En este título de la serie,
parece que hacemos una larga pausa sobre la situación de Francia, para observar
con detenimiento la situación de Inglaterra. En Francia, reina Carlos IV, el
hermoso. Hermoso pero falto de valor y de inteligencia. Realmente quien
gobierna es su tío Carlos de Valois. El rey Felipe el Largo muere de una
enfermedad infecciosa, por haber tomado agua contaminada. Con él se van los
intentos de restaurar el centralismo y la eficiencia administrativa de Felipe
del Hermoso. Su breve reinado de seis años tuvo como protagonistas principales
a los pastorcillos que, en aras de una inspiración supuestamente mesiánica,
inventaron una nueva cruzada pastoril (por no decir pauperil), invadiendo
ciudades y arrasando todo lugar que se encontrara en su camino.
Dos de los tres hermanos han
muerto sin dejar descendencia de varones. La única preocupación real que tiene
Carlos es asegurar su descendencia mediante un hijo. Lo demás, lo deja en las
manos de Carlos de Valois.
¿Qué ocurre, mientras tanto, en Inglaterra?
El rey Eduardo II se ha ganado, poco a poco, la animadversión de sus súbditos.
Ya perdió el territorio de Escocia en una guerra. Sus nuevos favoritos en la
corte son los Le Despenser. El padre hace las veces de primer ministro, y el
hijo de amante del rey. La reina Isabel está como presa en su propio palacio.
Numerosos presos políticos están desperdigados dentro y fuera de la isla. El
más peligroso de ellos es Roger Mortimer, conquistador de Irlanda y opositor de
los Le Despenser.
Por medio de diversas alianzas y
argucias, Mortimer consigue escapar del castillo donde se encontraba. Una buena
estrategia consigue emborrachar y drogar a todos los vigilantes del castillo,
de forma que él escapa en una lancha tras haber salido de su celda y escalado
los muros. Su destino natural será Francia, donde espera encontrar aliados y
condiciones propicias para ocasionar un rebelión que quite del trono al rey
Eduardo.
En Francia, todos viven una
suerte de euforia artificial por los aparentes buenos tiempos que viven.
Parecen no darse cuenta de la incapacidad de sus gobernantes y de los oscuros
entretejidos que rodean a toda la clase política. Una intervención punitiva en
Flandes termina en un rotundo éxito, a pesar de la torpeza de algunos de los
varones franceses. Esto les hará pensar que en la guerra, la caballería es lo
que importa. Craso error, el cual se pagará después en la guerra contra
Inglaterra.
Mortimer es presentado ante
Roberto de Artois, quien a su vez lo presenta con Carlos de Valois y con el
banquero Tolomei. El primero, para buscar una manera política de atacar al rey
Eduardo y desbancarlo del trono. Con el segundo, para que le abra una línea de
crédito y pueda vivir de manera adecuada en París, dado que sus tierras y
recursos han sido confiscados en la Isla.
Al estilo Valois, Mortimer es
convertido en caballero de la famosa Cruzada que pretende el buen Carlos. Y
encuentran que la mejor forma de provocar a Eduardo es exigirle el homenaje que
debe al rey de Francia, por el Ducado de Aquitania. La mejor forma de
precipitar el conflicto es provocar enfrentamientos entre las fronteras del
territorio francés y del gascón. En pocas palabras, Mortimer está enrolado en
una cruzada que no le interesa; y para luchar contra Eduardo, tendrá que luchar
contra sus compatriotas. Menuda situación.
El enfrentamiento en el suroeste
francés tiene de interesante en que es
la primera guerra europea en la que se usan cañones. Recién importados de medio
oriente, los mercaderes lombardos los venden al mejor postor. La pólvora es ya
un invento que se comienza a generalizar, traída de China. Tras la victoria
francesa, se manda a la reina Isabel como negociadora de paz y del homenaje.
Empiezan los amoríos (antes platónicos, ahora reales) entre la loba de Francia
y el indómito Mortimer.
Hemos dejado de lado a uno de los
personajes más interesantes de la saga. Roberto de Artois, el gigante de los
100 kilos, con su eterno olor a búfalo y a macho francés, sigue haciendo lo
imposible por desestabilizar el Artois y conseguir que le sea devuelto. Es
yerno de Carlos de Valois y ahora está conectado con medio mundo. Dichas
relaciones le servirán para su progreso y ruina posteriores.
Guccio regresa de Florencia.
Visita a su tío, y está decidido a volver a ver a su antigua amada y al que cree
su hijo. Los cuñados ahora están más proclives a aceptarlo como parte de la
familia, dada su situación endémica de pobreza. Sin embargo, María de Cressay
se siente incapaz de romper el juramento que hizo a Bouville en la antigüedad,
y, por mucho que lo ama, decide no verlo en persona. Con esto, Guccio se
convence de que María es una completa pécora ingrata. Toma al niño, el rey
escondido, y decide llevárselo de los campos fangosos del Neauphe para que
conozca una vida de verdad. Aparecerán en los últimos capítulos.
La misión de reconciliación entre
Francia e Inglaterra se convierte en una expedición de reconquista. Numerosos
nobles ingleses han cruzado en canal para visitar sus propiedades, pero no han
regresado. Edmundo de Kent, hermanastro de Eduardo, fue derrotado en la toma de
La Reole, pero ahora es aliado de Mortimer e Isabel. Cuando el rey Eduardo, por
medio de escandalosas cartas, insta a Isabel a que regrese a Inglaterra, se da
el golpe definitivo. Regresarla a solas implica la muerte. Regresará acompañada
de un ejército de flamencos, ingleses y aliados, para destronar al sodomita
Eduardo.
Tiene tan pocos aliados el rey de
Inglaterra, que a la llegada de los insurrectos los pueblos prácticamente se le
rinden. Eduardo y su amante se refugian en un convento. Pronto son encontrados.
Eduardo será encarcelado, y Le Despenser torturado con lujo de crueldad. Se le
pide su dimisión. Es negada. De hecho, el mismo hijo no aceptará la sucesión
del trono si no es con la dimisión de su padre. Ante los hechos, su padre
acepta firmar dicha renuncia desde su cautiverio.
¿Cómo termina este capítulo? Con
la muerte del rey cautivo. Había que buscar una forma de matarlo que no dejara
huella. Le insertarán un hierro candente por el trasero, rodeado de un cuerno
de buey hueco, para que no queden rastros de quemaduras. El rey ha muerto. Viva
el regente. Mortimer gobernará Inglaterra hasta la mayoría de edad del joven
Eduardo III.
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