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martes, 8 de enero de 2019

EL ÚLTIMO CATÓN. Vuelta a la página.



Hay algunos libros que por cuestión de orden mental -y práctico en las actividades de inicio de año- podré comentar en breve. En realidad, son las lecturas con las cuales cerré mi año lector. Y como en los tamales posaderos, hubo de todo: de chile, de dulce, de manteca. Comencemos.

La única referencia que tuve para apoyar mi intuición sobre leer obras de Matilde Asensi, fue verificar en las revistas de historia de las que soy asiduo lector recomendaciones. Y "El último Catón" fue un auténtico bestseller....hace 20 años. Con esas ligeras recomendaciones -indirectas por supuesto- me atreví a comenzar la lectura. Y a deglutir su contenido.

Creo que lo correcto sería "tragar". Así como lo hace mi cachorro recién adquirido con sus croquetas. La diferencia es que Luka lo hace con sumo placer por la comida, y yo lo hice en un auténtico sentido estoico de la lectura, con el imperativo categórico de que un libro, una vez que se comienza a leer, se tiene que terminar, le pese a quien le pese.

Pero vayamos a la trama. Una monja brillante, especializada en paleografía y asignada temporalmente a la comunidad de Roma para estudiar con algunos escritos custodiados por el Vaticano, recibe una encomienda extraña, de parte de Angelo Sodano y otras altas autoridades: revisar los símbolos tatuados y escarificados en un hombre etíope que murió en un extraño accidente. Junto al etíope había tres pedazos de madera.

En una especie de carambola más digna de serie ochentera de televisión, se formará un equipo compuesto por una monja paleógrafa, el jefe de la guardia suiza del vaticano, y un especialista en arqueología egipcio cuyos cromosomas parecen diseñados por la ONU.

El punto principal nos lleva a varios descubrimientos: Una secta de guardianes de la Vera Cruz. Un líder de dicha secta que se hace llamar Catón, en honor al rústico y moralista vigilante social de la república romana. Un libro -La Divina Comedia- cuyo autor -Dante- formó parte de la secta. Y una serie de pruebas contenidas en la adecuada y sumamente tergiversada interpretación de los cantos del purgatorio. Al pasar dichas pruebas, se obtiene la aprobación de dicha secta para formar parte de la misma y dedicarse a la cosa más inútil del planeta: cuidar fragmentos de una cruz que, obviamente, nunca fue la cruz en la que murió Cristo, si le hacemos acaso a la ya dudosa tradición de su descubrimiento y milagrería.

Luego entonces, mientras recorren las siete pruebas, ubicadas en las ciudades sede de los pecados capitales, se formará parte de dicho círculo privilegiado. Las ciudades de las pruebas son, a saber: Roma, Ravena, Jerusalén, Constantinopla, Atenas, Alejandría y Antioquía.....en Etiopía.

Mientras sobreviven a pruebas tan duras que ni un Delta Force sería capaz de superar, Ottavia descubre que su familia es un clan mafioso siciliano. Y se enamora del arqueólogo egipcio, en una serie de diálogos dignos de la saga de Eclipse. Vomito en este momento.

Yo no sé si a ustedes la premisa les parece interesante. Pero en el primer cuarto del libro me siento en una copia mala del Código Da Vinci, o de Ángeles y Demonios. Se entiende que esta novela tuviera su éxito en la época en que este tipo de literatura era abundante. Ahora suena anacrónica y hasta vergonzosa.

Las pruebas son inverosímiles, la actitud de las autoridades sumamente extraña y forzada, y el descubrimiento y resolución del caso es de lo más irrelevante. La existencia de la Iglesia Católica no depende para nada de recuperar unos trocitos de madera. Y los famosos Staurofícales - miembros de las secta- son unos tetos que llevan más de 1700 años preservando la cruz -según ellos- cuando de repente les entró una ansiedad por robarse los fragmentos de cruz repartidos en los monasterios e iglesias del orbe. Y creen que roban fragmentos verdaderos, no fraudes medievales.

En gustos se rompen géneros, pero creo que el libro me será sumamente útil para detener la puerta del cuarto de visitas. No le dedico más tiempo a mi estoicismo literario.

Pronto estaré con ustedes para reflexionar sobre entregas pendientes: Homo Deus, Historia de un canalla, Así mueren las democracias y la historia de los Targaryen, la última entrega del creador de Juego de Tronos. El banquete se antoja apetecible.


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