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miércoles, 27 de enero de 2016

EL UNDÉCIMO MANDAMIENTO. No dejes de leer.


Definitivamente me he convencido de las dotes narrativas de Jeffrey Archer. Autor muy leído en su época más productiva, y me lamento por el hecho de que me enteré de la existencia de su obra hasta tiempos recientes. Aclaro que para un servidor, el enterarme significa estar en contacto, leer.

Después de la grata experiencia que me dejó "Kane y Abel", decidí experimentar de nuevo el placer de la lectura con otro best seller del citado autor. Ante la escasa existencia de ejemplares en la librería, opté por una novela de espías: El Undécimo Mandamiento.

¿Diferencias con el libro anterior? Por supuesto. Es un libro un 30% más corto, abarca una extensión de tiempo de unos cuantos meses, y la trama refleja menos los complicados argumentos interiores de las personas, y más sus reacciones evidentes ante los hechos que se les presentan. Pero de la misma manera, la narrativa prioriza los hechos sobre las descripciones, cuando le parecen innecesarias. Archer se da el tiempo suficiente para cimentar de manera suficiente el perfil psicológico e histórico del protagonista principal -Connor Fitzgerald-, y no deja cabos sueltos para otros personajes de vital importancia: Jackson, Zerinsky, el presidente Tom y la jefa de la CIA, Helen Dexter.

Lo mejor de todo es que el soporte ideológico de la novela nos parece perfectamente verosímil en casi todos los puntos, excepto quizás en el hecho de que, en las postrimerías del Siglo XX, una agencia de inteligencia internacional mate a presidentes y candidatos de varios países como si estuviera de temporada de casa en Wisconsin. Hilos negros mueven la historia mundial, por debajo del agua. Sin caer en las exageraciones de los Sabios de Sión o la Cofradía de la mano "endeble", como dijo una tía.

En esencia, la novela se basa en la labor de uno de los mejores agentes encubiertos de la CIA, Connor Fitzgerald. Veterano de la guerra de Vietnam y orgulloso de su sangre irlandesa, ha capoteado con buenos resultados sus 28 años de misiones riesgosas. Le quedan unos cuantos meses de jubilación. Su lealtad al presidente es mayor que su devoción a la CIA. Su última misión, sumamente riesgosa, consistió en asesinar a un candidato a la presidencia de Colombia, ligado con el narco.

Por otro lado, tenemos a Helen Dexter. Es la jefa de la CIA los últimos 25 años. Es el diablo en persona. Se considera la persona con mayor poder en Estados Unidos, dado que a los presidenes los validan las elecciones, pero ella permanece. Y si es el caso de que intenten destituirla, tiene grabados a todos los funcionarios públicos, y puede sacar sus trapitos al sol. Hoover es un Boy Scout comparado con la maldita Helen.

Y en la tercera banda, tenemos al presidente Demócrata, Tom Lawrence. Parece convencido de su misión como reductor de la carrera armamentística, pero ello depende del ambiente internacional que prevalezca. El hecho de que un candidato pro-comunista como Zerinzky, pueda ganar las elecciones en Rusia, complica su proyecto presidencial.

En esta carambola de tres bandas, Connor puede convertirse en la cabeza de turco que la Directora de la CIA necesita, para tapar su rastro sobre operaciones no autorizadas por el presidente. Y de buenas a primeras nos encontramos con la mafia rusa, con la lealtad de un amigo, con las investigaciones sobre las investigaciones y con que todos vigilan a todos.

Eso es lo de menos. A la mitad del libro, el libro toma un ritmo que es vertiginoso, y obliga al lector a querer terminarlo cuanto antes. Vuelve sea sensación de adicción a la lectura que tantas satisfacciones me produjo en el libro anterior.

Jeffrey Archer es muy bueno en cuanto a los giros de tuerca y las situaciones inesperadas. Si en el libro anterior me jactaba de haber descubierto el hilo negro con anticipación, también debo de reconocer que en las páginas finales me topé con otras sorpresas agradables. Debo reconocer que, a la mitad de este libro, no tenía certeza sobre el desenlace, debido a que el nudo se volvía cuanto más gordiano podía ser.

Parece un libro hecho para que Harrison Ford lo haga vida en una película. Y definitivamente, acudiría a las salas de cine.  ¿Recomendable? Por supuesto. No niego que tengo harto trabajo en estos días, pero sigo con la racha de tomar el libro en mis ratos libres, o antes de dormir, en vez de conectarme a la caja maldita de la televisión o al sendero Dantesco en el que se ha convertido Nextflix.

Hasta la próxima. Ahora tengo una de romanos y gladiadores, de la autoría de Paul Doherty. Ya les contaré al respecto.

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