¿Qué criterios podemos utilizar
para clasificar un hecho histórico como epopeya? ¿Las repercusiones del mismo?
¿La importancia de los participantes? ¿El número de los implicados? ¿Todos
juntos a la vez? Formular una respuesta, puede parecer en un principio fácil.
Lo más probable es que enumeremos como ejemplos a hechos aprendidos como
epopeyas, sin antes haberlos filtrado por alguno de los requisitos.
Me sorprendo a mí mismo cuando
contrasto los números y la trascendencia de ciertos hechos históricos de escala
mundial, con los de nuestra querida historia patria. Me siento más pequeño, y
de repente creo que nos hemos sobredimensionado a nosotros mismos. Las más
sangrientas batallas de la revolución mexicana apenas serían comparables en número,
con algunas de las batallas que los romanos llevaron a cabo en la Segunda
Guerra Púnica.
Claro, si preguntamos en las
calles de cualquier ciudad mexicana al ciudadano promedio, acerca de las
Guerras Púnicas, seguramente pensarán que los estamos albureando. Sui
preguntamos sobre el Imperio Romano, probablemente recordarán algún par de
datos de cultura general, y más escenas de series de televisión o películas que
forjaron una serie de juicios y prejuicios en nuestro imaginario colectivo. Los veteranos recordarán su experiencia con Calígula en algún cine céntrico de los setentas. A
ese nivel hemos llegado.
No sé en realidad por qué me
apasiona la historia de Roma. Supongo que tiene ese nivel suficiente de emoción
que representan todos los avatares de su nacimiento, crecimiento y coronación
como el auge de la cultura occidental. Muchos de los “inventos” de la era
moderna, eran de uso común para aquellos ciudadanos. Pocos países en la
actualidad se podrían jactar de tener un ejército de doscientos mil soldados.
Para los Romanos, eso era pan de cada día.
De qué trata “Las Legiones
Malditas”. De los acontecimientos circundantes a una de las batallas más
epopéyicas (permítanme el término por esta vez) de la historia. Me refiero a la
Batalla de Zama, donde se enfrentaron las huestes de Escipión versus Anibal. Dos genios de la táctica
militar antigua. Esa batalla decidiría el final de la Segunda Guerra Púnica, y
daría en definitiva el dominio a la República Romana del Mediterráneo
Occidental.
No es Alejandro Magno, ni los israelitas huyendo de Egipo. Pero mal
haríamos en minimizar dicho acontecimiento, como lo hicieron los gobernantes
helenizados de toda la parte oriental del Mare Nostrum. Veían a Roma como un
pueblo semibárbaro, que tenía la fortuna de ubicarse en una parte del
continente que no interesaba a nadie. En unos cuantos decenios, la incipiente
república subyugará a todos los creídos gobernantes del lado opuestos. Solo los
Partos interrumpirán este avance de poder.
El poder de Roma radicaba, en buena
medida, en sus estrategias militares. Los francos de la I Cruzada sobrevivirán
a su loca expedición gracias a que uno de sus jefes había leído sobre el “testudo”,
famosa formación militar de los manípulos romanos. La formación legionaria
superará a las falanges, y dominará el mundo occidental. ¿Sería aventurado decir
que ese crecimiento empezó en Zama?
Vayamos por partes. Estamos en la
segunda mitad de la guerra. Aníbal ya cruzó los Alpes y está provocando el
pánico por el sur de Italia. Los romanos ya sufrieron el desastre de Cannae, y
están comiendo de la mano del general. Divididos entre tantos frentes. El
general Escipión trae esperanza a su pueblo, al golpear a los Cartagineses a
través de sus dominios en Hispania. Ahora, Escipión tiene que convencer al
Senado Romano que le permitan llevar la guerra a territorio africano, para
darle a Aníbal una sopa de su propio chocolate. Por lo pronto, ha conquistado
de manera audaz la capital de la colonia púnica, llamada Cartago Nova.
En suma, el libro es la historia
de un desenlace inevitable. Escipión tiene que luchar contra Aníbal, para
decidir el curso de la guerra. Pero el general Romano tiene que sortear
numerosos obstáculos: rivales políticos, falta de recursos, traiciones internas
y una amistad que parece desquebrajarse. Hay un contrapunto que avanza, con más o menos
uniformidad, en tres historias paralelas: las campañas de Escipión, el
desenvolvimiento de sus rivales potenciales y la situación de Plauto y Nevio,
artistas y pensadores de la Roma republicana.
La novela avanza buen ritmo, pero
es muy rica en descripciones sobre los usos y costumbres romanos. El autor se
deleitará en retratarnos, con nombres originales, todas las partes de un
campamentos militar romano. No dudará en explicarnos, al tiempo que desarrolla
la acción, cómo está constituido físicamente el edificio del senado. NO puede
negar su vena de historiador y arqueólogo.
Me gustó sobremanera la narración
sobre las batallas. Lentamente, parte por parte, explica los movimientos de los
principales cuerpos castrenses implicados. En mi caso, es la mejor explicación
que puedo obtener, para entender las razones de una victoria y derrota. Sus
discursos flamígeros antes de la confrontación hacen ver la importancia de la
motivación para dar la vida en dichos acontecimientos. Patria, al parecer,
tenía un significado muy distinto en aquella época, si comparamos con nuestro
neoliberalismo globalizador.
Escipión siempre estuvo en inferioridad numérica. Hablamos de batallas a campo abierto. Y se las ingeniaba para, con sus veinte o treinta mil soldados, vencer a ejércitos que en conjunto podrían llegar a cien mil o más. Y pensar que los norteamericanos nos vencieron en una guerra en la que dos GRANDES ejércitos de cinco mil personas cada uno hicieron pinza por el norte (Zachary Taylor) y por el centro (Windfield Scott). A eso me refería con las comparaciones iniciales.
La batalla final, se tendrá que vencer utilizando a los derrotados de Cannae, esas legiones malditas que permanecieron en Sicilia a raíz de la vergüenza que provocaba su mera sobrevivencia. Eso enaltece más la labor titánica de Escipión. Y le da origen al título del libro.
Finalizando, creo que es una
buena novela histórica. Una delicia para los amantes del género. Y puede ser
una tortura para aquellos que gustan de la simplicidad en el relato.
Definitivamente, no es un libro para todos. Sí lo fue para un servidor.
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