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lunes, 2 de enero de 2012

La llamada de la selva.



¡Feliz año nuevo! Que uno de nuestros propósitos sea el leer más, y acrecentar nuestra cultura literaria y general.
Iniciamos este año con un comentario sobre una novela que muchos catalogan para adolescentes. Creo que deberíamos de ampliar este espectro, y sugerir la lectura para un público más amplio. Ahora que en enero tienen muchos días extra para "leer", hay una lectura que bien pueden finiquitarla el mismo día y agarrar vuelo para lecturas más prolongadas.

"La llamada de la selva" o "La llamada de la naturaleza" es una novela corta del vitalista Jack London. Es la época de la revolución industrial en pleno, de la supremacía occidental, de las exploraciones por terrenos exóticos y legendarios....incluso de la lucha por llegar hasta los últimos confines de la tierra. Estados Unidos está en plena expansión territorial, y es tiempo de aprovechar lo ganado. En ese contexto se nos presenta una novela que bien pudo considerarse algo tierna en su momento. Como están las percepciones en este momento, y con la piel delgadita de muchas personas, a ciertos partidarios de PETA o de la burbuja de cristal para proteger a los niños y a los animales, esta novela les causaría un infarto. Permítanme explicarles las razones.

Buck es un perro burgués, que vive cómodamente en la gran Quinta de un rico californiano. El típico perro que juega con los nietos, que come sibaritamente, que se sienta al lado del viejo amable frente a la chimenea. Pero su vida cambiará radicalmente cuando el ayudante del jardinero (de origen latino, para completar el prejuicio) lo roba y lo vende para pagar unas deudas de juego.

En este momento la vida de este perro, mezcla de San Bernardo y Pastor Alemán, da un giro de 180 grados. Se convertirá en un perro de tiro, destinado a las grandes exploraciones del norte de Canadá y de Alaska a finales del siglo XIX. Se acabó la vida de reposo y relajación, ahora surge la lucha por la vida y el aprendizaje bajo el látigo y el garrote. Poco a poco, en este ambiente hostil y de sobrevivencia, surge el instinto animal de este fabuloso perro y siente la llamada de su ser animal. Sus instintos lobunos surgirán a medida que sortea diferentes aventuras y calamidades.

El perro Buck tendrá que luchar por la supremacía dentro de la jauría. Aprenderá a dormir en la nieve, a controlar un trineo de tiro, a evitar el castigo de los humanos, y a decir que no, cuando de le pide realizar algo que si intinto le indica es conducente a la muerte.

Un punto a favor del autor, es el hecho de que no pone a hablar a los animales entre sí. El relato es simple, la línea narrativa siempre es desde la perspectiva del personaje principal; en este caso el fantástico Buck. Se habla desde el pensamiento del perro, pero nunca pone en el hocico de los perros animales, simplemente relata como si pensaran y actuaran en consecuencia. Sería ridículo y algo Disney poner a hablar a los perros.

No quiero contar el final de esta novela. Simplemente quiero dejar en claro que el escritor parece querer demostrar su tesis de que no hay actos buenos o malos en los animales (¿o en los humanos?). Irremediablemente tendremos que hacer caso a nuestros instintos, haciendo homenaje al deseo de supervivencia de nuestros antepasados.

El lenguaje de la lectura es bastante entendible, pero considero que también ayuda a incrementar el acerbo verbal de un mexicano promedio. Es una novela que te puede gustar o no, pero terminarás por leerla. A quienes son animafílicos, les gustará la tesis inicial, aunque les desagradará lo gráfico (aunque escueto) de algunas narraciones que denotan violencia física o verbal. ¿Alguien esparaba que un perro no se peleara a muerte?

En fin, creo que es un buena propuesta de inicio de año. Prometo no dejar que pase el mes sin realizar el comentario de un gran libro de Ken Follet. Estén pendientes.