Hay temas de nuestra sociedad que
se antojan un tanto difíciles de polemizar, en función del interés que
despiertan en el común de los mexicanos. Si la mayoría de los mexicanos tienen
una cultura que raya en lo miserable, no tenemos material ni acerbo suficiente
para establecer una dialéctica que se pueda sustentar de manera interesante y
placentera.
A nivel del conocimiento
histórico de México, parece que heredamos el antiguo combate entre
conservadores y literales. Ambas interpretaciones del país sobreviven en buena
parte de los autores actuales. Afortunadamente, hay un grupo de escritores y
divulgadores de la historia que tratan, en estos años, de agregar objetividad a
sus escritos, anteponiendo la el conocimiento y al comprensión al juicio.
Alejandro Rosas, por ejemplo. Otros, como Francisco Martín Moreno, anteponen su
fe ideológica para leer con esa especie de filtro todo lo que escriben, incluso
el resultado de sus investigaciones. Sus escritos se convierten en apologías,
en confesiones de fe.
A mi juicio, Christian Duverger
pertenece al segundo grupo. Credenciales académicas no le faltan: Doctor por la
Sorbona, es un sobrado historiador y antropólogo. Estudioso sobre el México más
antiguo (el origen del México actual está en la mixtura provocada por la Nueva
España, no en los señoríos indígenas previos), indaga tanto en los tiempos
prehispánicos y su antropología, como en la ruda historia de la conquista y
establecimiento occidental. Estudioso de Hernán Cortés, se ha convertido en un
cortesiofílico.
Es simplemente una conclusión
personal, a raíz de haber leído su último libro: CRÓNICA DE ETERNIDAD. ¿Quién
escribió la Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España? Ahora no
hablaremos de una novela, sino de una tesis comercializada… ¿o un ensayo? Vayamos
por partes.
Desde que tengo memoria y la
historia me ha apasionado, recuerdo como referentes a esa etapa de la historia
de México a un puñado de escritores: Bernardino de Sahagún, Carlos de Sigüenza,
Francisco Javier Clavijero y Bernal Díaz del Castillo. Al ser tan pocas,
parecen incuestionables. Parece una labor titánica lograr la impresión de un
libro en épocas del nihil obstat y abundante analfabetismo. En ese entorno,
¿había espacio para suscitar una polémica?
Para Cristian Duverger, la hubo.
Después de presentar su biografía sobre Cortés, el francés profundiza en su
admiración sobre el conquistador y llega a la conclusión de que el libro
“Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” no fue escrito por
Bernal Díaz, sino por el propio Cortés. Órale. Y dicha hipótesis es un
auténtico palo al avispero en ese raquítico panal constituido por todos los
historiadores mexicanos avezados en el tema. Total, en las escuelas nos
enseñaron a odiar a Cortés, el mataindios…el conquistador de México.
El problema de juzgar este libro,
es que estamos situados justo en medio de un terreno de tiros. El maniqueísmo
mexicano nos hace ver a Hernán Cortés como un malévolo, perverso y sifilítico
sujeto, al ejemplo de los murales de Diego Rivera. O bien, si eres de la
minoría, lo consideras el fundador del mestizaje mexicano y el gran estratega
que quiso construir algo diferente sobre estos terrenos, pero siempre de la
mano de aliados indígenas. En ese bando, considero a Vasconcelos, y ahora a
Duverger.
¿Cómo desarrolla el autor su
estudio? Primero, analiza al personaje de Bernal Díaz del Castillo. Las
referencias directas sobre su persona son escasas, y todas posteriores a 1560,
cuando lo suponemos miembro de la audiencia de Guatemala. El autor suena más o
menos convincente cuando nos quiere demostrar que el tal Bernal cambia
contantemente su firma, como señal de iletralidad. También es persuasivo al
indicar que nadie menciona a Bernal en todos los documentos que hablan de los
personajes que consumaron la conquista de México. Por todos lados brotan Pedro
de Alvarado, Cristobal de Olid, Bartolomé Olmedo y tantos más.
El nivel de descripción de la
Historia verdadera, implica que el narrador fuera una persona cercana al
círculo de Cortés, pues relata fielmente conversaciones entre notables,
consejos de guerra, visitas privadas
Moctezuma y otros detalles que no fueron de divulgación para un soldado
raso.
La cultura promedio de la época,
a juicio de Duverger, era escasa; imposible de poseer para el soldado raso que
suponemos en Bernal Díaz. Cortés, por otro lado, era Bachiller en Derecho, y
había sido gobernador de Santiago, la segunda Ciudad de Cuba. Además, la esposa
de Bernal es una completa analfabeta, por lo que resulta imposible de creer que
el gran autor de un libro tan complejo y a la vez maravillosamente narrativo no
leyera.
Momento. Duverger acaba de tirar
un obús hacia Cervantes. Un soldado, miembro de los tercios españoles y autor de la Novela Iberoamericana más
importante de la historia. Si su premisa es cierta y la podemos generalizar,
¿dónde queda Cervantes? ¿Otro autor fatuo? ¿Shakespeare tiene compañía en la
vitrina de los conspiradores literarios?
Hasta allí, Christian Duverger
incomoda al lector, y puede hacer dudar, pues cita cartas y su análisis parecía
solvente, hasta que llegamos a lo dicho el párrafo anterior. Cortés, antes que
soldado, fue también político, y de los de renacimiento. O sea, un sujeto
todo-terreno que puede citar los clásicos y los medievales.
En un segundo acto, Duverger nos
habla del historiador oficial de Cortés. Gómara se encargó de redactar una
biografía de Cortés, mientras el conquistador buscaba rehacer su nombre en
España, a raíz de ciertas acusaciones en su contra. Tan “subido” de
tono andaba el tal Hernán, que el mismo Emperador ordenó que ya no se
reimprimiera esa biografía. Incluso impidió la divulgación de las “Cartas de
relación”. Estas cartas eran pequeños folletos que el mismo Cortés escribió, en tiempo real,
sobre la conquista. Dichos folletos llegaran a España tan solo semanas después
de lo acontecido, y tuvieron un éxito razonable.
¿Qué necesidad tenía Cortés de
redactar otra versión histórica de los hechos, con un enfoque diferente de sus
propias cartas de relación y de su biografía autorizada? Duverger hace fuerza
un poco con su teoría, al afirmar que las conspiraciones anticortesianas entre
los allegados al reino hicieron pensar a cortes sobre su legado. Al ver la
inminencia de las prohibiciones a la divulgación de sus logros. Hay que soltar
una tercera vía, no necesariamente anónima.
El resto del libro, es una
narración/comprobación de cómo Cortés escribió la Historia Verdadera. Aquí, ya
tenemos deducciones donde deberíamos de tener pruebas. Y la parte más vaga, es
la demostración de la llegada del manuscrito, desde Valladolid, hasta
Guatemala.
El libro termina con un epílogo,
con una escena ficticia donde Cortés, cual querubín acomodado en su nube,
contempla los premios que otros reciben producto del libro que en realidad él
escribió. La tesis se convierte en novela.
Una mezcla un poco extraña, pero que al final de cuentas resultó
atractiva, sea para apoyar o para oponerse.
A quien no le interesa la
historia de forma intensa, no le recomiendo el libro. Su estilo narrativo
resulta interesante el principio, pero luego se refugia en las típicas
referencias y citas que hacen a cualquier escrito académico en indigerible. Es
un libro que se tiene que leer con espíritu de búsqueda. Tuve que pausar varias
veces la lectura para contrastar con otros libros o revistas de historia que
tratan sobre lo que estoy interpretando de las lecturas. La cuarta parte del
libro son referencias, notas e iconografía. Tuve que releer el ejemplar de la
revista Nexos, dedicada precisamente al tema. Y en esa revista, de diez articulistas, ocho están en contra de Duverger.
Si, por otro lado, eres un
aficionado a la historia, te recomiendo que lo compres y lo leas, pero poco a
poco. Estés o no a favor de la tesis de Duverger, el libro puede ser el envión
que necesitabas para adentrarte en esa parte de nuestra historia nacional. Yo,
por mi parte y desde mi ignorancia, me declaro más bien en contra que a favor
de la tesis de Duverger. Espero que por estas líneas no me declare al autor
como un perfecto analfabeto.
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