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miércoles, 30 de octubre de 2013

LOS REYES MALDITOS. Libro I: El Rey de Hierro.


Dicen que la menor solución para leer en tiempos de crisis consiste en retomar lo que valió la pena haber leído. Y precisamente me encuentro en esa circunstancia. Hay que desempolvar la biblioteca personal para encontrar ideas nuevas en libros aparentemente viejos.

La colección de “Los Reyes Malditos” es una de mis favoritas. La habré leído, al menos, unas cuatro veces. Su estilo narrativo tiene la mezcla adecuada de sencillez y cultura.  Los primeros libros de la serie se devoran en unas cuantas horas de lectura intensa y emocionante. Hay que admitir que afirmo esto desde la seguridad de mi propia trinchera. Con mi proclividad a disfrutar de la novela histórica, mis afirmaciones sobre la calidad de la colección pueden parecer de una excesiva excelsitud.

El autor, Maurice Druon, no es un improvisado. Combina de manera solvente sus aptitudes de novelista, ensayista y divulgador de la historia. Sumergirse en la historia de Francia es la clave para emerger de ella con una nueva visión del mundo moderno. Y una serie de acontecimientos simples, ordenados de manera profética, pueden originar una guerra de cien años. Esta es la premisa con la cual el autor elabora un relato coherente y adecuado por su equilibrio entre el perfil físico y psicológico de los personajes, la descripción austera pero suficiente del contexto social de la Francia del bajo medievo, y los hechos históricos contundentes que nos originan la cronología sustentadora da la colección. Descripción y acción en equilibrio, con un lenguaje entendible para cualquier tipo de lector. Druon no es pretencioso, pero tampoco mezquino con sus aportaciones históricas dentro del libro.

Estamos ante un “Clásico contemporáneo”, si se me permite el oxímoron. Esta saga se creó a mediados de los cincuenta del siglo pasado, y sigue siendo un habitante distinguido de nuestras librerías modernas. Pero dejemos de lado los elogios y las consideraciones. Adentrémonos en el inicio de esta serie.

Estamos en los albores del siglo XIV. El rey Felipe es el monarca más poderoso del mundo occidental. Tiene al papado bajo sus pies, en la ciudad pontificia de Avignon. Ha acrecentado los territorios bajo su dominio, por medio de las guerras y las alianzas matrimoniales. Su hija es reina de Inglaterra. Sus hijos, casados convenientemente, aseguran la permanencia de Borgoña al dominio francés.  Su situación económica, apurada de momento, se ha resuelto con la condena que hizo de los templarios.

Los templarios, Orden Militar originada por el fenómeno cruzado, se habían convertido en los banqueros de Europa. Uno podía confiarles su dinero y joyas en un castillo de Palestina, para terminar cobrando el equivalente en su sede de París, por ejemplo. Bastaba mostrar el pagaré firmado y sellado por el maestre de la fortaleza original. Eso los volvió el objetivo más apetecible del rey de Francia. Un camino adecuado para resolver el déficit presupuestario.

Efectivamente, en una acción coordinada, muestra de la inteligencia militar de entonces, todos los templarios son encarcelados y condenados. Solo escaparán los del pequeño reino de Aragón. Sus propiedades serán saqueadas o expropiadas por el erario público. Todos los reyes aprovecharon la situación, pues el mismo papa los condenó. La puntilla de dicho proceso fue la condena a muerte de Jacobo de Molay, Gran Maestre de la Orden Templaria, con sede en París.

Al momento de cumplir la condena, mediante la muerte por la hoguera, el gran Jacobo de Molay lanza una maldición en público: emplaza, en un lapso no mayor de un año, al Rey, a su procurador de justicia, y al Papa...todos ante el juicio de Dios. Y efectivamente: en un lapso menor de tiempo, mueren los tres.

Este primer libro nos narra no solo la historia de dicha condena, ni de su cumplimiento aparentemente cabalístico. Nos presenta la perspectiva de los pequeños errores que terminarán por debilitar a Francia y ponerla a merced de Inglaterra: Una reina de Inglaterra, francesa, cuyo hijo también puede ser pretendiente al trono galo. Unos príncipes franceses enfermizos, influenciables y un tanto ineptos para la labor política, a excepción de Felipe el Largo. Las esposas de dichos príncipes que se solazan con sus amantes, siendo la comidilla del pueblo y arriesgando la sucesión. La influencia de los banqueros italianos, que se erigen como el “cuarto poder” de la época.

Tenemos un buen caldo de cultivo para que las cosas exploten después. Al rey Felipe se le conoce como el “Rey de Hierro”, por su carácter y determinación al gobernar. Se termina la época de la debilidad de los reyes y la acumulación del poder entre los nobles y los señores feudales. La burguesía quiere tener cartas en el asunto. Y mientras tanto, el pueblo sufre; se contenta con la comida y el circo de cada día.

Una buena lectura, una buena dosis de cultura. Una ventana para interpretar mejor la historia de Francia y entender la histórica rivalidad que tienen con la Isla del Norte. Una lectura obligatoria para los franceses, e interesante para el resto de los mortales.

¿Cómo termina esta primera parte? Con la muerte de Felipe el Hermoso, antes de cumplir la cincuentena de años. El Papa murió meses antes,  y su procurador también. El envenenamiento es el método de asesinato favorito entre la nobleza. Las hijas de la Condesa de Borgoña, encarceladas a perpetuidad por sus escarceos amorosos y su descarada infidelidad. Fueron descubiertas magistralmente por su cuñada, la reina de Inglaterra. Tres candidatos al trono observan a su padre en el lecho de muerte: Luis el mayor, con una edad mental de quince años. Felipe el intermedio; comprobada reflexividad pero de salud inestable. Carlos, el menor; sentimental e ingenuo como corderillo de pastorela.

Los elementos están puestos. Los zopilotes aletean sobre el trono de Francia. No nos perdamos el libro segundo de la saga, el cual espero comentar la siguiente semana.