Es un dicho muy
sabio: en la guerra y en el amor, todo se vale. Y los claroscuros que
representan los pasillos reales de la residencia de Luis el Obstinado son el
mejor ejemplo de ello. En un consejo real, todos los integrantes terminarán por
apoyar aquella causa que convenga a sus intereses personales. Y si dicha causa
coincide con la visión del mundo y del poder que tenemos, mucho mejor.
Luis X el obstinado
es el nuevo rey de Francia, desde hace un año. Su salud es débil, su
inteligencia poca. Su visión de estado es apenas una sombra de lo que
prefiguraba su padre Felipe el Hermoso. Se acabó la visión centralista, con el
fin de evitar derroche y administrar mejor los recursos del reino. El
administrador real de Felipe el Hermoso (Enguerrando de Marigny) observa cómo
en cuestión de días su partido se reduce a porciones simbólicas. Ahora el
consejo está dominado por Carlos de Valois, tío del nuevo rey.
Bajo esa nueva
tutela, se busca regresar al tipo de sociedad que prevalecía en la alta Edad
Media: señores feudales fuertes y reyes débiles. La posibilidad de pelear entre
señores casi por cualquier motivo. La libertad de acuñar moneda para cualquier
señorío, con el consecuente desorden económico. Y un relajamiento entre el
orden y la disciplina de las instituciones reales.
Nuestro nuevo rey,
Luis X, solo tiene una obsesión: asegurar su descendencia mediante un
primogénito varón. Resuelto el problema
de la esposa infiel, aparecida muerta de manera conveniente en el castillo
donde se encontraba prisionera, su majestad ahora tiene la vía libre para
casarse con la princesa Clemencia de Hungría. Se envía una embajada de nuevo a
Nápoles, para acompañar a la princesa. El antiguo Chambelán del rey (Bouville)
y el hijo del comerciante lombardo (Guccio), serán los encargados de acompañar
a la dama en este periplo.
Nuestro libro no
tiene solamente una línea argumental. Mientras Luis el Obstinado cuenta los
días para estar con Clemencia, Robert de Artois alborota el gallinero en su
anterior feudo, a fin de desacreditar a la Condesa Mahaut. Esta señora es muy
poderosa: su yerno es el príncipe Felipe. Sería muy conveniente que el rey
muriera, pues así como están las cosas –sin la descendencia asegurada- el reino
pasaría por derecho de sangre al segundo hermano.
En ese compás de
espera, el Conde de Flandes no rinde el homenaje al rey y se rebela, con todos
sus ciudadanos flamencos. Luis X convoca a sus ejércitos para luchar contra los
insurrectos. La pelea nunca se lleva a cabo, aunque los ejércitos estuvieron a
una milla de distancia. En un verano húmedo como pocas veces, las tormentas y
el fango impidieron la celebración de la hecatombe bélica. La crecida de un río
pondría en riesgo la existencia misma del ejército.
Con el pretexto de
recibir a la reina Clemencia, recién llegada de Nápoles, el rey Luis desarma a
su ejército y regresa a Reims para la coronación. Ese ejercicio militar
infructuoso pasará a la historia con el nombre del “ejército embarrado”. La
coronación y la boda se llevarán a cabo de manera un tanto apresurada, casi
sobre el camino. Será la primera de muchas decepciones que llevarán a la reina
Clemencia a un estado de inutilidad posterior.
Producto de la
rebelión en el Artois, se ordena un arbitraje sobre la zona. Roberto
maquinalmente provocó dicha rebelión para desacreditar a la condesa y lograr
que se le quite el condado de sus manos. Los juicios se hacen lentos y
tortuosos. La condesa, al no aceptar el arbitraje ordenado por Luis, lo conduce
a que éste ordene poner al condado bajo administración real.
Esta medida,
devastadora, provoca que la condesa busque la muerte de Luis bajo cualquier
medio. Su dama de compañía es especialista en conseguir venenos y pócimas para
toda ocasión. Ya logró una pócima de amor que volvió a enamorar a Felipe de su
hija. Ya consiguió que Nogaret muriera por contaminación de una vela. Ahora
intentará envenenar a su rey Luis mediante una almendra garampiñada.
La reina Clemencia
toma plena conciencia de que es reina gracias al asesinato. Al confrontar al
rey Luis al respecto, lo conmina a pagar dicho pecado con una vida de bondad. Y
al desgraciado sujeto le da por dar amnistía y perdonar a cuanto preso
existiere en el reino, provocando el desorden y el caos. Incluso, prepara una
peregrinación a manera de absolución oculta. Poco le durará el gusto, pues la
condesa Mahaut logra ingresar a su habitación real, dejando la almendra
envenenada a disposición del rey.
Por algo se llama
“Venenos de la Corona”. Estamos saliendo de la época medieval en la que los
asesinatos por envenenamiento dejaban de ser comunes. Los personajes nos hacen
ver que dicha costumbre está muy lejos de abandonarse. El rey cae en su lecho,
herido de muerte por la vía menos pensada. Deja a su esposa con un embarazo de
cuatro meses. A unas cuantas millas de París, el lombardo se ha enamorado de
una noble pobretona, a la cual también ha embarazado. ¿Quién diría que esta
casualidad, constituirá uno de los puntos de inflexión de la historia real de
Francia? No se pierdan el próximo capítulo.
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