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jueves, 19 de noviembre de 2015

CRONICA DEL PAJARO QUE DA CUERDA AL MUNDO. Asuntos no resueltos.


Debo confesar que, si bien me declaro admirador de la obra de Murakami, me resultó mucho más difícil concluir con la lectura de esta novela, en relación con el resto de su producción.
Candidato permanente al Nobel, en la última década el autor japonés se ha dedicado a escribir libros más bien de tamaño pequeño, que se venden por millones en Japón gracias a una reputación bien ganada.
Y me parece justificado. Hablaré sin mucho conocimiento de causa, pero me parece que la sociedad japonesa es en cierto sentido tan “predestinada”, tan “cuadrada”, que las novelas de Murakami se convierten en una excelente plataforma de despeje para salir de la odiada rutina e imaginar que pueden hacer cosas extrañas, acudir a mundos ocultos, salir de la rutina esclavizadora. Solo imaginar, le da al hombre varios centímetros más en la métrica de la libertad.
Vayamos al tema. Espero no terminar en una confusión autogenerada, dado que esta novela es de muchos matices: intimista, descriptiva, fantasiosa, psicoanalítica, de doble ámbito, de múltiples entradas, con un traslado del contrapunto a niveles que no había visto en ningún caso.
¿Hay una premisa inicial, que colabore con el nudo de la historia? Creo que sí. Y la premisa sería que a la gente ordinaria, por muy ordinaria e insípida que parezca, le pueden ocurrir cosas extraordinarias.
Pero no debemos de confundir cosas extraordinarias con cosas maravillosas. Lo extraordinario no es bueno, ni siquiera en la mayoría de los casos. Pero sí se constituye en una sacudida peligrosa que provoca el descarrilamiento de lo que pudiera ser una vida anodina.
¿No nos sentimos así, la mayoría de los casos? Insisto, creo que en esta parte es en donde podemos encontrar la clave del éxito de Murakami: darnos la esperanza de salir, como miembros de una sociedad sumamente estandarizada, del terreno de la abulia.
La mediocridad de tu vida no se mide por la falta de logros reconocibles ante los demás; se calcula por la intensidad de tus vivencias. Tampoco me refiero a la Pamplonada, al surfeo con tiburones, el salto boongie. Me refiero a que tu vida está escrita en prosa, y de repente solo puedes continuar con gestos. O a que tu narrativa se redacta en un cuaderno de raya, y súbitamente solo tienes la arena para seguir tu escritura.
En fin. ¿De qué va la novela? De la vida de Tooru Okada. Un adulto joven japonés. 35 años, casado desde hace 6 años con Kumiko. Ella trabaja en una agencia de noticias, un medio informativo local. Él, desde hace un par de meses renunció a su puesto de oficina en un despacho legal, y vive del seguro de desempleo.
Como buen desempleado, se encarga de las labores caseras mientras su esposa trabaja. Recibe una llamada de una mujer desconocida, una llamada de naturaleza lasciva. Cuelga y sigue con su proceso de cocina.
El entorno de Tooru comenzará a cambiar. Hay signos alrededor de su existencia, que le sirven como referencia: el gato (que lleva un mes perdido), su departamento (cedido por un tío, bajo una renta módica), el ruido de la naturaleza, en general. Sobre todo, el pájaro que le da cuerda al mundo. Es un pájaro que de madrugada, pica contra el tronco de los árboles, de manera ocasional. A Tooru le parece que ese sonido es como si el pájaro le diera cuerda al mundo, de forma que todo siga igual, como el día anterior.
Bueno, pues a partir de estos primeros momentos, la vida de Tooru se convierte en un tobogán, del que quizá no salga bien librado. De manera esquemática, traeré al texto los principales acontecimientos que propician la transformación de la vida de Tooru:
  • Su esposa escapa de la casa, llevándose solo la ropa del día.
  • Conoce a Creta y a Malta Kano, hermanas y adivinas de profesión.
  • Entra en contacto con Noboru Wataya, su cuñado y némesis. Un tipo siniestro del cual sospecha tiene la culpa de la desaparición de Kumiko, su esposa.
  • Se hace amigo de una adolescente vecina, un tanto transtornada: May Kasahara. Con ella hace estudios de mercado sobre los calvos y convive a manera de desahogo.
  • Descubre un pozo seco en una casa abandonada. La mansión de la horca.
  • Muere el adivino que, por consejo de su esposa, era su especie de consejero espiritual antes de la boda. Por medio de este hecho conocerá a un veterano de la segunda guerra mundial, y sabrá de sus vivencias terribles de la época.
  • Le saldrá una mancha en la mejilla, gracias a la cual conocerá a Nutmeg y Cinnamon, personajes claves en la recuperación de su propia singularidad.

¿Les parece poco? Pues cada una de las vertientes anteriores tiene su propio desarrollo. Como un buen quesillo oaxaqueño, la novela se va enredando más y más, al profundizar el argumento de cada personaje que aparece. Pues para entender la naturaleza del personaje (el pozo incluido), el autor tiene que ir de reversa en el tiempo y contextualizar. Es decir, realizar el propio desarrollo de los implicados en la novela.
No le miento si les digo que, al final de la novela, ya no recuerdas cuál era la premisa inicial.  Bueno, recuerdas lo básico: Nooru pierde a su esposa, Kumiko, y piensa recuperarla a toda costa.
Hay una serie de objetos que se convierten en fetiches: un bate de béisbol, un pozo, el agua. Todos se acomodan de manera armónica, como en un sueño Freudiano, para darle cierto significado a los acontecimientos.
Los sueños, las alucinaciones y las imaginaciones del autor se convierten en una parte fundamental del relato. Como en 1Q84, nos percibimos ya no en un solo mundo, sino en dos. Y lo que se lleva a cabo de un lado de la frontera, tiene consecuencias incontrovertibles de aquel lado del muro. Las dos dimensiones están conectadas.
Lo he dicho otras veces: en mi humilde opinión, el verdadero realismo mágico lo ha creado Murakami, más que la oleada latinoamericana. Murakami es más sutil, más ordenado, menos disruptivo…pero llega un momento en que no sabes si estás leyendo un hecho, un sueño, una evocación o un delirio. Y todos son igual de importantes en la construcción del “Yo”, a juicio del relato.
Creo que no es una novela fácil. Pero creo que estamos escarbando en la década de la mejor producción literaria de este japonés.  Es de esas novelas que pueden forzar el intelecto, y retar nuestros esquemas mentales vigentes. Claro, siempre queda la esperanza de que a los que nos consideramos personajes anodinos, seres anónimos de la gran sociedad masificada, tengamos un giro disruptivo que nos ponga en clave de persecución. Esa persecución que busca la propia singularidad: el sentido de vida.