¿De dónde viene esa costumbre,
tan cuestionada en los últimos tiempos, pero simplemente aceptada en los
tiempos modernos, de que el patrimonio y el apellido se transmitan por el
primogénito hombre? Ciertamente, un estudio antropológico serio nos llevaría al
caudal de posibles causas que se encuentran arracimadas en la cultura machista
de la antigüedad y de la Edad Media. Y al parecer, tanto en oriente como en
occidente no tenemos muchas diferencias al respecto.
La preocupación de las casas
reales contemporáneas sigue residiendo en asegurar su línea sucesoria mediante
el nacimiento y la sobrevivencia de un hijo varón. Nuestro presidente mexicano recién recibió en
su visita diplomática al príncipe de Dinamarca. Recordamos con una sonrisa en
los labios el Príncipe de Holanda, cuando hace tres años dijo en su discurso
“Camarón que se duerme, se lo lleva la chin…” En Inglaterra están de plácemes
por el bautizo del bisnieto de la Reina Isabel.
Y en España están más preocupados por el alicaído prestigio de la casa
real española, que por el hecho de que hasta ahora el príncipe Felipe tenga
solamente dos hijas.
Francia selló un destino
tormentoso, en el momento que afirmó la ley Sálica. Regresamos a la época de
los Capetos, con la muerte reciente de Luis X el Obstinado. Deja a su esposa
Clemencia con un embarazo de 4 meses, y el inminente riesgo de complicaciones.
El hermano de Luis, Felipe, aspira a la regencia; pero también a la corona. Su
tío, Carlos de Valois, se considera el más apto, por sangre y por méritos, para
gobernar al país.
En medio de tremendas
discusiones, el consejo del reino se reúne. Carlos se asume como regente, y
Felipe se encuentra en Avignon, tratando de lograr que un papa sea electo.
Tiene a su lado al cardenal Duèze, hijo de un burgués francés, y favorito de
los reyes de Nápoles y Francia. Hay que someter a los partidos italianos,
provenzales y gascones para lograr un atisbo de unidad en el Colegio
Cardenalicio.
De nuevo, los lombardos hacen el
papel de gestores del futuro. Antes de la llegada del mensaje oficial, al
príncipe Felipe le llega la notica por medio del correo lombardo. Solo él y el
cardenal Duèze lo saben. Cierra las puertas de Avignón, se asume como regente y
convoca a los cardenales para el duelo por el rey fallecido. Confiados, los
cardenales asisten al templo. Luego, Felipe los encierra y “a la fuerza”
consigue el cónclave: nadie saldrá de allí hasta haber elegido Papa.
Buena parte del libro se disfruta
con las narraciones de lo que pasó (o pudo haber ocurrido) en el interior del
recinto. Las tendencias y manías de los cardenales, la desesperación por el
aislamiento, las votaciones infructuosas….y el cardenalillo francés que se
finge gravemente enfermo. Los demás, en su desesperación, lo eligen papa:
total, durará poco tiempo y ellos podrán salir. NO contaban con que el
cardenalillo durará 17 años en el poder.
El resto del libro nos narra la
tensión existente entre todos los bandos a raíz de que se tiene que elegir un
regente, mientras nace el potencial sucesor. Hay una hija de Luis y Margarita,
pero todos suponen que es bastarda. Se impone el príncipe Felipe como regente,
tras hábiles estrategias de dominio político. Y en su esperanza de coronarse
rey, propone la ley Sálica: la transferencia del poder real solo podrá ser
transmitida a través de los descendientes varones.
La ley Sálica no solo aplicará a
nivel económico, sino a nivel social: solo los hombres podrán poseer y
transmitir los títulos y las propiedades. Y en buena parte del mundo occidental
se imitarán legislaciones parecidas. Posteriormente, el famoso “apellido” será
una reminiscencia de los títulos que heredaba una persona, por pobre o rica que
fuera.
Guccio sigue siendo el mensajero
de los grandes acontecimientos, y sigue enamorado de María. Obviamente no tiene
cabida en un emparentamiento con unos nobles, por pobretones que sean. Los
encuentros entre Guccio y María de Cressay son furtivo, y terminan en un embarazo.
Guccio huye a Florencia, y su hijo nacerá apenas 5 días antes que el heredero
del trono.
Mientras tanto, en la regencia,
Felipe se porta con un aplomo y una inteligencia nunca visto en su antecesor.
Toma preso a Roberto de Artois por seguir provocando el desorden en dicho
condado. Consigue la elección de un papa favorable a Francia y recupera el
apoyo de la burguesía. Su suegra, autora de la muerte de Nogaret y de Luis el
Obstinado, ahora busca la manera de envenenar al pequeño heredero, en el caso
de que nazca hombre.
En medio de terribles dolores de
parto, la Reina Clemencia da a luz un Varón. Se llamará Juan I. Es tan débil, y
su madre está tan enferma, que urge buscar una nodriza para alimentarlo. Entran
en acción Bouville y su esposa, que llevan al palacio a María de Cressay. Ella
alimenta a su hijo y a su futuro rey.
Llega el momento de la
presentación del heredero. Bouville y su esposa, temerosos de que la Condesa
Mahaut ejecute otro asesinato al tener al niño en sus manos, intercambian al
hijo del Luis por el hijo de Guccio. Nadie nota el intercambio, y pasa lo
esperado. El niño muere a los pocos minutos de haberse mostrado. Solamente tres
personas en el mundo sabrán que el verdadero heredero al trono sigue vivo, bajo
el cuidado de una pobretona rural. Y que el bebé muerto es el hijo de un
comerciante italiano evadido. Felipe consigue su objetivo, con la participación
de su suegra. Pero la justicia divina ni perdona. Su reinado, como veremos
posteriormente, es una serie de eventos desafortunados.
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