambas coronas: la de los Plantagement en Inglaterra (con buena dosis de sangre capeta) y la de los Valois en Francia. Carlos el hermoso está agonizante. Es cuestión de días para que su muerte ocurra. Roberto de Artois, en los hechos el administrador del reino, mueve todas sus bazas para conseguir que la regencia caiga sobre el hijo de su protector Carlos, el cual murió otrora unos años. Carlos muere sin dejar descendencia masculina. Su tercera esposa está embarazada. Habrá que esperar, para tener un nuevo rey si el niño nace varón. Si, por el contrario, es una mujer, se aplicará la ley Sálica y se buscará un nuevo rey según el grado de cercanía de consanguineidad.

Mientras Carlos agoniza y tose sangre en su lecho, Roberto enlaza todos los cabos posibles, para asegurar que quede en la regencia su primo Felipe de Valois. De ser así, él podrá seguir mandando en el país más poderoso de Europa Occidental.

La historia, a lo largo del libro, se construye en una suerte de paralelismo entre el destino del rey de Francia, y el destino del rey de Inglaterra. Al nuevo rey de francés se le llama “el rey encontrado”. No era un rey de sangre, sino el candidato más fuerte por la cercanía familiar. Las mujeres quedan descalificadas por el criterio de la Ley Sálica.

Bajo ese mismo criterio, Eduardo III de Inglaterra no tiene por qué reclamar su derecho al trono, aunque su madre sea hija de Felipe el Hermoso. Como sea, enviará a Orleton con los pares franceses a reclamar su derecho al reino. Todos se sorprenden ante la insolencia de tal canónigo, enviado por el designio de un puberto real. En el debate de los nobles gálicos, su reclamación tendrá de momento un carácter meramente testimonial. Con el paso de los años, cobrará importancia.

¿Qué ocurre mientras tanto? En nuevo rey Felipe goza de una popularidad inicial completamente peñanietista: es alto, apuesto, tiene el porte de un verdadero rey y se luce en las justas y las competencias caballerescas. Todas las mujeres francesas sueñan con el nuevo rey; el rey encontrado. Roberto de Artois aprendió bien de su suegro, Carlos de Valois. Ahora es él quien en realidad manda en toda la campiña francesa. Aprovechará la oportunidad para reclamar de nueva cuenta el Artois. Ahora recurrirá a lo inverosímil: sabiendo, de buena fuente, que unos documentos que le otorgaban el derecho al condado fueron quemados por Mahaut, se propondrá falsificarlos.

Viene la ceremonia de vasallaje. Eduardo III no está muy dispuesto: un hijo de rey no debe arrodillarse ante un hijo de un noble. Los negociadores de ambas partes llegan a un formulismo adecuado. Y en plena ceremonia, Roberto de Artois vuelve a reclamar su condado, afirmando que presentará pruebas. Dimes y diretes se cruzan entre Roberto y su tía. La suerte está echada.

¿Qué ha pasado en Inglaterra? Tras tres años de regencia de Mortimer, éste se ha vuelto igual de tirano que los Le Despenser. Tiene dominada a la reina madre. Controla el país con mano de hierro. Poco a poco, destierra o ejecuta a sus opositores, incluido el Conde de Kent, tío de Eduardo III. Una nueva conspiración libertaria se gesta, ahora con el rey Eduardo a la cabeza. Está por cumplir la mayoría de edad, y no puede permitirse que Mortimer sea el verdadero dominador del reino. Un estilo de gobierno muy parecido al de Felipe el Hermoso se va gestando en la mente del nuevo rey.

El complot se pone en marcha: es atrapado Mortimer, desarmados sus secuaces, y condenado a muerte. Paradójicamente, es puesto prisionero en el mismo castillo del cual escapó, cuando conjuró contra el rey padre del actual.

El proceso del Artois está en marcha. La idea de las falsificaciones no se muestra del todo conveniente. Beatriz de HIrson, en tono vengativo por el trato que recientemente le profesa la dama Mahaut, conspira junto con Roberto. Es una doble espía. Ella cree que dominará al gigante, pero ella termina dominada por la pasión y la virilidad del aspirante a Conde.

Regresan los torneos de caballería. Un espectáculo para el pueblo, pródigo en gastos y en riesgos. No se habían realizado desde la época en que Felipe el hermoso los prohibió. Numerosos muertos y heridos en un afán competitivo, no en una guerra verdadera. En medio de uno de esos torneos, el rey Felipe le pide a Roberto que retire su demanda sobre el Artois, dado que la perderá. Los árbitros del juicio están convencidos de la falsificación de documentos. Roberto se niega. El rey Felipe le advierte que será condenado. Roberto huye. Es declarado proscrito.

Llegamos a la parte fundamental. Roberto, vagando de región en región, es, poco menos de un criminal de altos vuelos. Un perfecto apestado de la sociedad. Tuvo tiempo de cambiar sus propiedades y bienes por letras de cambio, que cobra poco a poco en cada lugar en el que recae, gracias a los banqueros italianos. La última obra buena de Tolomei hacia el gigante con aroma de jabalí.

En medio de esa odisea, Roberto se entrevista con el antiguo Conde de Flandes. Éste se queja de la situación de sus paisanos bajo el yugo francés. Dicha situación mejoraría, si obedecieran al rey de Inglaterra, pues de allí viene la lana que ellos convierten en telas. – Ese problema tiene solución – comentar Roberto. – Solo basta convencer al joven Eduardo de que él es el verdadero aspirante al trono de Francia.

La maquinación está en marcha. Roberto huye a Inglaterra. Es un huésped de honor, en la corte de Eduardo III. Poco a poco, irá sembrando en los presentes la idea de que el trono les ha sido usurpado por un advenedizo. Él construyó el trono de Felipe VI; ahora se encargará de destruirlo. En los capítulos finales, observamos los primeros incidentes de la guerra más prolongada de la historia: la guerra de los 100 años.

Roberto muere, encabezando un embate de tropas inglesas en el norte de Francia. Nunca verá de regreso su condado. El motivo real de la guerra se ha fulminado. Pero nadie lo sabe, o a nadie le interesa. Todos están envueltos en esa vorágine de confusión por la sangre, el honor, las tradiciones y, por supuesto, la ambición.
 
 

domingo, 24 de noviembre de 2013

LOS REYES MALDITOS V: La loba de Francia.



En este título de la serie, parece que hacemos una larga pausa sobre la situación de Francia, para observar con detenimiento la situación de Inglaterra. En Francia, reina Carlos IV, el hermoso. Hermoso pero falto de valor y de inteligencia. Realmente quien gobierna es su tío Carlos de Valois. El rey Felipe el Largo muere de una enfermedad infecciosa, por haber tomado agua contaminada. Con él se van los intentos de restaurar el centralismo y la eficiencia administrativa de Felipe del Hermoso. Su breve reinado de seis años tuvo como protagonistas principales a los pastorcillos que, en aras de una inspiración supuestamente mesiánica, inventaron una nueva cruzada pastoril (por no decir pauperil), invadiendo ciudades y arrasando todo lugar que se encontrara en su camino.

Dos de los tres hermanos han muerto sin dejar descendencia de varones. La única preocupación real que tiene Carlos es asegurar su descendencia mediante un hijo. Lo demás, lo deja en las manos de Carlos de Valois.

¿Qué ocurre, mientras tanto, en Inglaterra? El rey Eduardo II se ha ganado, poco a poco, la animadversión de sus súbditos. Ya perdió el territorio de Escocia en una guerra. Sus nuevos favoritos en la corte son los Le Despenser. El padre hace las veces de primer ministro, y el hijo de amante del rey. La reina Isabel está como presa en su propio palacio. Numerosos presos políticos están desperdigados dentro y fuera de la isla. El más peligroso de ellos es Roger Mortimer, conquistador de Irlanda y opositor de los Le Despenser.

Por medio de diversas alianzas y argucias, Mortimer consigue escapar del castillo donde se encontraba. Una buena estrategia consigue emborrachar y drogar a todos los vigilantes del castillo, de forma que él escapa en una lancha tras haber salido de su celda y escalado los muros. Su destino natural será Francia, donde espera encontrar aliados y condiciones propicias para ocasionar un rebelión que quite del trono al rey Eduardo.

En Francia, todos viven una suerte de euforia artificial por los aparentes buenos tiempos que viven. Parecen no darse cuenta de la incapacidad de sus gobernantes y de los oscuros entretejidos que rodean a toda la clase política. Una intervención punitiva en Flandes termina en un rotundo éxito, a pesar de la torpeza de algunos de los varones franceses. Esto les hará pensar que en la guerra, la caballería es lo que importa. Craso error, el cual se pagará después en la guerra contra Inglaterra.

Mortimer es presentado ante Roberto de Artois, quien a su vez lo presenta con Carlos de Valois y con el banquero Tolomei. El primero, para buscar una manera política de atacar al rey Eduardo y desbancarlo del trono. Con el segundo, para que le abra una línea de crédito y pueda vivir de manera adecuada en París, dado que sus tierras y recursos han sido confiscados en la Isla.

Al estilo Valois, Mortimer es convertido en caballero de la famosa Cruzada que pretende el buen Carlos. Y encuentran que la mejor forma de provocar a Eduardo es exigirle el homenaje que debe al rey de Francia, por el Ducado de Aquitania. La mejor forma de precipitar el conflicto es provocar enfrentamientos entre las fronteras del territorio francés y del gascón. En pocas palabras, Mortimer está enrolado en una cruzada que no le interesa; y para luchar contra Eduardo, tendrá que luchar contra sus compatriotas. Menuda situación.

El enfrentamiento en el suroeste francés tiene de interesante  en que es la primera guerra europea en la que se usan cañones. Recién importados de medio oriente, los mercaderes lombardos los venden al mejor postor. La pólvora es ya un invento que se comienza a generalizar, traída de China. Tras la victoria francesa, se manda a la reina Isabel como negociadora de paz y del homenaje. Empiezan los amoríos (antes platónicos, ahora reales) entre la loba de Francia y el indómito Mortimer.

Hemos dejado de lado a uno de los personajes más interesantes de la saga. Roberto de Artois, el gigante de los 100 kilos, con su eterno olor a búfalo y a macho francés, sigue haciendo lo imposible por desestabilizar el Artois y conseguir que le sea devuelto. Es yerno de Carlos de Valois y ahora está conectado con medio mundo. Dichas relaciones le servirán para su progreso y ruina posteriores.

Guccio regresa de Florencia. Visita a su tío, y está decidido a volver a ver a su antigua amada y al que cree su hijo. Los cuñados ahora están más proclives a aceptarlo como parte de la familia, dada su situación endémica de pobreza. Sin embargo, María de Cressay se siente incapaz de romper el juramento que hizo a Bouville en la antigüedad, y, por mucho que lo ama, decide no verlo en persona. Con esto, Guccio se convence de que María es una completa pécora ingrata. Toma al niño, el rey escondido, y decide llevárselo de los campos fangosos del Neauphe para que conozca una vida de verdad. Aparecerán en los últimos capítulos.

La misión de reconciliación entre Francia e Inglaterra se convierte en una expedición de reconquista. Numerosos nobles ingleses han cruzado en canal para visitar sus propiedades, pero no han regresado. Edmundo de Kent, hermanastro de Eduardo, fue derrotado en la toma de La Reole, pero ahora es aliado de Mortimer e Isabel. Cuando el rey Eduardo, por medio de escandalosas cartas, insta a Isabel a que regrese a Inglaterra, se da el golpe definitivo. Regresarla a solas implica la muerte. Regresará acompañada de un ejército de flamencos, ingleses y aliados, para destronar al sodomita Eduardo.

Tiene tan pocos aliados el rey de Inglaterra, que a la llegada de los insurrectos los pueblos prácticamente se le rinden. Eduardo y su amante se refugian en un convento. Pronto son encontrados. Eduardo será encarcelado, y Le Despenser torturado con lujo de crueldad. Se le pide su dimisión. Es negada. De hecho, el mismo hijo no aceptará la sucesión del trono si no es con la dimisión de su padre. Ante los hechos, su padre acepta firmar dicha renuncia desde su cautiverio.

¿Cómo termina este capítulo? Con la muerte del rey cautivo. Había que buscar una forma de matarlo que no dejara huella. Le insertarán un hierro candente por el trasero, rodeado de un cuerno de buey hueco, para que no queden rastros de quemaduras. El rey ha muerto. Viva el regente. Mortimer gobernará Inglaterra hasta la mayoría de edad del joven Eduardo III.

lunes, 18 de noviembre de 2013

LOS REYES MALDITOS IV: La ley de los Varones.


 
Imagen¿De dónde viene esa costumbre, tan cuestionada en los últimos tiempos, pero simplemente aceptada en los tiempos modernos, de que el patrimonio y el apellido se transmitan por el primogénito hombre? Ciertamente, un estudio antropológico serio nos llevaría al caudal de posibles causas que se encuentran arracimadas en la cultura machista de la antigüedad y de la Edad Media. Y al parecer, tanto en oriente como en occidente no tenemos muchas diferencias al respecto.


La preocupación de las casas reales contemporáneas sigue residiendo en asegurar su línea sucesoria mediante el nacimiento y la sobrevivencia de un hijo varón.  Nuestro presidente mexicano recién recibió en su visita diplomática al príncipe de Dinamarca. Recordamos con una sonrisa en los labios el Príncipe de Holanda, cuando hace tres años dijo en su discurso “Camarón que se duerme, se lo lleva la chin…” En Inglaterra están de plácemes por el bautizo del bisnieto de la Reina Isabel.  Y en España están más preocupados por el alicaído prestigio de la casa real española, que por el hecho de que hasta ahora el príncipe Felipe tenga solamente dos hijas.

Francia selló un destino tormentoso, en el momento que afirmó la ley Sálica. Regresamos a la época de los Capetos, con la muerte reciente de Luis X el Obstinado. Deja a su esposa Clemencia con un embarazo de 4 meses, y el inminente riesgo de complicaciones. El hermano de Luis, Felipe, aspira a la regencia; pero también a la corona. Su tío, Carlos de Valois, se considera el más apto, por sangre y por méritos, para gobernar al país.

En medio de tremendas discusiones, el consejo del reino se reúne. Carlos se asume como regente, y Felipe se encuentra en Avignon, tratando de lograr que un papa sea electo. Tiene a su lado al cardenal Duèze, hijo de un burgués francés, y favorito de los reyes de Nápoles y Francia. Hay que someter a los partidos italianos, provenzales y gascones para lograr un atisbo de unidad en el Colegio Cardenalicio.

De nuevo, los lombardos hacen el papel de gestores del futuro. Antes de la llegada del mensaje oficial, al príncipe Felipe le llega la notica por medio del correo lombardo. Solo él y el cardenal Duèze lo saben. Cierra las puertas de Avignón, se asume como regente y convoca a los cardenales para el duelo por el rey fallecido. Confiados, los cardenales asisten al templo. Luego, Felipe los encierra y “a la fuerza” consigue el cónclave: nadie saldrá de allí hasta haber elegido Papa.

Buena parte del libro se disfruta con las narraciones de lo que pasó (o pudo haber ocurrido) en el interior del recinto. Las tendencias y manías de los cardenales, la desesperación por el aislamiento, las votaciones infructuosas….y el cardenalillo francés que se finge gravemente enfermo. Los demás, en su desesperación, lo eligen papa: total, durará poco tiempo y ellos podrán salir. NO contaban con que el cardenalillo durará 17 años en el poder.

El resto del libro nos narra la tensión existente entre todos los bandos a raíz de que se tiene que elegir un regente, mientras nace el potencial sucesor. Hay una hija de Luis y Margarita, pero todos suponen que es bastarda. Se impone el príncipe Felipe como regente, tras hábiles estrategias de dominio político. Y en su esperanza de coronarse rey, propone la ley Sálica: la transferencia del poder real solo podrá ser transmitida a través de los descendientes varones.

La ley Sálica no solo aplicará a nivel económico, sino a nivel social: solo los hombres podrán poseer y transmitir los títulos y las propiedades. Y en buena parte del mundo occidental se imitarán legislaciones parecidas. Posteriormente, el famoso “apellido” será una reminiscencia de los títulos que heredaba una persona, por pobre o rica que fuera.

Guccio sigue siendo el mensajero de los grandes acontecimientos, y sigue enamorado de María. Obviamente no tiene cabida en un emparentamiento con unos nobles, por pobretones que sean. Los encuentros entre Guccio y María de Cressay son furtivo, y terminan en un embarazo. Guccio huye a Florencia, y su hijo nacerá apenas 5 días antes que el heredero del trono.

Mientras tanto, en la regencia, Felipe se porta con un aplomo y una inteligencia nunca visto en su antecesor. Toma preso a Roberto de Artois por seguir provocando el desorden en dicho condado. Consigue la elección de un papa favorable a Francia y recupera el apoyo de la burguesía. Su suegra, autora de la muerte de Nogaret y de Luis el Obstinado, ahora busca la manera de envenenar al pequeño heredero, en el caso de que nazca hombre.

En medio de terribles dolores de parto, la Reina Clemencia da a luz un Varón. Se llamará Juan I. Es tan débil, y su madre está tan enferma, que urge buscar una nodriza para alimentarlo. Entran en acción Bouville y su esposa, que llevan al palacio a María de Cressay. Ella alimenta a su hijo y a su futuro rey.

Llega el momento de la presentación del heredero. Bouville y su esposa, temerosos de que la Condesa Mahaut ejecute otro asesinato al tener al niño en sus manos, intercambian al hijo del Luis por el hijo de Guccio. Nadie nota el intercambio, y pasa lo esperado. El niño muere a los pocos minutos de haberse mostrado. Solamente tres personas en el mundo sabrán que el verdadero heredero al trono sigue vivo, bajo el cuidado de una pobretona rural. Y que el bebé muerto es el hijo de un comerciante italiano evadido. Felipe consigue su objetivo, con la participación de su suegra. Pero la justicia divina ni perdona. Su reinado, como veremos posteriormente, es una serie de eventos desafortunados.

lunes, 11 de noviembre de 2013

LOS REYES MALDITOS III: Los venenos de la Corona.


Es un dicho muy sabio: en la guerra y en el amor, todo se vale. Y los claroscuros que representan los pasillos reales de la residencia de Luis el Obstinado son el mejor ejemplo de ello. En un consejo real, todos los integrantes terminarán por apoyar aquella causa que convenga a sus intereses personales. Y si dicha causa coincide con la visión del mundo y del poder que tenemos, mucho mejor.

Luis X el obstinado es el nuevo rey de Francia, desde hace un año. Su salud es débil, su inteligencia poca. Su visión de estado es apenas una sombra de lo que prefiguraba su padre Felipe el Hermoso. Se acabó la visión centralista, con el fin de evitar derroche y administrar mejor los recursos del reino. El administrador real de Felipe el Hermoso (Enguerrando de Marigny) observa cómo en cuestión de días su partido se reduce a porciones simbólicas. Ahora el consejo está dominado por Carlos de Valois, tío del nuevo rey.

Bajo esa nueva tutela, se busca regresar al tipo de sociedad que prevalecía en la alta Edad Media: señores feudales fuertes y reyes débiles. La posibilidad de pelear entre señores casi por cualquier motivo. La libertad de acuñar moneda para cualquier señorío, con el consecuente desorden económico. Y un relajamiento entre el orden y la disciplina de las instituciones reales.

Nuestro nuevo rey, Luis X, solo tiene una obsesión: asegurar su descendencia mediante un primogénito varón.  Resuelto el problema de la esposa infiel, aparecida muerta de manera conveniente en el castillo donde se encontraba prisionera, su majestad ahora tiene la vía libre para casarse con la princesa Clemencia de Hungría. Se envía una embajada de nuevo a Nápoles, para acompañar a la princesa. El antiguo Chambelán del rey (Bouville) y el hijo del comerciante lombardo (Guccio), serán los encargados de acompañar a la dama en este periplo.

Nuestro libro no tiene solamente una línea argumental. Mientras Luis el Obstinado cuenta los días para estar con Clemencia, Robert de Artois alborota el gallinero en su anterior feudo, a fin de desacreditar a la Condesa Mahaut. Esta señora es muy poderosa: su yerno es el príncipe Felipe. Sería muy conveniente que el rey muriera, pues así como están las cosas –sin la descendencia asegurada- el reino pasaría por derecho de sangre al segundo hermano.

En ese compás de espera, el Conde de Flandes no rinde el homenaje al rey y se rebela, con todos sus ciudadanos flamencos. Luis X convoca a sus ejércitos para luchar contra los insurrectos. La pelea nunca se lleva a cabo, aunque los ejércitos estuvieron a una milla de distancia. En un verano húmedo como pocas veces, las tormentas y el fango impidieron la celebración de la hecatombe bélica. La crecida de un río pondría en riesgo la existencia misma del ejército.

Con el pretexto de recibir a la reina Clemencia, recién llegada de Nápoles, el rey Luis desarma a su ejército y regresa a Reims para la coronación. Ese ejercicio militar infructuoso pasará a la historia con el nombre del “ejército embarrado”. La coronación y la boda se llevarán a cabo de manera un tanto apresurada, casi sobre el camino. Será la primera de muchas decepciones que llevarán a la reina Clemencia a un estado de inutilidad posterior.

Producto de la rebelión en el Artois, se ordena un arbitraje sobre la zona. Roberto maquinalmente provocó dicha rebelión para desacreditar a la condesa y lograr que se le quite el condado de sus manos. Los juicios se hacen lentos y tortuosos. La condesa, al no aceptar el arbitraje ordenado por Luis, lo conduce a que éste ordene poner al condado bajo administración real.

Esta medida, devastadora, provoca que la condesa busque la muerte de Luis bajo cualquier medio. Su dama de compañía es especialista en conseguir venenos y pócimas para toda ocasión. Ya logró una pócima de amor que volvió a enamorar a Felipe de su hija. Ya consiguió que Nogaret muriera por contaminación de una vela. Ahora intentará envenenar a su rey Luis mediante una almendra garampiñada.

La reina Clemencia toma plena conciencia de que es reina gracias al asesinato. Al confrontar al rey Luis al respecto, lo conmina a pagar dicho pecado con una vida de bondad. Y al desgraciado sujeto le da por dar amnistía y perdonar a cuanto preso existiere en el reino, provocando el desorden y el caos. Incluso, prepara una peregrinación a manera de absolución oculta. Poco le durará el gusto, pues la condesa Mahaut logra ingresar a su habitación real, dejando la almendra envenenada a disposición del rey.

Por algo se llama “Venenos de la Corona”. Estamos saliendo de la época medieval en la que los asesinatos por envenenamiento dejaban de ser comunes. Los personajes nos hacen ver que dicha costumbre está muy lejos de abandonarse. El rey cae en su lecho, herido de muerte por la vía menos pensada. Deja a su esposa con un embarazo de cuatro meses. A unas cuantas millas de París, el lombardo se ha enamorado de una noble pobretona, a la cual también ha embarazado. ¿Quién diría que esta casualidad, constituirá uno de los puntos de inflexión de la historia real de Francia? No se pierdan el próximo capítulo.

domingo, 3 de noviembre de 2013

LOS REYES MALDITOS II. La Reina estrangulada.


Con la ventaja de que los VII volúmenes de la colección son de una lectura bastante ágil y accesible para el lector promedio (y me atrevería a decir: el lector mexicano promedio), puedo entregarles un breve comentario relativo a la temática del volumen II.


El rey Felipe el hermoso ha muerto. Ha sido un reinado largo, que deja el espacio a la incertidumbre, dada la naturaleza de los tres posibles sucesores. Luis, el primogénito, no controla su carácter, no tiene dotes de liderazgo ni naturaleza reflexiva. Tiene arranques de cólera y nulo pensamiento estratégico. Tose continuamente y parece de naturaleza frágil. Frecuentemente "reconvenido" por su padre, ahora tiene la oportunidad de demostrar su valía. Se inclina más por su tío Carlos de Valois que por los consejeros de su padre.

Literalmente el nuevo rey cambia por completo el estilo del Reino. Bajo el consejo de su tío, desarma poco a poco el sistema centralista de gobierno que su padre implementó, y concede más prebendas a los señores feudales. Un año de malas cosechas y otro de lluvia incesante tienen a Francia en condiciones lamentables.

Ambas partes juegan sus cartas. Los feudalistas con Carlos de Valois, Roberto de Artois y el rey. La Condesa Mahaut busca venganza, dado que su hija y su sobrina siguen presas producto de sus infidelidades para con los príncipes. Marigny, antiguo administrador del soberano Felipe el Hermoso, mueve sus influencias por todos lados, para que no haya papa ni anulación matrimonial.

Estamos en el nudo precisamente de este capítulo. Margarita, esposa de Luis, y Blanca, esposa de Carlos, siguen presas. Carlos no puede casarse de nuevo. La infidelidad no es motivo de anulación matrimonial. Sin embargo, si se convenciera a Margarita para que afirmara que nunca tuvo relaciones con Luis, el matrimonio nunca se consumó. Margarita puede mentir y salir de esa carcel....o negarse y esperar tiempos mejores.

Carlos de Valois ha prometido una reina a su sobrino. La tienen en la princesa Clemencia, residente en Nápoles. Pero el plazo impuesto por la abuela se termina. No habiendo papa y sin la oportunidad de otorgar una nulidad: dos acciones clave ocurren ante nuestros ojos: la destrucción de Marigny. el brazo fuerte del rey finado, y la muerte sospechosa de Margarita.

Finalmente, Marigny es eliminadio. Así como inventó crímenes contra los templarios, ahora es acusado injustamente. La compañía de comerciantes lombardos, prestamistas y negociadores, tienen un papel clave en el asunto. El astuto Tolomei tiene en sus manos a sus deudores, tanto como a la polìtica económica francesa. Cualquier semejanza con el presente es mera coincidencia.

El plato, pues, está servido para una tercera parte. ¿Podrá Luis consumar un nuevo matrimonio? ¿El reino de Francia podrá salir del bache tremendo en el cual lo han introducido los nuevos administradores? No se pierda el siguiente reporte, el cual estoy a punto de elaborar. No cabe duda que tengo adicción por los "Reyes Malditos".

miércoles, 30 de octubre de 2013

LOS REYES MALDITOS. Libro I: El Rey de Hierro.


Dicen que la menor solución para leer en tiempos de crisis consiste en retomar lo que valió la pena haber leído. Y precisamente me encuentro en esa circunstancia. Hay que desempolvar la biblioteca personal para encontrar ideas nuevas en libros aparentemente viejos.

La colección de “Los Reyes Malditos” es una de mis favoritas. La habré leído, al menos, unas cuatro veces. Su estilo narrativo tiene la mezcla adecuada de sencillez y cultura.  Los primeros libros de la serie se devoran en unas cuantas horas de lectura intensa y emocionante. Hay que admitir que afirmo esto desde la seguridad de mi propia trinchera. Con mi proclividad a disfrutar de la novela histórica, mis afirmaciones sobre la calidad de la colección pueden parecer de una excesiva excelsitud.

El autor, Maurice Druon, no es un improvisado. Combina de manera solvente sus aptitudes de novelista, ensayista y divulgador de la historia. Sumergirse en la historia de Francia es la clave para emerger de ella con una nueva visión del mundo moderno. Y una serie de acontecimientos simples, ordenados de manera profética, pueden originar una guerra de cien años. Esta es la premisa con la cual el autor elabora un relato coherente y adecuado por su equilibrio entre el perfil físico y psicológico de los personajes, la descripción austera pero suficiente del contexto social de la Francia del bajo medievo, y los hechos históricos contundentes que nos originan la cronología sustentadora da la colección. Descripción y acción en equilibrio, con un lenguaje entendible para cualquier tipo de lector. Druon no es pretencioso, pero tampoco mezquino con sus aportaciones históricas dentro del libro.

Estamos ante un “Clásico contemporáneo”, si se me permite el oxímoron. Esta saga se creó a mediados de los cincuenta del siglo pasado, y sigue siendo un habitante distinguido de nuestras librerías modernas. Pero dejemos de lado los elogios y las consideraciones. Adentrémonos en el inicio de esta serie.

Estamos en los albores del siglo XIV. El rey Felipe es el monarca más poderoso del mundo occidental. Tiene al papado bajo sus pies, en la ciudad pontificia de Avignon. Ha acrecentado los territorios bajo su dominio, por medio de las guerras y las alianzas matrimoniales. Su hija es reina de Inglaterra. Sus hijos, casados convenientemente, aseguran la permanencia de Borgoña al dominio francés.  Su situación económica, apurada de momento, se ha resuelto con la condena que hizo de los templarios.

Los templarios, Orden Militar originada por el fenómeno cruzado, se habían convertido en los banqueros de Europa. Uno podía confiarles su dinero y joyas en un castillo de Palestina, para terminar cobrando el equivalente en su sede de París, por ejemplo. Bastaba mostrar el pagaré firmado y sellado por el maestre de la fortaleza original. Eso los volvió el objetivo más apetecible del rey de Francia. Un camino adecuado para resolver el déficit presupuestario.

Efectivamente, en una acción coordinada, muestra de la inteligencia militar de entonces, todos los templarios son encarcelados y condenados. Solo escaparán los del pequeño reino de Aragón. Sus propiedades serán saqueadas o expropiadas por el erario público. Todos los reyes aprovecharon la situación, pues el mismo papa los condenó. La puntilla de dicho proceso fue la condena a muerte de Jacobo de Molay, Gran Maestre de la Orden Templaria, con sede en París.

Al momento de cumplir la condena, mediante la muerte por la hoguera, el gran Jacobo de Molay lanza una maldición en público: emplaza, en un lapso no mayor de un año, al Rey, a su procurador de justicia, y al Papa...todos ante el juicio de Dios. Y efectivamente: en un lapso menor de tiempo, mueren los tres.

Este primer libro nos narra no solo la historia de dicha condena, ni de su cumplimiento aparentemente cabalístico. Nos presenta la perspectiva de los pequeños errores que terminarán por debilitar a Francia y ponerla a merced de Inglaterra: Una reina de Inglaterra, francesa, cuyo hijo también puede ser pretendiente al trono galo. Unos príncipes franceses enfermizos, influenciables y un tanto ineptos para la labor política, a excepción de Felipe el Largo. Las esposas de dichos príncipes que se solazan con sus amantes, siendo la comidilla del pueblo y arriesgando la sucesión. La influencia de los banqueros italianos, que se erigen como el “cuarto poder” de la época.

Tenemos un buen caldo de cultivo para que las cosas exploten después. Al rey Felipe se le conoce como el “Rey de Hierro”, por su carácter y determinación al gobernar. Se termina la época de la debilidad de los reyes y la acumulación del poder entre los nobles y los señores feudales. La burguesía quiere tener cartas en el asunto. Y mientras tanto, el pueblo sufre; se contenta con la comida y el circo de cada día.

Una buena lectura, una buena dosis de cultura. Una ventana para interpretar mejor la historia de Francia y entender la histórica rivalidad que tienen con la Isla del Norte. Una lectura obligatoria para los franceses, e interesante para el resto de los mortales.

¿Cómo termina esta primera parte? Con la muerte de Felipe el Hermoso, antes de cumplir la cincuentena de años. El Papa murió meses antes,  y su procurador también. El envenenamiento es el método de asesinato favorito entre la nobleza. Las hijas de la Condesa de Borgoña, encarceladas a perpetuidad por sus escarceos amorosos y su descarada infidelidad. Fueron descubiertas magistralmente por su cuñada, la reina de Inglaterra. Tres candidatos al trono observan a su padre en el lecho de muerte: Luis el mayor, con una edad mental de quince años. Felipe el intermedio; comprobada reflexividad pero de salud inestable. Carlos, el menor; sentimental e ingenuo como corderillo de pastorela.

Los elementos están puestos. Los zopilotes aletean sobre el trono de Francia. No nos perdamos el libro segundo de la saga, el cual espero comentar la siguiente semana.
 

viernes, 11 de octubre de 2013

LAS LEGIONES MALDITAS. De epopeyas y otras cosas.

¿Qué criterios podemos utilizar para clasificar un hecho histórico como epopeya? ¿Las repercusiones del mismo? ¿La importancia de los participantes? ¿El número de los implicados? ¿Todos juntos a la vez? Formular una respuesta, puede parecer en un principio fácil. Lo más probable es que enumeremos como ejemplos a hechos aprendidos como epopeyas, sin antes haberlos filtrado por alguno de los requisitos.

Me sorprendo a mí mismo cuando contrasto los números y la trascendencia de ciertos hechos históricos de escala mundial, con los de nuestra querida historia patria. Me siento más pequeño, y de repente creo que nos hemos sobredimensionado a nosotros mismos. Las más sangrientas batallas de la revolución mexicana apenas serían comparables en número, con algunas de las batallas que los romanos llevaron a cabo en la Segunda Guerra Púnica.

Claro, si preguntamos en las calles de cualquier ciudad mexicana al ciudadano promedio, acerca de las Guerras Púnicas, seguramente pensarán que los estamos albureando. Sui preguntamos sobre el Imperio Romano, probablemente recordarán algún par de datos de cultura general, y más escenas de series de televisión o películas que forjaron una serie de juicios y prejuicios en nuestro imaginario colectivo. Los veteranos recordarán su experiencia con Calígula en algún cine céntrico de los setentas. A ese nivel hemos llegado.

No sé en realidad por qué me apasiona la historia de Roma. Supongo que tiene ese nivel suficiente de emoción que representan todos los avatares de su nacimiento, crecimiento y coronación como el auge de la cultura occidental. Muchos de los “inventos” de la era moderna, eran de uso común para aquellos ciudadanos. Pocos países en la actualidad se podrían jactar de tener un ejército de doscientos mil soldados. Para los Romanos, eso era pan de cada día.

De qué trata “Las Legiones Malditas”. De los acontecimientos circundantes a una de las batallas más epopéyicas (permítanme el término por esta vez) de la historia. Me refiero a la Batalla de Zama, donde se enfrentaron las huestes de Escipión  versus Anibal. Dos genios de la táctica militar antigua. Esa batalla decidiría el final de la Segunda Guerra Púnica, y daría en definitiva el dominio a la República Romana del Mediterráneo Occidental.

No es Alejandro Magno, ni  los israelitas huyendo de Egipo. Pero mal haríamos en minimizar dicho acontecimiento, como lo hicieron los gobernantes helenizados de toda la parte oriental del Mare Nostrum. Veían a Roma como un pueblo semibárbaro, que tenía la fortuna de ubicarse en una parte del continente que no interesaba a nadie. En unos cuantos decenios, la incipiente república subyugará a todos los creídos gobernantes del lado opuestos. Solo los Partos interrumpirán este avance de poder.

El poder de Roma radicaba, en buena medida, en sus estrategias militares. Los francos de la I Cruzada sobrevivirán a su loca expedición gracias a que uno de sus jefes había leído sobre el “testudo”, famosa formación militar de los manípulos romanos. La formación legionaria superará a las falanges, y dominará el mundo occidental. ¿Sería aventurado decir que ese crecimiento empezó en Zama?

Vayamos por partes. Estamos en la segunda mitad de la guerra. Aníbal ya cruzó los Alpes y está provocando el pánico por el sur de Italia. Los romanos ya sufrieron el desastre de Cannae, y están comiendo de la mano del general. Divididos entre tantos frentes. El general Escipión trae esperanza a su pueblo, al golpear a los Cartagineses a través de sus dominios en Hispania. Ahora, Escipión tiene que convencer al Senado Romano que le permitan llevar la guerra a territorio africano, para darle a Aníbal una sopa de su propio chocolate. Por lo pronto, ha conquistado de manera audaz la capital de la colonia púnica, llamada Cartago Nova.

En suma, el libro es la historia de un desenlace inevitable. Escipión tiene que luchar contra Aníbal, para decidir el curso de la guerra. Pero el general Romano tiene que sortear numerosos obstáculos: rivales políticos, falta de recursos, traiciones internas y una amistad que parece desquebrajarse.  Hay un contrapunto que avanza, con más o menos uniformidad, en tres historias paralelas: las campañas de Escipión, el desenvolvimiento de sus rivales potenciales y la situación de Plauto y Nevio, artistas y pensadores de la Roma republicana.

La novela avanza buen ritmo, pero es muy rica en descripciones sobre los usos y costumbres romanos. El autor se deleitará en retratarnos, con nombres originales, todas las partes de un campamentos militar romano. No dudará en explicarnos, al tiempo que desarrolla la acción, cómo está constituido físicamente el edificio del senado. NO puede negar su vena de historiador y arqueólogo.

Me gustó sobremanera la narración sobre las batallas. Lentamente, parte por parte, explica los movimientos de los principales cuerpos castrenses implicados. En mi caso, es la mejor explicación que puedo obtener, para entender las razones de una victoria y derrota. Sus discursos flamígeros antes de la confrontación hacen ver la importancia de la motivación para dar la vida en dichos acontecimientos. Patria, al parecer, tenía un significado muy distinto en aquella época, si comparamos con nuestro neoliberalismo globalizador.


Escipión siempre estuvo en inferioridad numérica. Hablamos de batallas a campo abierto. Y se las ingeniaba para, con sus veinte o treinta mil soldados, vencer a ejércitos que en conjunto podrían llegar a cien mil o más. Y pensar que los norteamericanos nos vencieron en una guerra en la que dos GRANDES ejércitos de cinco mil personas cada uno hicieron pinza por el norte (Zachary Taylor) y por el centro (Windfield Scott). A eso me refería con las comparaciones iniciales. 

La batalla final, se tendrá que vencer utilizando a los derrotados de Cannae, esas legiones malditas que permanecieron en Sicilia a raíz de la vergüenza que provocaba su mera sobrevivencia. Eso enaltece más la labor titánica de Escipión. Y le da origen al título del libro.

Finalizando, creo que es una buena novela histórica. Una delicia para los amantes del género. Y puede ser una tortura para aquellos que gustan de la simplicidad en el relato. Definitivamente, no es un libro para todos. Sí lo fue para un servidor. 

jueves, 19 de septiembre de 2013

VENGANZA. Novela negra de complicaciones gratuitas.


Antes de empezar a hablar del citado libro, creo que debo de introducirlos a su autor. Benjamin Black es el seudónimo de John Banville, autor irlandés de creciente éxito contemporáneo. Al parecer, es muy aclamado en tierras celtas y sajonas. Bajo su nombre real, ha publicado varias novelas, obteniendo el premio Franza Kaftka. De unos 5 años para acá, ha escrito novelas de tamaño mediano, con relativo éxito, bajo el patrocinio de Benjamin Black. Básicamente explota los subgéneros de novela policiaca y novela negra.



“Venganza” es una novela negra, de tamaño medio. En su edición en español, no supera las trescientas páginas. El ambiente es excesivamente irlandés, por lo que resulta un tanto indigerible en su lectura para quienes no estamos familiarizados con la cultura británica contemporánea. Lo que quiero decir con todo este preámbulo es que quien tome este libro en sus manos, no necesariamente lo va a disfrutar.

Como personajes, tenemos al inspector Hackett y su amigo, el doctor Quirke. Juntos comenzarán la investigación relacionada con la muerte del señor Victor Delahaye, por el momento cabeza visible del clan. Los Delahaye y los Clancy son dos familias irlandesas que se asociaron para crear un emporio en cuestiones metalmecánica y de transporte.

De hecho, el libro comienza calientito, con la muerte de Víctor. Lo interesante es que su muerte no es para nada misteriosa. El cómo es tácito: se pega un tiro, suicidándose, enfrente del hijo de su socio, mientras navegaban en altamar. En un arranque de obnubilación mental, el otro tripulante (David Clancy) tira la pistola al mar y observa de manera angustiosa e impotente la muerte del socio de su padre. Dado que en el barco solo iban ellos dos, tardará en ser rescatado ante su impericia naval.

De hecho, la premisa inicial del libro no busca responder el cómo. Busca responder el por qué. Si bien las circunstancias hacen que todo mundo sospeche de la muerte, el inspector y su amigo observan las actitudes posteriores de todos los relacionados con Víctor, y plantean hipótesis sobre el hecho. ¿Quién se beneficia? ¿Qué provocaría que Víctor se quisiera suicidar?

Todos son sospechosos: Jonas y James, hijos gemelos de aparente frivolidad. Mona, la viuda alegre quince años más joven. Maggie, la hermana posesiva y neurótica de Víctor. Y podemos contar a Jack, el socio despechado, o su hijo David, testigo involuntario del suicidio.  Una familia protestante y otra católica, a mediados del siglo XX.

Poco a poco surge un entramado de intereses poco legítimos, manejos accionarios riesgosos, y rencores enterrados entre los miembros de ambos clanes. La impasividad de los hijos y la viuda ponen el tono irónico a la situación. En esas estamos cuando el socio de Víctor, Jack, aparece muerto, también en su barco. Demasiadas coincidencias hacen que los mejores instintos detectivescos de Hackett salgan a la palestra. Quirke le apoya, pero se involucra de más con los implicados, lo que le poner una pisca de riesgo a sus actuaciones. Lo importante es descubrir el desenlace final, y descubrir, si es el caso, al autor del asesinato.

Debo reconocer que me costó un poco de trabajo terminar de leer este libro. NO me resultó tan atractivo como otros que he repasado últimamente, a pesar de su tamaño. El libro tiene mucha introspección y poca acción; básicamente cargada hacia el final de la lectura, que es cuando se pone mejor. Es un libro que describe ampliamente escenarios y pensamientos de los participantes, por lo que leerlo de a poquito hace que a uno le cueste trabajo retomarlo.

Es un buen libro para leerlo de golpe. Y el traductor pudo contextualizar más, porque ni la edición en español ayuda en ese sentido (¿te imaginas buscando calderilla en tu bolsillo para hablar por teléfono?). Los planteamientos son interesantes y lógicos, y los personajes adecuadamente desarrollados. Pero el libro es un tanto pesado si no te gusta el género y si no estás familiarizado con el lenguaje, costumbre y el patrimonio cultural irlandés. O siquiera británico.


En pocas palabras, es un libro hecho para el mercado sajón, y resulta difícil sacarlo de ese contexto. No me atrevo a recomendarlo a todos, pero sí invito a su lectura a quienes cumplan con los requisitos escritos líneas arriba.

lunes, 26 de agosto de 2013

La verdad sobre el caso Harry Quebert. Adicción lectora.

Debo admitirlo, tengo cierto recelo hacia los libros que se vuelven Best Sellers en cuestión de semanas. Una especie de movimiento intelectual contracíclico, en el que mi yo interno me sugiere que lo que se vende por motones (cantidad) no tiene la calidad para leerse dos veces (calidad). Y esa máxima autoimpuesta ha regido buena parte de mis opciones literarias.
 
Por ende, no sé lo que es leer Harry Potter. Olvídense de los Juegos del Hambre, o de las 50 sombras de Grey. De hecho, el primer libro de la Saga Crepúsculo lo leí por curiosidad, ante el hecho de que desbancó en las preferencias de Norteamérica la hegemonía Potteriana.
 
Aclaro el punto. NO critico a quienes leen esos libros. Y no pretendo erigirme como un lector presuntuoso. Simplemente no me gustan las modas. Prefiero los Long a los Best Seller. Sin embargo, hay un par de excepciones a la regla que tanto he comentado. Y no me arrepiento de semejante comportamiento "pecaminoso de excepción". ¿Qué libros provocaron la excepción dietética en mi alimentación lectora? Por un lado, la trilogía Milenium. Por otro, el nuevo libro, ahora en español, de Joel Dicker: LA VERDAD SOBRE EL CASO HARRY QUEBERT.
 
¿Les dice algo el título? La lectura les dirá mucho más. La verdad, escuchando a un trío de comentaristas literarios, en su tan gustada sección de cultura de los viernes (Artículo 6º, por Radio Fórmula), imbuyeron en mi el deseo de leer dicho libro, de un autor tan desconocido como emergente. Después de haber leído el libro, le deseo un gran futuro. No solo creo que hizo literatura de entretenimiento. Realmente creo que está modelando un estilo contemporáneo de escribir, tan difícil como entretenido. Joël Dicker realmente pone a prueba la inteligencia de las personas.
 
Vayamos al punto principal. De qué va el libro. El libro va de la historia de Marcus Goldman, estrella de la literatura norteamericana en los albores del Siglo XXI. Estamos en pleno 2008, cuando la historia del mundo cambiará a raíz de las elecciones presidenciales en las que nuestros vecinos elegirán a Obama.
 
En ese contexto, Marcus sufre el síndrome de la "página blanca". Es decir, cero inspiración para su segundo libro. Todo mundo espera de un escritor éxitos mayores a los de su primer libro. Y Marcus está seco, quebrado por dentro. El plazo para entregar su segunda novela vence, y no encuentra mejor opción para inspirarse que ir a residir temporalmente con su maestro universitario, el aclamado Harry Quebert.
 
En la casa de Harry, en Goose Cove, magnífico paraje al lado de Aurora, New Hampshire, Marcus recuerda todo lo aprendido, cual pequeño saltamontes. Pero no consigue escribir nada de valor. Su maestro lo anima y trata de revivir con él momentos de gloria universitaria, sin lograr un ápice de inspiración. El mismo Harry es un enigma para Marcus, pues no le conoce esposa, ni novia, ni amante. Harry afirma que estuvo enamorado una vez, hace mucho tiempo. Fin del pie de nota.
 
Marcus regresa derrotado, resignado a la demanda que impondrá su editorial, la cual está en manos de chacales, literalmente. El punto es vender. Y su madre no deja de acosarlo con sus prejuicios y su insistencia telefónica para que le "haga un nieto". En esas estamos cuando se descubre, en el solar de la casa de Harry, el cuerpo de una niña de 15 años, desaparecida el año de 1975 en condiciones extrañas.
 
En ese momento, se desata una marabunta de información difícil de digerir. La niña, de nombre Nolla, es la hija del otrora Reverendo Kellergan, pastor del Pueblo. Encuentran sus restos con una copia mecanografiada del libro que hizo famoso a Harry: "Los orígenes del mal". Por ende, Harry es el primer sospechoso de su asesinato. Luego resulta, un confesión posterior, que Harry a sus 34 años, sostuvo un affaire con la pequeña Nola, de tan solo 15 en aquellos 1975 años. Escándalo mayúsculo.
 
Atónito ante lo que ocurre, Marcus decide abandonar New York y acude a Aurora para apoyar a su maestro. Pero también acude porque cree en la inocencia de Harry, y esta dispuesto a investigar hasta donde sea necesario para descubrir la verdad. Harry no pudo ser capaz de hacer aquello de lo que se le acusa.
 
El libro se convierte, en este momento, en una montaña rusa. A veces la intensidad sube, y baja. Pero al final deja las mejores piruetas para terminar, como lector, embriagado de vértigo. Acompañaremos al estimado Marcus en su proceso de investigación. El autor no realiza contrapuntos de personajes, sino localizaciones cronológicas. Ahora estamos en 2008, luego en 1998, y después en 1975. Cada nota de investigación nos hace plantearnos hipótesis que se construyen poco a poco, para luego desaparecer. Tamara, Jenny, Travis, Robbert, Nolla, Luther, Mr. Stern....incluso el mismo Harry, todos aparecen con una diversidad de facetas que tambalean nuestros prejuicios sobre la culpabilidad o la inocencia de cualquiera.
 
La sola idea de descubrir ¿quién mató a Nola? nos lleva de un sospechoso principal a otro. Pero esperen: el autor nos tiene reservadas varias sorpresas. Conforme avanza el libro, destruye todas las hipótesis que habías construido, para levantar nuevas. Y en esas andamos, cuando te presenta evidencias de que las blancas palomas no son mas que lobos con piel de oveja. ¿Quién es el malo al final de la historia? NO les diré. Lean.....en serio, vale la pena sumergirse en el mundo de investigación y novela policiaca que nos sugiere Joël Dicker con su segunda novela. Definitivamente, debe de estar en los anales de la historia literaria. Hace mucho que no leía un libro tan diferente, ni tan adictivo. 
 
Más de un comentarista compara su novela con las de Stieg Larsson, Anton Novokov y Phillip Roth. Me encantan Larsson y Novokov, y la verdad que Roth sigue siendo una asignatura pendiente. El libro, en sus últimas páginas, toma una velocidad de frenesí en la que, en unas cuantas páginas, destrulle los castillos de naipes sobre los que estábamos construyendo nuestras elucubraciones y nos propone soluciones inimaginables, que logra argumentar de manera solvente. Un poco forzadas, pero solventes. Hace un gran ejercicio al volver a traer transcripciones de las primeras páginas del libro, para darnos a entender que somos unos despistados por no cuidar determinados detalles en el seguimiento de nuestra hipótesis.
 
Frenético...ese es el adjetivo calificativo adecuado para el libro en sí. Adictivo, ya lo creo. Inteligente y contemporáneo. NO lo recomiendo: les ruego que lo lean. Y no echen a perder una experiencia maravillosa, contentándose con buscar sumarios o sinopsis del libro en páginas bobas de internet. Ningún escritorcillo bobo puede realizar un resumen adecuado del libro. Como tampoco pretendo hacerlo yo. ¿Para qué contar el final? Como en un viaje, como en una investigación. Lo importante no es sólo llegar al destino o descubrir al culpable. En este caso, el placer del trayecto y la emoción de la búsqueda son partes imperdibles del proceso. Cómprenlo, réntenlo, pídanlo prestado....pero sumérjanse en la experiencia de leer LA VERDAD SOBRE EL CASO HARRY QUEBERT.
 
 

martes, 13 de agosto de 2013

CORTÉS. La biografía más reveladora...¿o reivindicadora?

Ahora que estamos en medio de la vorágine reformadora propuesta por nuestros gobernantes, conviene analizar los argumentos que muchos esgrimen para provocar muestra decantación hacia sus propuestas. El presidente que no ha leído tres libros corta y pega, con devoción digna de un misionero protestante, citas de Lázaro Cárdenas en su reforma energética. Por otro lado, el perpetuo candidato a la presidencia evoca para nosotros la imagen del nuevo Santa Anna en el citado presidente, amén de traer para nuestro tiempo versiones renovadas de nuestros diablillos de la historia nacional.
 
 
No cabe duda que meterse en los terrenos de la historia de México es entrar a un fuego cruzado. Las deficiencias en cuanto al análisis y la interpretación de la misma tienen origen en las mismas paradojas de nuestro origen y nuestro sino. Y en la génesis de nuestra patria, tenemos una catastrófica conflagración entre mexicas y españoles; estos últimos, con el apoyo de la mayoría de los pueblos nativos, antiguos tributarios o amigos de los aztecas. La conquista de México fue una guerra numéricamente indígena, ganada gracias a los cuadros europeos, a sus respectivos adelantos tecnológicos y su manipulación ideológica....pero sobre todo, a la audacia rayana en el maquiavelismo de un personaje: Hernán Cortés.
 
Es muy difícil catalogar de manera ecuánime al conquistador. Odiado por los liberales, amado por los conservadores. El sifilítico para Diego Rivera, el generador de la patria para Lucas Alamán. No he encontrado una biografía que no se decante por alguno de los dos extremos. En el caso de Christian Duverger, nos encontramos a un escritor sumamente profesional que realiza una investigación muy acuciosa. Quizás el problema estriba en la interpretación de la información. Su libro es una reivindicación plena de la imagen que la mayoría de las personas tienen de Cortés. Poco falta para terminar de leer su libro y canonizarlo.
 
Con todo y eso, la lectura del libro me resultó interesantísima. Adecuadamente contextualizado, el texto se enmarca en medio de la política de la época, y de las intrigas cortesanas de España y Portugal. Y los equilibrios entre el Imperio de Carlos V y las demás naciones, Papa incluido. ¿Qué papel tendrían las hazañas de Cortés para el rey de España? ¿Para sus antiguos patrocinadores y para su detractores? Ese juego de tronos nos permite adquirir más elementos de juicios para legitimar sin juzgar, su papel en la historia de América....no solo de México.
 
Escrito a manera de biografía, se lee a manera de ensayo referenciado. Su lectura, sin embargo, es menos pesada que la del libro posterior del autor "Crónicas de eternidad". Si bien el subgénero de la biografía está un tanto en desuso -la mayoría de los autores se inclinan por la biografía novelada-, encontré ameno el contenido del libro.  
 
El escrito inicia con un análisis de la política española de la segunda mitad del siglo XV. Por cierto, España no era en ese momento un país, ni siquiera un concepto. Era una aspiración para algunos. La península ibérica estaba dividida entre los reinos de Portugal, Castilla, Aragón, Navarra y Granada. Isabel - la que le dio las "naves" a Colón-, tenía la oportunidad de casarse con el rey de Portugal, o bien con el rey de Aragón. ¿Se imaginan las consecuencias de dicha decisión en la configuración de la Europa Moderna?
 
No puedo negar que Christian Duverger es un espléndido sembrador de conceptos. Para un lector novel, no quedará duda, tras leer su libro, de que Cristóbal Colón era un auténtico Mefistófeles renacentista. De que Carlos V era un tremendo perdedor, emperador envidioso de Cortés. De que Diego Velázquez era un inepto que no entendió el papel protagonista de nuestro afable conquistador. Y de que Hernán Cortés era valiente, osado, humanista, pro-indigenista, justo, visionario, promotor del mestizaje, sembrador de la idea de la independencia de México. ¿Qué tal?
 
Repito que la lectura es amena, siempre y cuando le "bajemos" un poco los decibeles al autor. Christian Duverger es un excelente investigador y muy solvente narrador. Vale la pena aprovechar su trabajo, siempre y cuando le pongamos "comillas" a algunas de sus inferencias.
 
 

lunes, 24 de junio de 2013

CRONICA DE ETERNIDAD. Escritores fantasmas.


Hay temas de nuestra sociedad que se antojan un tanto difíciles de polemizar, en función del interés que despiertan en el común de los mexicanos. Si la mayoría de los mexicanos tienen una cultura que raya en lo miserable, no tenemos material ni acerbo suficiente para establecer una dialéctica que se pueda sustentar de manera interesante y placentera.

A nivel del conocimiento histórico de México, parece que heredamos el antiguo combate entre conservadores y literales. Ambas interpretaciones del país sobreviven en buena parte de los autores actuales. Afortunadamente, hay un grupo de escritores y divulgadores de la historia que tratan, en estos años, de agregar objetividad a sus escritos, anteponiendo la el conocimiento y al comprensión al juicio. Alejandro Rosas, por ejemplo. Otros, como Francisco Martín Moreno, anteponen su fe ideológica para leer con esa especie de filtro todo lo que escriben, incluso el resultado de sus investigaciones. Sus escritos se convierten en apologías, en confesiones de fe.

A mi juicio, Christian Duverger pertenece al segundo grupo. Credenciales académicas no le faltan: Doctor por la Sorbona, es un sobrado historiador y antropólogo. Estudioso sobre el México más antiguo (el origen del México actual está en la mixtura provocada por la Nueva España, no en los señoríos indígenas previos), indaga tanto en los tiempos prehispánicos y su antropología, como en la ruda historia de la conquista y establecimiento occidental. Estudioso de Hernán Cortés, se ha convertido en un cortesiofílico.

Es simplemente una conclusión personal, a raíz de haber leído su último libro: CRÓNICA DE ETERNIDAD. ¿Quién escribió la Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España? Ahora no hablaremos de una novela, sino de una tesis comercializada… ¿o un ensayo? Vayamos por partes.

Desde que tengo memoria y la historia me ha apasionado, recuerdo como referentes a esa etapa de la historia de México a un puñado de escritores: Bernardino de Sahagún, Carlos de Sigüenza, Francisco Javier Clavijero y Bernal Díaz del Castillo. Al ser tan pocas, parecen incuestionables. Parece una labor titánica lograr la impresión de un libro en épocas del nihil obstat y abundante analfabetismo. En ese entorno, ¿había espacio para suscitar una polémica?

Para Cristian Duverger, la hubo. Después de presentar su biografía sobre Cortés, el francés profundiza en su admiración sobre el conquistador y llega a la conclusión de que el libro “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” no fue escrito por Bernal Díaz, sino por el propio Cortés. Órale. Y dicha hipótesis es un auténtico palo al avispero en ese raquítico panal constituido por todos los historiadores mexicanos avezados en el tema. Total, en las escuelas nos enseñaron a odiar a Cortés, el mataindios…el conquistador de México.

El problema de juzgar este libro, es que estamos situados justo en medio de un terreno de tiros. El maniqueísmo mexicano nos hace ver a Hernán Cortés como un malévolo, perverso y sifilítico sujeto, al ejemplo de los murales de Diego Rivera. O bien, si eres de la minoría, lo consideras el fundador del mestizaje mexicano y el gran estratega que quiso construir algo diferente sobre estos terrenos, pero siempre de la mano de aliados indígenas. En ese bando, considero a Vasconcelos, y ahora a Duverger.

¿Cómo desarrolla el autor su estudio? Primero, analiza al personaje de Bernal Díaz del Castillo. Las referencias directas sobre su persona son escasas, y todas posteriores a 1560, cuando lo suponemos miembro de la audiencia de Guatemala. El autor suena más o menos convincente cuando nos quiere demostrar que el tal Bernal cambia contantemente su firma, como señal de iletralidad. También es persuasivo al indicar que nadie menciona a Bernal en todos los documentos que hablan de los personajes que consumaron la conquista de México. Por todos lados brotan Pedro de Alvarado, Cristobal de Olid, Bartolomé Olmedo y tantos más.

El nivel de descripción de la Historia verdadera, implica que el narrador fuera una persona cercana al círculo de Cortés, pues relata fielmente conversaciones entre notables, consejos de guerra, visitas privadas  Moctezuma y otros detalles que no fueron de divulgación para un soldado raso.

La cultura promedio de la época, a juicio de Duverger, era escasa; imposible de poseer para el soldado raso que suponemos en Bernal Díaz. Cortés, por otro lado, era Bachiller en Derecho, y había sido gobernador de Santiago, la segunda Ciudad de Cuba. Además, la esposa de Bernal es una completa analfabeta, por lo que resulta imposible de creer que el gran autor de un libro tan complejo y a la vez maravillosamente narrativo no leyera.

Momento. Duverger acaba de tirar un obús hacia Cervantes. Un soldado, miembro de los tercios españoles y  autor de la Novela Iberoamericana más importante de la historia. Si su premisa es cierta y la podemos generalizar, ¿dónde queda Cervantes? ¿Otro autor fatuo? ¿Shakespeare tiene compañía en la vitrina de los conspiradores literarios?

Hasta allí, Christian Duverger incomoda al lector, y puede hacer dudar, pues cita cartas y su análisis parecía solvente, hasta que llegamos a lo dicho el párrafo anterior. Cortés, antes que soldado, fue también político, y de los de renacimiento. O sea, un sujeto todo-terreno que puede citar los clásicos y los medievales.

En un segundo acto, Duverger nos habla del historiador oficial de Cortés. Gómara se encargó de redactar una biografía de Cortés, mientras el conquistador buscaba rehacer su nombre en España, a raíz de ciertas acusaciones en su contra. Tan “subido” de tono andaba el tal Hernán, que el mismo Emperador ordenó que ya no se reimprimiera esa biografía. Incluso impidió la divulgación de las “Cartas de relación”. Estas cartas eran pequeños folletos que el mismo Cortés escribió, en tiempo real, sobre la conquista. Dichos folletos llegaran a España tan solo semanas después de lo acontecido, y tuvieron un éxito razonable.

¿Qué necesidad tenía Cortés de redactar otra versión histórica de los hechos, con un enfoque diferente de sus propias cartas de relación y de su biografía autorizada? Duverger hace fuerza un poco con su teoría, al afirmar que las conspiraciones anticortesianas entre los allegados al reino hicieron pensar a cortes sobre su legado. Al ver la inminencia de las prohibiciones a la divulgación de sus logros. Hay que soltar una tercera vía, no necesariamente anónima.

El resto del libro, es una narración/comprobación de cómo Cortés escribió la Historia Verdadera. Aquí, ya tenemos deducciones donde deberíamos de tener pruebas. Y la parte más vaga, es la demostración de la llegada del manuscrito, desde Valladolid, hasta Guatemala.

El libro termina con un epílogo, con una escena ficticia donde Cortés, cual querubín acomodado en su nube, contempla los premios que otros reciben producto del libro que en realidad él escribió. La tesis se convierte en novela.  Una mezcla un poco extraña, pero que al final de cuentas resultó atractiva, sea para apoyar o para oponerse.

A quien no le interesa la historia de forma intensa, no le recomiendo el libro. Su estilo narrativo resulta interesante el principio, pero luego se refugia en las típicas referencias y citas que hacen a cualquier escrito académico en indigerible. Es un libro que se tiene que leer con espíritu de búsqueda. Tuve que pausar varias veces la lectura para contrastar con otros libros o revistas de historia que tratan sobre lo que estoy interpretando de las lecturas. La cuarta parte del libro son referencias, notas e iconografía. Tuve que releer el ejemplar de la revista Nexos, dedicada precisamente al tema. Y en esa revista, de diez articulistas, ocho están en contra de Duverger.

Si, por otro lado, eres un aficionado a la historia, te recomiendo que lo compres y lo leas, pero poco a poco. Estés o no a favor de la tesis de Duverger, el libro puede ser el envión que necesitabas para adentrarte en esa parte de nuestra historia nacional. Yo, por mi parte y desde mi ignorancia, me declaro más bien en contra que a favor de la tesis de Duverger. Espero que por estas líneas no me declare al autor como un perfecto analfabeto.

lunes, 27 de mayo de 2013

ENTRE LAS PATAS DE LOS CABALLOS. Literatura Cristera.

Suena un tanto presuntuoso - aventurado incluso- nombrar "Literatura Cristera" a un conjunto de escritos que se han producido de manera asincrónica y por motivaciones diferentes. Quizás corresponde a un deseo personal. Hablamos de una etapa de la historia de México que literalmente se "enterró" en los anales de la historia oficial del país. Por otro lado, hablar con los discriminados de dichas acciones ocultistas, es entablar diálogo con quienes pregonan el punto opuesto: la gran epopeya, los soldados de Dios, la lucha de los mártires. Maniqueísmo puro de ambas partes.
 
No está, dentro de mis intenciones, pretender convencerlos de quién tenía razón en esa guerra. Creo que basta y sobra con Jean Meyer para eso. Y, en pocas palabras, el único investigador/escritor de renombre y capacidad, que ha dedicado su tiempo y trabajo a esta etapa de la historia, es el citado francés. No se entiende Jean Meyer sin la Cristiada, y la Guerra Cristera sería ininteligible sin Jean. El problema es que no ha sido digerida. Hacen falta manos diestras que exploten, con su literatura, ese período de la historia de México. Han escrito mucho más de los cuatro años de Maximiliano y Carlota. ¿No vale la pena hablar de un conflicto que causó, bajita la mano, al menos sesenta mil muertos por cada año de conflicto?
 
ENTRE LAS PATAS DE LOS CABALLOS,  es, hasta donde su servidor sabe, la única novela que habla de la guerra cristera. Los escritos de Jean Meyer son interesantísimos, pero no son novelas. Son ensayos fruto de su investigación. Como sea, vale la pena leer el par de ladrillos que constituyen su aporte al redescubrimiento de esta parte de la historia. Recientemente, otros autores regionales y locales, han procurado descubrir al mundo la vida de personajes representativos. Desgraciadamente, han elaborado folletos, incluso libros, de un talante demasiado académico, cuando no de su extremo opuesto. La presentación de dichos libros raya en lo artesanal, y tenemos como consecuencia subgénero que prácticamente muere incluso antes de nacer.
 
Pero vayamos al tema. Luis Rivero del Val es un militante católico, miembro de la ACJM (Asociación Católica de la Juventud Mexicana). Es activo militante de su organización, líder scout, y participará en las etapas finales del conflicto como soldado cristero, en los parajes cercanos al volcán de Colima. Allí, en las fronteras entre Jalisco y Colima, será herido de gravedad un par de veces, y conocerá en carne propia los avatares del ejército libertador, con su final decepción a raíz de los acuerdos de 1929, entre la jerarquía católica y el gobierno de Portes Gil.
 
Lo más interesante del libro, es que constituye una suerte de autobiografía. Está escrito a manera de diario, y es obvio resaltar que es el punto de vista de alguien que está en contra de las disposiciones del gobierno. Y, particularmente, de la Ley Calles.
 
La historia de México, en lo tocante al conflicto Iglesia-Estado, puede resumirse de la siguiente manera: en la época colonial, los miembros de la Iglesia eran connotados burócratas de la corona española. Hubo momentos en que el arzobispo de México hacía las veces de virrey, mientras al virrey depuesto se le hacía juicio de residencia. La corona española descansó muchas de sus obligaciones civiles, en manos de los obispos y las congregaciones religiosas.
 
Las ideas principales de la Revolución Francesa, traen la semilla del Estado Laico y la libertad de pensamiento y religión. Esas ideas tardarán en permear en la mentalidad del mexicano del siglo XIX. Viene la guerra de Reforma, y todas las medidas tomadas por Juárez y Lerdo. La Iglesia ya no se mete con el estado. El secularismo se impone.
 
Ahora, después de la Revolución Mexicana, lo que se propone el gobierno es precisamente METERSE CON LA IGLESIA. La ley Calles pretende que el gobierno supervise a la iglesia, por no decir que la controle. El gobierno quiere impedir la residencia a sacerdotes extranjeros, pretende controlar el número de sacerdotes por estado, supervisar a los candidatos y también el impedimento de cualquier manifestación religiosa. Ni cruces, ni hábitos, ni persignarse en público.  La Iglesia en condiciones como las que se encuentra en China o Vietnam, por decirlo de manera simple.
 
La Iglesia declara que no puede seguir impartiendo sus actividades de culto en esas condiciones, y suspende sus actividades en los templos. Allí es donde entran los católicos de a pie, para oponerse al gobierno por la vía pacífica o por la vía armada. Y viene la guerra cristera en su primera etapa.
 
A esa primera etapa, se refiere Luis Rivero del Val en su novela. Cuenta las aventuras de un jovencito de 16 años, miembro activo de la ACJM, que participa en boicots económicos, actividades de insurgencia, provisión de cristeros y espionaje. Cuando su vida peligra, si permanece en la ciudad de México, se refugia en las serranías de Colima y Jalisco....ahora como cristero.
 
Aunque la novela es un tanto apologista sobre los cristeros, resulta interesante leer su perspectiva. Tiene un gran valor hemerográfico, pues cita de manera literal numerosas notas de los periódicos de la época, tales como el Excélsior y el Universal Gráfico.
 
Con el paso de las hojas, el escrito se convierte en una novela de aventuras, en combinación con un ensayo descriptivo del conflicto. A quien le interesa saber más sobre el conflicto, le va a interesar la novela. Si eres un tanto escéptico respecto de la religión, no es el libro para ti.
 
El final de la novela no coincide con la verdad, puesto que Luis Rivero del Val recibe su salvoconducto al terminar la guerra. Se gradúa como Ingeniero Civil y participará en la construcción del México moderno como uno de los mejores constructores de la mitad del siglo XX. En la novela, el protagonista es ejecutado, con dos compañeros, a traición...días después de que se habían firmado los "acuerdos".
 
Es un buen libro, disfrutable. Pero en ocasiones cansa un poco por sus continuas notas y agregados relacionados con las adendas de periódicos, comunicados militares, documentos pontificios y piezas de oratorias. Con todo y eso, lo recomiendo, salvedad de lo que expresé líneas arriba.
 
Y hago votos para que, muchos escritores, se aventuren a tomar como pretexto el acontecimiento cristero, a fin de que enriquezca la literatura alusiva. Hasta ahora, tenemos a un titán, a un testigo real y algunos microhistoriadores. El "14", no le pide nada al Tigre de Santa Julia. Si vida bien merece una novela.